Vuelta a las raíces del moscatel

El que probablemente sea el importador de vinos españoles más influyente en Estados Unidos ha vuelto a sus orígenes. Jorge Ordóñez es socio de varias bodegas en distintas zonas de España, pero en la única que ha puesto su nombre es la que fundó 2004 en Málaga, su tierra natal. Se trata de Jorge Ordóñez & Co, una bodega ubicada en Almáchar, en pleno corazón de la Axarquía, que supone su primera aventura empresarial en la provincia después de más de dos décadas de exitosa trayectoria en el mundo del vino.
«Este proyecto tiene mucho de personal», afirma su hermana y gerente de la bodega, Victoria Ordóñez. Con Jorge viviendo y trabajando la mayor parte del año en Norteamérica, es ella quien lleva las riendas de un negocio en el que también participan un grupo de empresarios malagueños, el reputado enólogo austriaco Alois Kracher y el hijo de éste, Gerhard.
El proyecto le rondaba la cabeza desde hacía tiempo. Así lo explica él mismo: «Me puse a estudiar con mucho interés la brillante y trágica historia del vino de Málaga antes y después de la filoxera. Desde entonces fui dando forma al proyecto. Siendo malagueño y trabajando en el mundo del vino, me apetecía mucho por, llámale patriotismo u orgullo, intentar revivir ese pasado esplendoroso haciendo vinos actuales pero utilizando viñas viejas y métodos artesanales, y dar a conocer por todo el mundo la grandeza del vino de Málaga. Sé que esto puede sonar romántico, pero quien me conoce sabe que me tomo las cosas muy en serio».
En efecto, la razón de ser de la bodega va mucho más allá de un capricho. Victoria explica que la filosofía de Jorge Ordóñez & Co. es crear vinos de alta calidad con la famosa uva moscatel como base. Hasta la fecha, la firma ha sacado al mercado cinco variedades de dulce (con denominación de origen Málaga) y un seco Sierras de Málaga llamado Botany, del cual su gerente se muestra especialmente orgullosa: «Un seco de moscatel es bastante innovador en España», afirma.
Con una producción que se duplica año a año –alcanzando este año las 150.000 botellas–, la bodega tiene una vocación claramente exportadora. «Las ventas al exterior representan el 75% de nuestra facturación», recalca Victoria Ordóñez, quien cita como principales destinos Estados Unidos, Brasil, Canadá y Europa.
Historia familiar
El gusto por el vino como fuente de placer y de negocios le viene a los Ordóñez de familia. Así, mientras la empresa de Jorge en América se dedica a importar caldos españoles, su hermano Javier se encarga de comercializarlo por la provincia a través de Ordóñez Distribuciones, compañía que fundó su padre, José María, quien fue pionero en la venta de vinos españoles de alta gama en la Costa del Sol allá por finales de los 50 y principios de los 60.
El grupo Orowines es el denominador común entre la bodega malagueña y las otras nueve que posee Jorge Ordóñez. Fue a partir de los años 90, con su negocio de importación de vinos españoles ya asentado, cuando Jorge Ordóñez decidió probar suerte también en el campo de la producción. Orowines, sociedad en la que también participan destacados bodegueros y enólogos nacionales y extranjeros, elabora vinos en zonas tan dispares como las Rías Bajas, Rueda, Campo de Borja o La Mancha, con la alta calidad como punto en común.
Perfil
Periodistas de Estados Unidos han llegado a decir que lo que le gusta o no le gusta a Jorge Ordóñez influye cada vez más en lo que beben los norteamericanos. El empresario malagueño está considerado como una de las personalidades más importantes en el mundo del vino en Norteamérica. Allí llegó para casarse con una estadounidense a la que conoció en Córdoba, y allí inició su aventura de la importación, que no estuvo exenta de dificultades. «Los primeros años fueron muy duros», afirma. Con el tiempo, se ha convertido en uno de los importadores más importantes de vino español y las bodegas de renombre se pelean por ‘colarse’ en su lista. Su empresa, Fine Estates from Spain, con sede en Boston, ha llevado al mercado americano caldos de Rioja, Ribera o Priorat, aunque más que la marca, la obsesión de Ordóñez (nombrado en 2008 ‘Personaje del año’ por la revista Sibaritas) es controlar la calidad de los productos que representa. Por eso se dice que en un año es capaz de gastarse 200.000 euros en análisis de laboratorio.
fuente. http://www.diariosur.es

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