Argentina abre sus brazos al papa Francisco


   Miles de argentinos salieron a las calles con banderas, cánticos y  tocando bocinas para festejar la elección del papa Francisco, el primer sumo pontífice no europeo desde el año 700, el primer latinoamericano y, por supuesto, el primer argentino.

Sus compatriotas guardan la imagen del cardenal Jorge Mario Bergoglio, como la de un hombre que caminaba por las calles, viajaba en autobús y en el subterráneo, siempre vestía sus ropas gastadas, tomaba mate con los más humildes, vivía sin privilegios y siempre repetía una frase….”recen por mí”.

No necesariamente es esa la imagen que de él se guarda desde el kichnerismo.

Tuvo diferencias con todos los gobiernos desde 1983 con el regreso de la democracia, y se profundizaron con el presidente Néstor Kirchner y la actual mandataria Cristina Fernández de Kirchner, a quienes les cuestionó su estilo político.

De ellos se distanció aún más cuando el gobierno impulsó en 2010 las leyes de matrimonio homosexual con adopción de niños, la legalización del aborto.

Cristina Fernández le acusó de “ser el verdadero líder de la oposición”. Luego, hasta lo denunció ante la justicia por haber colaborado supuestamente con el robo de bebés en los centros clandestinos de detención de la dictadura militar entre 1976 y 1983, y por el secuestro y desaparición de dos sacerdotes jesuitas. Sin embargo, tales acusaciones nunca pudieron comprobarse.

En las últimas horas, durante un acto público de presentación de obras, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, lo felicitó, intentó sentar posición y confirmó que viajará al Vaticano a la asunción del Papa a quien pidió medidas concretas.

Sus origenes y su vida humildes

Francisco siempre fue un hombre sencillo, hijo de un obrero ferroviario y de una ama de casa, tuvo 5 hermanos, se graduó como técnico químico e ingresó a la carrera religiosa a los 15 años. Está doctorado en Filosofía y Teología y fue profesor y rector de la Universidad del Salvador en Buenos Aires, antes de asumir sus cargos clericales.

Austero, humilde y con profundos principios, siempre estuvo vinculado a los sectores de la sociedad más pobres. Ese “estilo” de vida y esa imagen lo convirtieron en un hombre respetado y admirado.

Fue líder de la iglesia Católica argentina durante más de una década, como obispo y luego como cardenal, imponiendo su carácter, personalidad e inteligencia.

Su perfil es el de un sacerdote jesuita, reconocido como “un pastor del pueblo” que llevó la Iglesia a las calles, parques, estaciones de transportes y a las barriadas más humildes.

Luchó duramente contra la trata de personas, la prostitución,  la droga, el trabajo esclavo, la violencia y criticó con dureza a las clases políticas y dirigentes.

Sus amigos del barrio de Flores, al sur de la ciudad de Buenos Aires, donde nació, vivió se infancia y su adolescencia, lo recuerdan con cariño.

“Lo tuvimos siempre como una persona de una cultura, estudio y humildad increíble", recuerda Osvaldo Gómez. "Tenía una frescura muy especial con su gente.

Un hombre muy ubicado, leal y modesto. Nunca cambió. Su familia era muy decente, abnegada y buena gente. Es muy loable lo que ha hecho porque lo ha hecho solo”, terminó.


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