Crisis financiera: "El G-8 ya no tiene sentido"

Todo apunta a que de la presente crisis financiera los países en desarrollo saldrán recolocados. El debate sobre el nuevo reparto de roles está en marcha y DW-WORLD consultó a Matthias Busse, experto en economía mundial.
“China, Brasil, India y Rusia han de sentarse en la mesa en la que se toman las decisiones. Estos países tienen que asumir responsabilidades en los foros internacionales”, opinó el ministro alemán de Exteriroes, Frank-Walter Steinmeier, en una entrevista a la Deutsche Welle.

Sin embargo, la responsabilidad no es gratuita, advirtió desde Sao Paulo, donde el pasado fin de semana la clase política se reunía de nuevo al calor de la crisis financiera, Jörg Asmussen, el jefe de la delegación alemana. “La Unión Europea opina que quien quiera más poder de decisión tendrá que aportar más”, dijo al diario O Globo.

Sobre el precio del nuevo guión habló DW-WORLD con Matthias Busse, director del departamento internacional en el Instituto de Economía Mundial de Hamburgo (HWWI).

En la actual situación, con la crisis financiera golpeando los mercados, ¿tienen sentido exigencias como la de Asmussen?

La exigencia no puede entenderse al margen de los cambios que se están produciendo en la economía mundial. Hasta ahora, los países industrializados habían dominado económica y políticamente no sólo los mercados, sino también organismos como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y demás.

Ahora los países en vías de desarrollo exigen más poder de decisión, pero al mismo tiempo están dispuestos sólo de forma limitada a asumir las consecuencias financieras que ello conlleva, y esto genera una situación de conflicto.

Yo creo que hay algo de verdad en que quien quiere opinar debe hacer la aportación correspondiente. Pero no por ello la exigencia deja de ser curiosa, teniendo en cuenta que el capital chino lleva años sirviendo a que se mantenga el nivel del consumo estadounidense.

¿En qué medida?

La mayor parte del dinero que generan las exportaciones chinas no se invierte en China, sino en los mercados de capital. Los chinos han comprado, por ejemplo, gran cantidad de T-Bills y T-Bonds estadounidenses [bonos del tesoro público] y con ello han contribuido a cofinanciar el déficit el Estado y del consumo, lo que ya es una aportación a la marcha de la economía global que, además, ahora les está haciendo perder mucho dinero.

Sin embargo, al FMI o al BM los chinos contribuyen poco. Pero quizás lo que dice Asmussen no vaya tanto en esa dirección como hacia el hecho de que los países en desarrollo deberían fomentar sus economías internas, invirtiendo en programas de refuerzo de la coyuntura. Eso aliviaría a los países industrializados al evitar una contracción de la demanda mundial y servir a nuestras exportaciones. Si se refiere es a esto último, lo que dice tiene sentido. Si está pidiendo más dinero para los organismos internacionales, me parece una demanda dudosa.

¿Ha de reducirse siempre todo al dinero? ¿No se puede exigir otro tipo de colaboración que no vaya unida a un aumento de lo que se paga, en caso de que un país en desarrollo no pueda permitírselo?

En la economía mundial las acciones sólo generan resultados si van acompañadas de dinero. Las palabras solas sirven de poco, y mucho menos en la actual situación.

Yo tengo la sensación de que algunos países en desarrollo están haciendo mucho, y otros no tanto. Los chinos están siendo muy prudentes, los brasileños más activos y demandando más participación… depende del país, de su situación y de su pasado histórico.

“Las viejas constelaciones de poder están desapareciendo”, ¡siga leyendo!
Los países industrializados piden, pero ¿qué dan a cambio?

Esa es una cuestión que hay que negociarla multilateralmente. Todos los países tienen que aportar su granito de arena. Ahora mismo nos encontramos en el paso de una comunidad G-7 o G-8 a una G-20. En la situación actual, el G-8 ya no tiene sentido. Estos temas han de discutirse en el G-20.

Y en el G-20, ¿cuál debería ser la aportación de los países industrializados?

Nosotros ya estamos haciendo nuestra aportación a través de los organismos internacionales y, lo que ahora mismo es más importante, a través de programas nacionales de reactivación económica. Algunos países industrializados se están implicando más, otros menos. Alemania tiene su propio programa, pero no es lo suficientemente amplio.

¿Qué le falta?

Gastar dinero de verdad. Las sumas que se manejan se encuentran a medio camino entre el poco y el placebo. Se quiere tranquilizar los mercados demostrando que se hace algo que en realidad no se está haciendo. El Estado debería de potenciar la demanda por medio del gasto público, de las inversiones estatales.

¿Se están depositando demasiadas esperanzas en la próxima Cumbre del G-20?

Yo creo que sí. Nos encontramos en un proceso de cambio, en el paso hacia un nuevo orden político, económico y financiero. Las viejas constelaciones de poder, que han llevado a los países industrializados a dominar el desarrollo de los acontecimientos, están desapareciendo.

La fase de transformación va a ser muy inestable y de ella no van a resultar estructuras tan claras como las del pasado. Europa, Estados Unidos, Canadá y Japón ya no van a poder tomar sus decisiones en petit comite: el grupo va a ser mucho más amplio, heterogéneo y las negociaciones mucho más difíciles, como llevamos años comprobando en la Organización Mundial del Comercio.

Yo no esperaría mucho de la Cumbre del G-20. Esta cuestión va a durar años, sino décadas. Aunque, si se dan más crisis como la actual, todo podría ir mucho más rápido…

¿Cómo se va a poder “construir un nuevo sistema financiero internacional” en estas condiciones?

Nadie lo sabe muy bien. ¿Cómo integrar adecuadamente a los países en desarrollo sin desbordarlos? Pensemos por ejemplo en el FMI: muchos de esos Estados han contraído créditos con el FMI y a la vez han de tener poder de decisión en la concesión de esos préstamos. El balance que se intenta establecer aquí es muy delicado. Sólo en el momento en el que los países son lo suficientemente ricos como para no necesitar más créditos, la cosa cambia.

El FMI y el BM, ¿van a tener que renovar sus estructuras?

Sí, seguro. Los viejos clubs no van a poder subsistir. Eso ya lo estamos viviendo en la OMC, en el FMI se están llevando a cabo los primeros intentos de transformación- aunque son aún pocos y muy lentos- y en el BM va a pasar lo mismo.

Y si tampoco van a poder subsistir las viejas influencias, suena a proceso largo y difícil…

A nadie le gusta perder influencia. Nos pasa a nosotros y les pasa a los estadounidenses, que ha dominado el FMI y el BM y la pérdida de poder les duele. Pero, ¡así es la vida!

Y a veces estas cosas acontecen bastante deprisa. Basta con pensar en el relevo de Gran Bretaña como potencia mundial: los británicos estaban muy endeudados después de la I Guerra Mundial y eso permitió a Estados Unidos asumir su posición en poco tiempo… a veces se necesitan crisis externas para acelerar los procesos y algo que normalmente duraría 20 o 30 años sucede en dos o tres.


Luna Bolívar Manaut

fuente: http://www.dw-world.de/

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