El régimen de los hermanos Castro dulcifica su proyección exterior gracias a 35.000 profesionales sanitarios que trabajan por todo el mundo

Nació en Pakistán hace 3 años, pero se llama Musa. Es el nombre que Shaheeda, de unos 20 años y madre de tres hijos, eligió para su cuarta heredera como homenaje al país de las dos doctoras que la ayudaron a parir en medio de los escombros que había dejado el 8 de octubre de 2005 un terrible terremoto que devastó el poblado de Atter Shisha, al norte de Islamabad. Uno de los muchos agradecimientos que recogen los 35.000 integrantes de las brigadas del ejército de batas blancas del régimen de La Habana. Ellos exportan la medicina cubana. Y de rebote, la idea de las bondades del Gobierno comunista.
El presidente estadounidense, Barack Obama, acaba de hablar de ellos en la pasada Cumbre de Trinidad y Tobago. «Escuché acerca de los miles de médicos cubanos dispersos en la región, de los que dependen en gran medida muchos de esos países», dijo. Y llegó a la conclusión de que la cooperación militar no es suficiente. Una de esas naciones donde hay marines norteamericanos es Haití. Sin embargo, la simpatía de sus habitantes es para las decenas de profesionales sanitarios cubanos que comparten sus miserias en campamentos improvisados y sin apenas comida.
Ernesto 'Che' Guevara definió el concepto de la medicina internacionalista en 1960, al comienzo de la revolución. La primera experiencia se concretó el 24 de mayo de 1963, cuando 58 trabajadores de la salud llegaron a una Argelia inmersa en luchas independentistas. Hoy son unos 35.000 los profesionales, entre médicos y enfermeras, que trabajan en más de ochenta países, la mayoría del Tercer Mundo, como Yemen o Etiopía, en condiciones generalmente muy duras. En sus mochilas llevan medicinas que a veces escasean en su propia tierra. Ellos van donde nadie más quiere ir.
Llegada de divisas
Desde los años sesenta han prestado ayuda humanitaria en situaciones de crisis, como terremotos, huracanes o desprendimientos de tierra. Pero a partir de 1998, cuando se creó el Programa Integral de Salud, se produjo la remontada espectacular que, además de granjear prestigio y elogios, deja divisas en las arcas cubanas del orden de los 3.500 a 4.000 millones de dólares -de 2.700 a 3.200 millones de euros-.
Los sacrificios de profesionales de la salud que salen en misiones internacionalistas tienen escasa recompensa. Reciben su salario mensual de unos 500 pesos cubanos -unos 16 euros- y un plus de otros 40 -poco más de un euro- en una cuenta en Cuba, que, previa autorización, puede utilizar algún familiar. También obtienen dietas en el país de destino y, al regresar de vacaciones, pueden ingresar sin pagar impuestos electrodomésticos, muebles o enseres. Además, en función de los méritos, están en disposición de ser titulares de viviendas que se construyen especialmente para ellos o, a quien ya tiene casa, se le permite comprar un coche con valor en proporción a los ingresos obtenidos. Hay otros que aprovechan para buscar pareja en el extranjero y no regresar a Cuba.
La cara negativa se plasma en un coste social importante, reconocido por el presidente Raúl Castro, porque los pacientes cubanos sufren la carencia de médicos. Recientemente, se han debido agrupar varios de los consultorios y los doctores han triplicado el número de pacientes que deben atender.
Muy gráfica resultó la protesta de una vecina de El Fanguito, uno de los barrios más conflictivos de La Habana, que en su fachada puso un cartel que decía 'permuto por Venezuela'. Cuando le preguntaron, explicó que se debía a que necesitaba una operación por la que tenía que esperar demasiado mientras que en aquel país era inmediata.

fuente: http://www.eldiariomontanes.es

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