EDAD MEDIA: LA MISIÓN DE LA IGLESIA MEDIEVAL. EVANGELIZACIÓN, TRABAJO Y CULTURA

La Iglesia ejerció una influencia civilizadora durante toda la Edad Media. En los primeros siglos medievales tras la caída del Imperio Romano y el debilitamiento de las instituciones por la ocupación de los bárbaros desempeñó una labor evangelizadora hasta lograr la conversión de muchos pueblos germanos al catolicismo.

En esta obra de ecuación de la Iglesia contó con el poderoso auxilio de una orden religiosa fundada por un noble romano, San Benito o Benedicto ( 480-543). Sus seguidores los benedictinos realizaron la acción más duradera tanto en el aspecto religioso como en el social, político y cultural. En la Orden Benedictina se alternaban los ejercicios
espirituales, los trabajos agrícolas y las tareas intelectuales. La abadía o convento fue su centro de irradiación.

Más tarde, dos órdenes derivadas del tronco benedictino la de Cluny y el Cister, surgieron en Francia para luego difundirse por Europa dando un gran impulso a las ciencias y a las artes, e intentaron restaurar la austeridad y buenas costumbres en la cristiandad de la Alta Edad Media.

Finalmente, en el siglo XIII las llamadas “órdenes mendicantes”, por su especial voto de pobreza y fundadas por San Francisco y Santo Domingo de Guzmán desarrollaron labores docentes y misioneras.

Los documentos siguientes pueden ser de gran utilidad en el estudio de la misión desempeñada por la Iglesia Medieval.

1. El convento. Una pequeña ciudad

El convento era una pequeña ciudad. El punto central era la Iglesia, a ésta la rodeaban las construcciones del Claustro, dormitorios y piezas de trabajo de los monjes, la biblioteca, la escuela interior, el comedor y la sala de consejos. Además de los sitios prohibidos, había muchas actividades relacionadas que se desarrollaban en pequeños edificios que a menudo rodeaban un pequeño patio. Más allá se ubicaba el palacio del abad con una gran cocina y algo de tierras, en otro lugar estaba la escuela exterior, casa de huéspedes para hermanos viajeros, para gente común y la nobleza, más distante había una casa para enfermos, junto a ella la botica y la residencia del hermano médico. También constaba de taller para obreros, orfebres y talabarteros etc…. Cada uno con una pequeña celda para dormir. Finalmente los edificios de un gran latifundio, establos, viviendas y graneros, cervecerías, depósitos , gallineros, jardines de flores y hierbas medicinales y verduras para la alimentación de los monjes y finalmente el patio de la Iglesia con árboles frutales. Las construcciones y sus anexos estaban divididas por pequeñas callejuelas y veredas, por setos y murallas; este gran panal donde la abeja reina estaba rodeada por un muro de pilotes de madera, un foso, y posteriormente con torres al estilo de un castillo.

En esta ciudad conventual eran los monjes una minoría, pero a pesar de esto, los mozos, obreros, campesinos, estudiantes e invitados debían regirse por la orden del claustro.

En la cercanía estaba el pueblo habitado por campesinos y algunos obreros y mozos del convento, a poca distancia estaba ubicado un castillo de un aguerrido servidor que se dedicaba a cuidar y a proteger a su señor. El estaba principalmente relacionado con los monjes y sin duda alguna era uno de los que gozaba de mayor bienestar

W. Kleinecht y H. Krieger: La Edad Media. Editorial Moritz, Frankfurt, 1967.

2. Las órdenes monásticas: oración y trabajo-

a. Del desprecio del mundo.

Pues cuando hemos renunciado al mundo, hemos establecido a Dios como nuestra propiedad y por consiguiente nosotros nos hemos convertido en propiedad de Dios de tal manera que Él se ha convertido en parte nuestra y nosotros en su especial herencia…… Si de esta manera Dios omnipotente se digna de convertirse en parte de nosotros, ¿ qué clase de riquezas, pregunto yo, serán dignas aun en adquirirse que superen en mérito este tesoro sin precio? Pues este tesoro es de tal naturaleza que, aunque permanezca sólo, a través de Él se poseyeren todas las riquezas. En el corazón de Jesús están ocultos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.

