Investigaciones en Malawi y Tanzanía prometen buenos resultados en prevención del VIH e infecciones de transmisión sexual

Prevalencia del VIH disminuyó un 60% en niñas que recibieron pagos en efectivo en un programa piloto en Malawi.
Predominio de infecciones de transmisión sexual (ITS) se redujo un 25% en adultos que calificaron para un estímulo de US$60 en un estudio en Tanzanía.
Investigaciones sugieren que transferencias de efectivo deberían ser exploradas en mayor escala para prevenir el VIH y las ITS.

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La comunidad mundial apuntó durante años a un cambio de comportamiento como clave para luchar contra la epidemia del VIH en el mundo. Pero hasta ahora la estrategia ha tenido sólo un éxito limitado en la reducción de contagios de este virus en los países en desarrollo.

La frustración se hace evidente especialmente en África al sur del Sahara, que cuenta con dos tercios de todas las infecciones en el mundo y un porcentaje igualmente alarmante de nuevos contagios en adultos. Las mujeres y niñas, en particular, están en mayor riesgo debido en parte a los desafíos biológicos, sociales y económicos que enfrentan.

Los economistas del Grupo de investigaciones sobre el desarrollo del Banco Mundial están intentando cambiar esta situación. Ya existen dos extensas pruebas aleatorias con incentivos en efectivo que se muestran prometedoras en cuanto a la reducción de infecciones de transmisión sexual en Tanzanía y Malawi. Si estos novedosos estudios demostraran una eficacia comparable en mayor escala, podrían ayudar a frenar la epidemia del VIH.

“Ambos estudios salen de los esquemas establecidos pero al mismo tiempo se basan en métodos rigurosos de evaluación experimental”, dice Adam Wagstaff, director de investigaciones del equipo de Desarrollo Humano en el mencionado grupo.

“Están utilizando estímulos en efectivo para convencer a las personas de cambiar su comportamiento de una manera que los beneficie a mediano plazo. Los primeros resultados son alentadores y sugieren que la idea de usar incentivos como herramienta para la prevención del VIH deberá ser explorada y probada más a fondo".

El estudio de Malawi

Las investigaciones se basan en programas de “transferencias monetarias condicionadas”, que usan los pagos en efectivo para alentar buenas conductas como la de asistir a la escuela o recibir servicios de salud básicos.

Estos estudios muestran, por ejemplo, que un programa de este tipo denominado Oportunidades, realizado en México y financiado en parte por el Banco Mundial, tuvo como resultado una mejor educación y asistencia médica para familias pobres que recibieron pagos mensuales.

De modo parecido, el programa de Malawi otorgaba a niñas y jóvenes de 13 a 22 años y a sus padres la cantidad de US$15 al mes si las jóvenes concurrían a la escuela de modo regular.
Un grupo de control, sin embargo, no recibió ninguna recompensa en efectivo por su educación. Un total de 3.796 alumnas solteras de Zomba, un distrito del sur de este país, participó en el estudio.

Un año después, tal como ocurrió en el programa mexicano, más niñas del grupo que recibió dinero (95%) que del grupo de control (89%) habían permanecido en las aulas.

Pero hubo también un descubrimiento inesperado: 18 meses después de comenzado el programa en enero de 2008, los datos de biomarcadores revelan que las tasas de infección por el VIH en niñas que recibieron efectivo fueron del 1,2% en contraposición con el 3% del grupo de control.

Esto se traduce en una reducción de prevalencia del 60%. Las jóvenes del grupo que recibió incentivo monetario presentaron además tasas inferiores de infección por el virus del herpes simple tipo 2, causa común del herpes genital (0,7% contra 3%).

Estos hallazgos se mantienen incluso para un tercer grupo de niñas que recibieron dinero en efectivo sin tener que asistir a la escuela o cumplir con otros requisitos.

La clave para detener el sida “el efecto ingreso”

¿Cómo sucedió esto? La clave parece ser un “efecto del ingreso” sobre el comportamiento sexual de mujeres jóvenes que reciben pagos en efectivo.

Un año después de comenzado el estudio, las niñas que recibieron incentivos no sólo tenían menos relaciones sexuales, sino que cuando las tenían, tendían a elegir parejas más seguras, dice Berk Özler, economista principal del Grupo de investigaciones sobre el desarrollo, quien condujo el estudio con Sarah Baird de la Universidad George Washington y con Craig McIntosh de la Universidad de California en San Diego. De hecho, la tasa de infección en esas parejas se estima que es la mitad de la del grupo de control.

Las transferencias monetarias pueden haber llevado a una reducción del así denominado “sexo transaccional”.

Al comenzar la investigación, una cuarta parte de las participantes sexualmente activas dijo que había comenzado a mantener relaciones porque “necesitaba ayuda de su pareja” o “quería regalos/dinero”.

Mientras tanto, entre las estudiantes sexualmente activas del grupo de control, el 90% dijo que recibía un promedio de US$6,50 por mes en concepto de regalos o efectivo de sus parejas. Tales “regalos” son importantes dado que el producto interno bruto (PIB) del país per cápita fue de US$287,5 en 2008.

