Más de 800 mil españoles tienen GLAUCOMA la segunda causa de ceguera en el mundo

El glaucoma o tensión ocular es un trastorno de la visión que afecta ya al 2 por ciento de la población, alcanzando el 5 por ciento en los mayores de 70 años. Consiste en un aumento de la presión del globo que provoca lesiones en el nervio óptico, lo que llega a producir baja visión e incluso la ceguera en el 5 por ciento de los casos. De hecho, es la segunda causa de ceguera mundial y la pérdida de visión que causa es irreversible

Se calcula que en 2010 habrá más de 60 millones de personas en el mundo afectadas de algún tipo de glaucoma, y en diez años más, la cifra pasará a 80 millones. Asimismo, los estudios ponen de manifiesto que serán más propensas las mujeres que los hombres, así como las razas asiáticas. También se conoce que actualmente, unos 4,5 millones de personas en el mundo han perdido la visión por culpa de esta enfermedad, lo que representa al 12 por ciento de las personas ciegas del mundo.

En nuestro país afecta a más de 800.000 españoles. Todavía se desconoce la razón de su aparición que, en ocasiones, afecta incluso a varios miembros de una misma familia, pero lo que sí se sabe es que se trata de una patología infradiagnosticada, ya que la mitad de los afectados desconoce que padece glaucoma.

Ante este panorama tan desolador, autoridades y profesionales médicos intentan concienciar a la población sobre el impacto que tiene en la vida diaria de las personas la disminución de visión provocada por esta patología y la importancia de realizar periódicamente exámenes de la vista que incluyan la evaluación del nervio óptico y la medición de la presión ocular. Por su parte, afectados y familiares, hacen una llamada de atención sobre la necesidad de que este problema obtenga el reconocimiento como enfermedad crónica y neurodegenerativa y reivindican la importancia de mejorar su detección precoz y la atención a los afectados.



¿Qué es el glaucoma?
El glaucoma es una enfermedad que afecta al nervio óptico, que es la parte del ojo que conduce las imágenes que vemos hacia el cerebro. Produce una pérdida del campo visual periférico que no influye en la visión central hasta las fases finales. Aunque existen varios tipos de glaucoma, los más frecuentes son dos: el glaucoma crónico de ángulo abierto y el glaucoma agudo de ángulo cerrado.

El glaucoma crónico de ángulo abierto es el más común. Muchas personas no saben que lo tienen porque al principio no produce ningún síntoma, por ello, cuando empiezan a notar puntos ciegos en la visión, el daño del nervio óptico ya es importante. Este tipo de presión ocular es más frecuente a partir de los 60 años.

Por otro lado, el glaucoma agudo de ángulo cerrado, es un tipo de glaucoma en el que el ojo enrojece, duele mucho y la visión es borrosa. Además, puede presentarse con náuseas, vómitos, cefalea y brillos alrededor de las luces, por ello, su diagnóstico suele ser más fácil y temprano.

Aunque se desconocen las causas por las que se origina este trastorno visual, los estudios que se han realizado al respecto señalan que la edad, los antecedentes familiares y la presión arterial elevada son algunos de los factores de riesgo más importantes en el desarrollo de esta patología.



Una enfermedad asintomática
La presión ejercida en el globo ocular no provoca, en general, sintomatología, lo que provoca, tal y como alertan los médicos, que el 50 por ciento de los pacientes con glaucoma estén todavía sin diagnosticar, por lo que es necesario concienciar a la población sobre la importan de la salud de los ojos y la necesidad de someterse a un examen ocular completo para ayudar a un diagnóstico precoz con el fin de preservar nuestra visión en el futuro.

"El glaucoma es una enfermedad sin síntomas al principio, pero a medida que avanza, puede causar ceguera irreversible y afectar la capacidad de una persona para llevar a cabo las tareas cotidianas de una manera espectacular", explica Clive Migdal, presidente de la Sociedad Europea de Glaucoma, que añade que “esta enfermedad también puede motivar "un caminar más lento, caídas y provocar situaciones de conducción complicadas, que pueden llegar a disminuir el grado de libertad que los pacientes disfrutaban antes de padecer la enfermedad".