¿ Cómo tú monje, puedes acoger a Cristo en tu celda?. En primer lugar, echa afuera el dinero, pues Cristo y el dinero no se juntan bien en el mismo lugar; si tú juntas a ambos al mismo tiempo, encontrarás que podrás ser dueño de uno, pero no del otro.. Mientras más rico seas en cuanto al pobre lucro de este mundo., tanto más miserable serás en cuanto a las verdaderas riquezas. Por tanto, si hubiese dinero allí, haz que lo retiren hacia otras salas con el fin de que Cristo encuentre vacía la celda de tu corazón. Aquel gran visitante trata, en efecto de descender hacia los lugares de reposo de tu casa de huéspedes y Él desea residir sólo allí, sin otro compañero. Pues, ¿cómo tú podrías tratar, en el pobre rincón de tu celda, colocar a compañeros extraños junto con Aquel a quién la amplitud del cielo y de la tierra no pueden contener? Remueva el bienestar terrenal de allí donde se admite el tesoro celestial.

Este tesoro, a saber, Cristo, nuestro Dios y Señor quién fue hecho nuestro redentor y nuestra recompensa, nuestra promesa y nuestro premio…..debe ser albergado con diligente cuidado en los recónditos del corazón. Hacia Él dirija la ansiedad de todo tu cuidado. En Él busca el deleite a través del discurso de la oración fervorosa. En Él busca tu refresco mediante la fiesta nocturna de la santa meditación. Haz que Él sea tu alimento y tu vestimenta.

Quien como monje se empeña en obtener la cima de la perfección, ha de ser confinado dentro de los muros de su monasterio. Dejad que ame la tranquilidad espiritual. Dejad que sienta horror a vagar por el mundo como lo sentiría al sumergirse en un lago de sangre. Pues el mundo está viciado cada día más por la contaminación de tantos crímenes que hasta el alma más santa se corrompe con sólo mirarlo.

b . De la mortificación de la carne .


Y así pues nada hay sino, el amor de Dios y la mortificación de sí mismo. Pues si está viva dentro de nosotros la máxima apostólica que dice “siempre llevado dentro de nuestro cuerpo la agonía de Jesús”, de modo que el amor carnal no tiene por donde propagarse dentro de nosotros , por necesidad todo nuestro goce es transferido, elevándose hacia Dios. El hombre que es sabio y está seriamente preocupado de su salvación se cuida tan solícitamente de reprimir sus vicios que castiga con el cinturón de la mortificación sus espaldas y sus costados, su pecho tanto como sus caderas. Ellos, en realidad, se hace cuando se reprime el paladar que pide alimentos, cuando se impone el silencio a la lengua audaz, cuando se prohíbe al ojo mirar cosas ilícitas, cuando se domina la mano para que no pegue cruelmente y el pie para que no empiece a vagar perezosamente; cuando el corazón se resiste a envidiar la buena fortuna de la felicidad de otro, a desear con avaricia lo que no es propio, a dejarse por la ira del amor fraternal, al alabarse orgullosamente colocándose a sí mismo por encima de los demás, a dejarse seducir por el placer, a sumergirse incontroladamente en el dolor o en la alegría.

Por eso, amados hermanos coged las armas de las virtudes-sobriedad, humildad, paciencia, obediencia, castidad, caridad- y lucha, no por campos o ciudades, ni por niños o mujeres sino por vuestras almas. En particular, debéis ayunar para que vuestra juventud se fortifique, y orar, pues el ayuno domina la fuerza de la carne y la oración eleva el alma hacia Dios.

