Anónima o las mujeres violadas por el Ejército Rojo

“Anónima – una mujer de Berlín” lleva a la pantalla grande un tabú de la sociedad alemana: las violaciones masivas de mujeres por parte del Ejército Rojo. Más allá de esta película, revisar la historia está en el aire.


La bandera rusa ondeó en el Reichstag de Berlín el 1 de mayo de 1945; horas después Alemania capitulaba poniendo fin al nefasto Tercer Reich. Para la población alemana esos primeros meses de ocupación por las fuerzas aliadas no significaron liberación… Entre abril y septiembre de ese año, sólo en Berlín fueron violadas por las fuerzas del Ejército Rojo unas 100.000 mujeres, de todas las edades. Se calcula que a dos millones asciende la suma en toda Alemania. Ésta, una horrenda demostración del poder del vencedor usual en las guerras, fue en el caso de la Ejército Rojo al entrar a la capital de los nazis especialmente despiadada. Los horrores sufridos por la propia población y la exhortación desde Moscú a dar rienda suelta a la venganza, convirtieron a toda mujer alemana en presa de caza.



El victimario se vuelve víctima



¿Los alemanes artífices de tanta barbarie sufriendo los horrores de una guerra que ellos mismos provocaron? ¿El victimario, víctima? Debido a la culpa histórica, por décadas este tipo de temas -también los horrores sufridos por la población civil durante los bombardeos- fueron tabú. Todos lo sabían, nadie hablaba de ello.

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En la década de los cincuenta del siglo pasado, una periodista que cuando la entrada rusa en la capital contaba con 34 años, publicó su historia y la de muchas otras, anónimamente. En “Anónima –una mujer de Berlín”, Martha Miller, que logró guardar su identidad en secreto hasta su muerte hace dos años, cuenta la entrada de los rusos en el edificio medio derruido donde vivía. Para salvar su pellejo se pone en manos de un oficial soviético que la protege. Cuando Miller publica su historia, la guerra estaba aún muy fresca, demasiado reciente toda la barbarie y la vergüenza por ello. El libro no tuvo eco.



En 2003, después de la muerte de Miller, la obra fue un éxito de librería. “La guerra de los hombres ha acabado; el dolor de las mujeres aún no”, dice el cartel de la película que seis décadas más tarde, el productor Günter Rohrbach lleva a los cines con la historia de la anónima mujer de Berlín bajo la dirección y con el guión de Max Färberböck.



Revisar la historia



El tema está en el aire: desde no hace muchos años y desde hace algunas producciones, Alemania se enfrenta a su historia. Según el diario Tageszeitung (TAZ), este repaso se hace ahora con un “afán de autenticidad casi fetichista”. Anónima comienza exactamente ahí donde termina La caída, la producción de Bernd Eichinger, que presenta a un Adolf Hitler de carne y hueso en los últimos quince días de su demente imperio. “Estas películas”, asevera Cristina Nord en su crítica en el TAZ, “asombran por su inocencia y su falta de concepto”. En su opinión, mientras que los directores del Nuevo Cine Alemán de los años 1970 se resquebrajaron la cabeza para presentar el nacionalsocialismo sin ponerlo en escena y sin repetir sus tretas audiovisuales, estas nuevas producciones evidencian un realismo en formatos bastante simples y sin demasiada autorreflexión.

¿Por qué ese nuevo afán alemán de retomar material de su propia historia? El tema de los nazis vende bien, es la respuesta de cajón. Por otro lado y en otros ámbitos, se habla de que el momento de la revisión ha llegado, ahora que los “hijos de ruso”, fruto de esas violaciones, son abuelos. Muchas de esas mujeres jamás hablaron del asunto…

"Hablar para hacer posible el recuerdo"

“Una revisión sistemática y científica del tema no se ha hecho hasta hoy”, explica Philip Kuwert, siquiatra de la Universidad de Greifswald, quien con la colaboración de Monika Hauser -médica especialista en mujeres víctimas de violaciones en tiempo de guerra- inician una investigación para acabar con este tabú y quitar ese estigma de las mujeres afectadas. “Sólo así es posible procesar lo vivido y hacer posible el recuerdo colectivo”, asevera Hauser, quien por su trabajo con medica mondiale ganó este año el Premio Nobel Alternativo.

“Mi madre fue violada por un inglés. Hasta su muerte nunca habló de ello”, narró el historiador berlinés Wolfgang Wippermann a la televisora 3sat. El que nunca nadie hablara al respecto lo ve Wippermann como la culpa de su generación, la que nació antes del fin de la guerra. Aunque la rueda del tiempo no gira para atrás, “pudimos haber preguntado y ayudar. Se puede hablar de una segunda culpa histórica, por no haber ayudado a estas víctimas”, asevera Wippermann.

¿Quieren verse, entonces, ahora los alemanes como las víctimas? El historiador británico Andy Beevor no lo cree. “Los alemanes siguieron a su líder casi hasta el final. El dolor sufrido no se puede deslindar de los horrores cometidos por los nazis”, opina Beevor quien cree en la capacidad alemana para hablar del sufrimiento de su población sin callar su propia responsabilidad en su papel de victimarios. Independientemente de su calidad, Anónima –según sus productores- pretende ser algo así.



Mirra Banchón

fuente: http://www.dw-world.de

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