Un año más tarde, las estudiantes que recibían pagos del mencionado programa parecían evitar a los hombres mayores, quienes tienden a ser más ricos y tienen muchas más probabilidades de tener el virus VIH que los hombres en edad escolar. Las parejas sexuales eran dos años mayores en promedio que las niñas, comparadas con los tres años del grupo de control.

“El programa aumentó inmediatamente los ingresos de muchas niñas pobres y sus familias así como invirtió en su salud y educación” señala Özler. “Este tipo de planes podría convertirse en parte importante de las estrategias efectivas de prevención del VIH”.

La iniciativa de dos años de duración, que ha costado alrededor de US$2 millones hasta ahora, es financiada por la Red Mundial para el Desarrollo, la Fundación Bill y Melinda Gates, fondos del Banco Mundial como el Programa Conocimientos para el Cambio, el Fondo español de evaluación de impacto, el Presupuesto de apoyo a la investigación del Banco, entre otros.

El estudio de Tanzanía

La investigación de Tanzanía fue diseñada con el fin de ampliar directamente las transferencias condicionadas para fomentar la prevención de las enfermedades de transmisión sexual, pero difiere de los programas tradicionales en dos aspectos.

En primer lugar, los participantes no eran jóvenes sino adultos. En segundo lugar, no se les pagaba a estos para que hicieran algo sino para que no lo hicieran: mantener relaciones sexuales sin protección.

Específicamente, la prueba controlada aleatoria por un valor de US$1,8 millones sólo realizaba pagos a quienes presentaban resultados negativos en las pruebas de un grupo de enfermedades comunes de transmisión sexual. El dinero en efectivo de hasta US$60 por persona durante 12 meses fue de gran ayuda en muchos hogares. El ingreso nacional bruto per cápita era de US$496,4 en 2008 y la renta anual promedio de quienes tomaron parte en el estudio ascendió a la mitad de ese monto.

Y dio resultado. Un año más tarde, de los 2.399 jóvenes del sudoeste de Tanzanía, sólo al 9% de los participantes que reunían los requisitos para recibir la asignación de US$60 se les detectaron las infecciones. En tanto que la tasa fue del 12% en un grupo de control que no recibió pagos.

Esa reducción del 25% puede hacer que valga la pena ampliar el programa a otros lugares y en mayor escala, dice Damien de Walque, economista principal del Grupo de investigaciones sobre el desarrollo del Banco Mundial.

Walque condujo el estudio con Will Dow de la Universidad de California en Berkeley y con Rose Nathan del Instituto de Salud de Ifakara en Tanzanía.

Para registrar mejor el efecto del programa, los investigadores eligieron una media docena de enfermedades de transmisión sexual curables como indicadores de un comportamiento sexual riesgoso. Fueron incluidas: clamidia, gonorrea, tricomonas, micoplasma genital y sífilis. Como el VIH, estas enfermedades se transmiten mediante relaciones sexuales riesgosas.

Los expertos no relacionaron los casos de VIH a los pagos en efectivo debido a cuestiones éticas. Además, la zona del estudio tiene una tasa anual de nuevas infecciones del 0,6% que podría dificultar el registro de diferencias estadísticas.

El proyecto fue financiado por el Banco Mundial, su Fondo español de evaluación de impacto y la Fundación William y Flora Hewlett a través de la Oficina de Referencia de Población, un organismo sin fines de lucro.

Los pagos de efectivo finalizaron en mayo y los investigadores volverán a realizar las pruebas a las participantes el año próximo para ver si la tasa de infección del grupo que recibió dinero se mantiene sin los incentivos.

Ellos eligieron los distritos de Kilombero y Ulanga en Tanzanía porque sus tasas de infección están por encima del promedio para África.

Los residentes de estas zonas están conscientes del VIH/SIDA, en parte porque viven cerca de una autopista principal, donde la migración y la movilidad se han convertido en una vía importante de transmisión del virus en Tanzanía y África oriental.

Los investigadores se asociaron con el Instituto de Salud de Ifakara, que administra un sistema de vigilancia de la salud y de la población y otras operaciones en la zona. Este centro ayudó a inscribir a unas 2.399 personas de 10 aldeas de los distritos, la mayoría de 18 a 30 años, un grupo considerado de alto riesgo para infecciones de transmisión sexual.

Los equipos médicos eran enviados durante una semana a cada aldea cada cuatro meses. Un grupo explicaba el proyecto a los participantes, obtenía su consentimiento, tomaba muestras y realizaba entrevistas y el otro informaba los resultados del laboratorio dos semanas después en entrevistas privadas, cara a cara. Las muestras y resultados se marcaron con código de barras, en lugar de nombres, para proteger la privacidad.

Todos los participantes obtuvieron asesoramiento y tratamiento gratuito, como antibióticos, pero sólo recibieron pagos los que consiguieron resultados negativos en el grupo participante en el estudio. Los que lograron resultados positivos la primera vez pero negativos después de cuatro meses también recibieron incentivos monetarios.

Se produce un cambio: la mitad del grupo que recibía estímulos monetarios cumplía los requisitos para percibir US$30 por año y la otra mitad US$60. El estudio comprobó que el grupo de US$30 aún tenía la misma tasa de infección que el grupo de control que no recibía pagos. Y no es sorprendente que el programa sea más eficaz para las personas de las zonas rurales y más pobres.


fuente: Banco Mundial

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