¿Qué es este cuerpo que algunos visten con tanto cuidado y alimentan tan generosamente? ¿No es una masa de putrefacción, no es gusanos, polvo o cenizas? Es propio que el sabio considere, no lo que es ahora, sino lo que será posteriormente en el futuro. ¿Qué agradecimiento te tributarán los gusanos que devorarán la carne que tú has alimentado tan generosamente?

¿Por qué Cristo sufrió? San Pedro responde: Cristo sufrió por nosotros, dejándonos un ejemplo para que nosotros sigamos sus pasos. Por eso no temamos compartir la cruz de Cristo.

Pedro Damiani. El Ideal Monástico.


c. El trabajo manual de cada día .


La ociosidad es enemiga del alma; y por eso a ciertos tiempos deben ocuparse los hermanos en labor de manos y a determinadas horas en la lección divina.

Por tanto creemos que ambos tiempos pueden ordenarse con esta disposición: esto es que desde Pascua hasta las calendas de octubre ( 14 de Setiembre), saliendo de mañana trabajen ( 6 horas) hasta cerca de la hora cuarta lo que fuere necesario. Pero desde la hora cuarta hasta cerca de la sexta se ocuparán de la lectura. Más después de la sexta, en levantándose de la mesa, descansen en sus camas con todo silencio; o si, tal vez, alguno quisiere leer lea para sí de modo que no inquiete a otro. Después del oficio otra vez trabajen lo que hubiere que hacer hasta la caída de la tarde………..Pero hágase todo con mesura, en atención a los débiles.

Si alguno en cualquier labor, en la cocina, en la despensa, en el taller, en la panadería, en la huerta, o cuando trabaja en un arte, o en cualquier lugar faltare en algo, rompiere o perdiese algo o se excediere en algo donde quiera que sea y no viniendo ante el abad y comunidad él mismo espontáneamente satisficiere y manifestare su falta; si fuera conocida por otro, sómetasele a mayor sanción.

San Benito: Regla de Monjes. Editorial Benedictina. 1947.

3. Fundación de Cluny

Dios nos ha proporcionado a los hombres ricos un camino hacia la recompensa eterna si emplean rectamente sus posesiones terrenas. Por ello, yo, Guillermo, por la gracia de Dios duque y conde, considerando seriamente cómo puedo promover mi salvación, mientras todavía es tiempo para ello, he juzgado conveniente, de hecho completamente necesario, que dedique algunos de mis bienes temporales a la salvación de mi alma. Ningún camino parece mejor para este fin que el señalado en palabras del Señor: yo haré a los pobres mis amigos (Lc.16,9), y por ello sostendré una comunidad de monjes a perpetuidad. Sea conocido, por tanto, a todos los que viven en la unidad de la fe de Cristo, que por el amor de nuestro Señor y salvador Jesucristo, traspaso de mi señorío al de los santos apóstoles Pedro y Pablo la ciudad de Cluny juntamente con el feudo, la capilla en honor a María la bienaventurada madre de Dios y San Pedro, príncipe de los apóstoles, juntamente con todo lo que les pertenece: villas, capillas, siervos y siervas, viñas, campos, prados, bosques, aguas y desagües, molinos, rentas e ingresos, tierras labradas y por labrar en su integridad.

Yo Guillermo y mi esposa Ingelborga donamos todas estas cosas a los mencionados apóstoles, por el amor de Dios y por el alma de mi señor Odón el rey, de mi padre y madre, por mí y mi esposa, por nuestros cuerpos y almas. En Cluny se construirá un monasterio regular donde los monjes sigan la regla de San Benito. Allí se dedicarán ardientemente a prácticas espirituales y ofrecerán asiduamente oraciones y peticiones a Dios tanto por mí como por los demás. Los monjes y sus posesiones quedarán bajo el abad Berno y los que después de él sean elegidos de acuerdo con la gracia de Dios y la regla de San Benito, ni por nuestro poder ni por ningún otro serán disuadidos de realizar una elección canónica.

