Edad Media: Ruptura del Equilibrio económico de la antigüedad.

Los reinos bárbaros fundados en el siglo V en el suelo de la Europa occidental habían conservado el carácter más patente y esencial de la civilización antigua: su carácter mediterráneo. El mar interior alrededor del cual habían nacido todas las civilizaciones del mundo antiguo y por el cual se habían comunicado unas con otras, había sido el vínculo de sus ideas y de su comercio. El Imperio romano, a la postre había abarcado enteramente dicho mar: hacia el convergía la actividad de todas las provincias imperiales, desde Bretaña hasta el Eufrates, y después de las invasiones germánicas, había seguido desempeñando su papel tradicional.

Para los bárbaros establecidos en Italia, en África, en España y en Galia, era aún la gran vía recomunicación con el Imperio Bizantino, y las relaciones que mantenía con éste permitían que subsistiera una vida económica en la que es imposible no ver una prolongación directa de la antigüedad.

Fue precisa la brusca irrupción del Islam en la historia, durante el siglo VII, y en su conquista de las costas orientales, meridionales y occidentales del gran lago europeo, para colocar a éste en una situación completamente nueva, cuyas consecuencias debían influir en todo el curso ulterior de la historia. En lo sucesivo, en vez de seguir siendo el vínculo milenario que había sido hasta entonces entre Oriente y Occidente, el Mediterráneo se convirtió en barrera. Si bien el Imperio Bizantino gracias a su flota de guerra, logra rechazar la ofensiva musulmana del mar Egeo, del Adriático y de las costas meridionales de Italia, en cambio todo el mar Tirreno queda en poder de los Sarracenos. Por África y España lo envuelven al sur y al oeste al mismo tiempo que la posesión de las islas Baleares, de Córcega, Cerdeña y Sicilia, les proporciona bases navales que vienen a afianzar sobre el su dominio. A partir del principio del siglo VIII, el comercio europeo está condenado a desaparecer en ese amplio cuadrilátero marítimo. El movimiento económico desde entonces se orienta hacia Bagdad. Los cristianos, dirá pintorescamente Ibn- Kaldun. “No logran que flote en el Mediterráneo ni una tabla”.

En estas costas que antaño correspondían unas con otras en la comunidad de las mismas costumbres, necesidades e ideas, se enfrentan ahora dos civilizaciones, o mejor dicho, dos mundos extraños y hostiles, el de la Cruz y el de la Media Luna. El equilibrio económico de la antigüedad que había resistido a las invasiones germánicas se derrumba ante la invasión del Islam. Los Carolingios impedirán que esta se extienda al norte de los Pirineos. Más no podrán, y además conscientes de su importancia, no tratarán de arrebatarle el dominio del mar. El Imperio de Carlomagno, por un contraste manifiesto con la Galia romana y la merovingia, será puramente agrícola o si se quiere continental. D e este hecho fundamental se deriva por necesidad un orden económico nuevo, que es propiamente el de la Edad Media primitiva.

Fuente: Pirenne, Henri: “Historia Económica y Social de la Edad Media “. F.C.E. pp 9-10.

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