Teniendo en cuenta que la pérdida de visión ocasionada por el glaucoma "es permanente, éste debe ser diagnosticado y tratado adecuadamente lo más pronto posible", recalca el especialista, que explica que la mayoría de la población no conoce las consecuencias que puede ocasionar el glaucoma, ni entienden que con una detección precoz se podría reducir su impacto.

En este contexto, las asociaciones de pacientes consideran prioritario que se intensifiquen estas medidas de control, sobre todo, en los grupos de mayor riesgo, como son las personas de más edad (aunque no es una enfermedad de mayores, el riesgo de padecerla se incrementa con la edad); aquellos con historia familiar de glaucoma; con cifras de presión arterial alta; o con la presión intraocular elevada.



Examen oftalmológico
Tanto el oftalmólogo como el optometrista pueden medir la presión intraocular en la cámara anterior del ojo mediante un simple e indoloro procedimiento denominado tonometría. Las mediciones que superan los 20-22 mmHg indican un riesgo de glaucoma.

Sin embargo, cada ojo tiene una configuración distinta, lo que permite este trastorno a presiones consideradas "normales". Los especialistas deben realizar siempre varias mediciones para diagnosticar un problema de glaucoma, ya que es posible que éste pase desapercibido y no se trate, o bien se intente curar a pesar de no representar un problema (falso positivo).

Ante la duda, el examen con un oftalmoscopio, un instrumento que estudia el interior del ojo, puede revelar cambios causados por la enfermedad, visibles en el nervio óptico. Otras veces, los especialistas utilizan una lente especial para observar los canales de salida (gonioscopio). Además, el glaucoma causa una pérdida de la visión periférica o puntos ciegos en el campo visual, por lo que se pide al paciente que mire de frente, hacia un punto central, e indique cuándo es capaz de apreciar un haz de luz.

Por último, los expertos recuerdan que ante un ojo dañado por una infección, inflamación, tumor, catarata o cualquier trastorno ocular que interfiera con el drenaje de la cámara anterior, también puede aparecer un glaucoma, en este caso, denominado reactivo o secundario, y que es más difícil de diagnosticar.



¿Medicación o cirugía?
El glaucoma es una enfermedad crónica que no se cura, pero se puede controlar con un tratamiento adecuado. Éste tiene el objetivo de reducir la presión intraocular. Normalmente se utilizan medicamentos que se administran bien por vía oral o tópica. Lo más frecuente es optar por los tópicos, que son gotas oculares (colirios) que o aumentan la secreción de líquido del ojo o disminuyen la cantidad de líquido producido en el ojo.

Las personas con glaucoma crónico tienen que tomar la medicación todos los días de su vida. El olvidar la medicación podría producir una perdida de la visión. Además, siempre que otro facultativo prescriba una nueva medicación hay que informar al médico que padecemos un glaucoma para evitar aquellos fármacos que puedan favorecerlo.

En casos avanzados o en aquellos en que el tratamiento médico es insuficiente o no es bien tolerado puede ser necesario una intervención quirúrgica o el uso de una técnica láser. Ésta última, denominada trabeculoplastia, es un tratamiento ambulatorio que se realiza en pocos minutos pero sólo es útil en pacientes mayores y, en muchos casos, desaparece su efecto al cabo de un tiempo.

Respecto al tratamiento quirúrgico, existen varias técnicas para el glaucoma, y el oftalmólogo es quien debe aconsejar la más adecuada a cada caso. La más empleada es la trabeculectomía, ya sea perforante o no perforante, que consiste en buscar una nueva salida de humor acuoso del ojo hacia el exterior. Esta técnica puede hacerse con anestesia tópica, sólo con gotas anestésicas, y tiene una duración de unos 30 minutos.

Tras la intervención, los expertos recuerdan que durante las primeras semanas se deben evitar esfuerzos físicos y debe utilizarse un colirio antiinflamatorio. Además, hay que acudir con frecuencia a la consulta del oftalmólogo para comprobar que la salida del humor acuoso se realiza correctamente por la nueva vía y que su presión ocular se ha normalizado. Con las técnicas actuales las complicaciones tras una intervención son escasas y pueden resolverse en los primeros días tras la cirugía. La peor complicación es la pérdida del efecto de la trabeculectomía, lo que supondría que la presión siguiera siendo alta.


fuente: http://www.saludalia.com

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