Cada cinco años deberán pagar a la Iglesia de los apóstoles de Roma cinco sólidos para su iluminación. Deseamos que se ejerciten diariamente en trabajos de misericordia a los pobres, indigentes, extranjeros y peregrinos. Los monjes no estarán sujetos a nosotros, nuestros padres, el poder real o cualquier otra autoridad terrestre. Por Dios y ante Dios y todos los santos y el terrible día del juicio, prohíbo a cualquier príncipe secular, conde y el propio pontífice de la sede de Roma, invadir las posesiones de Los siervos de Dios, alienarlas, disminuirlas, cambiarlas, entregarlas como beneficio, o colocar algún obispo sobre ellas sin su consentimiento. Si algún hombre hace esto quede su nombre borrado del libro de la vida. Tendrá contra él al jefe portador de la llave de la monarquía celestial juntamente con San Pablo y de acuerdo a la ley terrena pagará una multa de cien libras oro.

A. Bruel: Recueil des chartres de l’abbaye de Cluny, nº 112


4. La orden cisterciense.

En los tiempos de Urbano II nació la Orden Cisterciense que ahora es considerada como el camino más seguro al cielo. Hablar de esto me parece importante con respecto a la tarea que he emprendido, ya que redunda en gloria de Inglaterra el haber producido al distinguido hombre que fue el autor y promotor de aquella Orden . Perteneció a nosotros y pasó la primera parte de su vida en nuestros Colegios…… Se llamaba Harding y había nacido en Inglaterra de padres no muy ilustres. Ya en temprana edad se hizo monje Sherbone, pero cuando sus deseos mundanos cautivaron su juventud, se sintió disgustado de la vida monástica y se fue primero a Escocia y después a Francia. Allí, después de haberse dedicado durante años a las artes liberales, sintió nacer el amor hacia Dios. Se dirigió a Roma y ni la extensión y las dificultades del viaje, ni la escasez de sus medios durante el camino, le impidieron cantar cada día todo el salterio. En efecto, la mente de este célebre hombre ya estaba pensando en la obra que pronto, por la gracia de Dios, trataría de ejecutar. De regreso a Borgoña fue admitido en Molesnes, un nuevo y magnífico monasterio. Al comienzo se sometió fácilmente a las primeras exigencias de la Orden: pero cuando posteriormente le propusieron materias adicionales para que las observara y que él nunca había leído en la regla ni visto en ninguna parte, comenzó a preguntar modestamente y como le corresponde a un monje por las razones y dijo: “ El Supremo Creador hizo todas las cosas conforme a razón; con su razón El gobierna todas las cosas; aun los planetas se mueven según razón; los elementos son dirigidos por la razón; y nuestra naturaleza deberá conducirse por la razón y la autoridad…. Por esto procura descubrir los procedentes de la regla de San Benito la cual, apoyada de igual manera por la razón y la autoridad, parece estar dictada por el espíritu de todas las personas justas”.

Fueron elegidos dos monjes de la comunidad, de igual fe y erudición, que mediante prolijo examen se preocuparon de descubrir la verdadera intención del fundador de la Orden con el fin de proponerla a los demás------El abad diligentemente procuró inducir a toda la comunidad a dar su consentimiento, pero casi todos se opusieron a aceptar las nuevas reglas, porque estaban demasiado apegados a las antiguas. Sólo dieciocho, entre los cuales estaba Harding, llamado también Esteban, preservando en su santa destinación, junto con el abad, abandonaron el convento declarando que la pureza de la institución no podía ser mantenida en un lugar donde la riqueza y la glotonería luchaban contra los corazones inclinados hacia el bien. Llegaron luego a Citeaux; allí gracias a la ayuda del Arzobispo de Vienne, quien ahora es Papa, iniciaron su labor que es digna de ser recordada y venerada hasta el final de los tiempos.

