Alemania y sus aportaciones al cómic

Aunque puede decirse que Alemania no es un país donde el género del cómic ha sido sobresaliente por su abundancia, sí lo ha sido por su calidad y por su estrecha relación con la historia del país.

El TBO, Astérix, Mortadelo y Filemón, Mafalda… Personajes que todos conocemos y nos resultan entrañables, a veces incluso sin haber leído ninguna de sus estrambóticas historietas. Parte de nuestra cultura. El cómic es un género muchas veces erróneamente identificado con un público infantil, y por tanto, gravemente infravalorado en su riqueza y significado, a menudo mucho más profundo de lo que el ojo poco atento alcanza a ver.

.La cuna del género

Es un hecho poco conocido que el origen del cómic se sitúa en Alemania y Suiza, de la mano de Rodolphe Töpffer y Wilhelm Busch. El primero, pintor y caricaturista natural de Ginebra, es conocido por su humor satírico y oscuro, en obras como Monsieur Crepin, o La historia de M. Vieux Bois.

Igualmente irónico era el alemán Willhelm Busch, caricaturista y poeta, quien además de escribir famosos poemas que aún hoy se conservan en el refranero alemán, creó los inolvidables personajes Max y Moritz, una especie de predecesor de nuestros modernos Zipi y Zape, aunque con un humor mucho más negro y un final bastante más tenebroso.


A pesar de un comienzo prometedor, el mundo del cómic alemán ha estado siempre dominado por el material extranjero. Los famosos cómics del ámbito franco-parlante (Astérix y Obélix, Tintín, Spirou) y las obras británicas y norteamericanas (cómics de Marvel) han tenido gran presencia en la evolución del cómic en Alemania. Dietrich Grünewald, profesor de arte en la universidad de Koblenz y experto en cómics, afirma que “puesto que el mundo occidental ha pasado por muchas y similares etapas de desarrollo, el material internacional traducido al alemán no deja de ser también un espejo de la situación cultural del país”.

Aunque por supuesto, no sólo el manga occidental ha sido y es importante en la historia del cómic alemán. El manga japonés, chino y coreano es, en la actualidad, el tipo de cómic más popular y demandado.

Espejos de la calle del gato

Alemania siempre se ha quedado corta en comparación con los gigantes del mundo del cómic. No obstante, debido a las especiales etapas históricas que ha vivido el país en el último siglo, es posible encontrar títulos de gran interés. Porque el cómic no deja de ser, al fin y al cabo, un espejo de la realidad.


Es el caso de la censura al cómic de tema político de E. O. Plauen, un autor y dibujante que por retratar satíricamente a personajes relevantes del imperio Nazi como Goebbels o Hitler, acabó siendo encarcelado en 1944. E. O. Plauen cometió suicidio antes de saber su propia sentencia.

También en la posguerra el cómic jugó parte importante, tanto en la República Federal como en la República Democrática. En ambas partes surgieron movimientos distintos, caracterizados en la primera por un acercamiento al estilo de cómic norteamericano, de manos de autores como Hansrudi Wäscher o Manfred Schmidt. En la República Democrática tuvo, no obstante, más importancia el cómic de contenido político y propagandístico, publicado especialmente en la revista Atze. Más conocida es la serie Mosaico, que hoy todavía sigue saliendo cada mes a las librerías.



A partir de los años 80, una nueva corriente empezó a emerger entre los artistas del género. Un nuevo estilo humorístico, más inteligente e irónico, y menos interesado en los aspectos gráficos de las series, domina hasta hoy día el mundo del cómic alemán. Representan este movimiento autores como Ralph König, con títulos dirigidos a una audiencia adulta que tienen la homosexualidad como tema principal, Brösel, con su conocida y divertida serie Werner, y Walter Moers, con su peculiar y controvertida versión de Adolf Hitler, Adolf.

Autora: Lydia Aranda Barandiain
Editor: Enrique López

fuente. http://www.dw-world.de

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