Cierto es que muchas reglas parecen severas y, en particular, las siguientes: no usan nada que esté hecho de pieles o lino. Sólo usan dos túnicas, pero ninguna vestimenta adicional en invierno. Jamás vuelven a la cama a rezar los maitenes. Disponen la hora de los maitenes de manera que debe amanecer antes de que comiencen las loas. Después
de estos himnos cantan la prima, después de la cual salen a trabajar por varias horas. Completan todo el trabajo o servicio que han de realizar durante el día. Nadie falta jamás al servicio diario, salvo los enfermos. El abad no se permite ninguna indulgencia: está presente en todas partes, siempre atendiendo a su rebaño; sólo que él no come con los demás, sino que comparte su mesa con los extranjeros y los pobres. Nunca se sirven más de dos guisos; carne sólo a los enfermos. Desde los primeros días o Septiembre hasta Semana Santa sólo se sirven comida al día , con excepción del Domingo. Sólo abandonan el convento por razones de trabajo. Jamás hablan salvo con el abad. En su servicio divino usan los cantos e himnos ambrosianos. Mientras que atienden cuidadosamente a los extraños y enfermos ellos infligen insoportables mortificaciones a sus propios cuerpos, por la salud de sus almas.

Pero para resumir brevemente todas las cosas que se pueden decir, los monjes cistercienses son actualmente un modelo para todos los monjes.

Guuillermo de Malmesbury: Crónica

4. La pobreza en la regla de San Francisco de Asis. Capítulo IX. Del pedir limosna.

Procuren todos los frailes seguir la humildad y pobreza de Nuestro Señor Jesucristo y acuérdense que ninguna otra cosa nos es necesaria de todo el mundo, sino que, como dice el Apóstol, teniendo qué comer y con que cubrirnos, con esto nos contentemos. Y deben alegrarse de tratar con personas viles y despreciadas, pobres y flacos, enfermos y leprosos, y los mendigos de los caminos. Y cuando fuere necesario, vayan a pedir limosna. Y no se avergüencen, antes acuérdense que Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo Todopoderoso, puso su rostro como piedra durísima ( a los golpes y afrentas del mundo), ni se corrió de esto y fue pobre y huésped, y vivieron de limosna El y la bienaventurada Virgen, su Madre y sus discípulos.

Y cuando los hombres les avergonzaren y no les quisieren dar limosna, den gracias a Dios, porque de aquellas afrentas que pasan recibirán grande honra ante el tribunal de Nuestro Señor Jesucristo. Y sepan que la afrenta no se imputa a los que la padecen sino a los que la hacen. Y que la limosna es herencia y justicia que se debe a los pobres, la cual nos adquirió Nuestro Señor Jesucristo. Y los frailes que trabajan pidiendo limosna tendrán grande premio y hacen ganar y merecer a los que la dan, porque todo lo que los hombres dejan en este mundo se tornará en nada; más por las caridades y limosnas que hicieron recibirán premio del Señor.

Y confiadamente manifieste un fraile a otro sus necesidades, para hallar lo que necesita y también darlo. Y cada uno cuide y ame a su hermano como la madre cuida y ama a su hijo en las cosas que Dios concediere. El que come no desprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que come. Y cuando sobreviniere necesidad sea lícito a todos los frailes, dondequiera que se hallaren , usar de todos los manjares, como Nuestro Señor dice de David que comió los panes de la proposición, los cuales no era lícito como sino a los sacerdotes. Y acuérdense que dice el Señor: Mirad, pues, por vosotros, no sea que vuestros corazones se carguen con mucho comer y beber, y cuidaos de esta vida y os sorprenda aquel repentino día, pues como lazo caerá sobre todos los que viven sobre la Tierra. De igual modo, en tiempo de manifiesta necesidad provéanse todos los frailes de lo que han de menester como el Señor les diere a entender, porque la necesidad no está sujeta a la ley.

Enciclopedia Labor: El hombre a través del tiempo. Editorial Labor. Barcelona. 1958.



Fuente: De la Jara, Fernando; Duchens, Nancy; Frei R.T; Irene: “Antología de Documentos de Historia Universal”. CPEIP. Lo Barnechea, Santiago de Chile abril de 1991.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muy buen aporte. Me ha sido muy util.

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