Misa del Pontífice a Santa Marta. La nobleza del llanto


Misa del Pontífice a Santa Marta.

La nobleza del llanto

Ser pecadores no es un problema. Lo es más bien no arrepentirse de haber pecado, no sentir vergüenza por lo que se ha hecho. El Papa Francisco —en la homilía del viernes 17 de mayo, por la mañana, en Santa Marta— recorrió la historia de los encuentros de Pedro con Jesús, proponiendo una lectura especial de cada uno de ellos. Jesús —destacó el Papa—, «entrega su rebaño a un pecador», Pedro. «Pecador, pero no corrupto», precisó inmediatamente, casi queriendo dar mayor fuerza a lo que estaba por decir dirigiéndose a los participantes en la celebración matutina: «Pecadores, sí, todos. Pero corruptos, no». Es peor ser corruptos que pecadores.
El Pontífice maduró esta reflexión comentando las lecturas del día (Hechos de los apóstoles 25, 13-21 y Juan 21, 15-19), destacando sobre todo el diálogo de amor que tiene lugar entre Pedro y Jesús a través de sus frecuentes encuentros después del primer “Sígueme”, «cuando su hermano Andrés —recordó el Papa— le condujo hasta Jesús», quien después de mirarlo «dijo: “¿Tú eres Simón?”. “Desde ahora te llamarás Cefas, Piedra”». Era el inicio de una misión —explicó—, aunque «Pedro no había entendido nada, la misión existía».
Luego volvió a proponer los numerosos encuentros de los que habla el Evangelio, como por ejemplo «cuando Jesús hace el milagro de la pesca; cuando Pedro dice a Jesús: “Yo soy pecador”, en un encuentro, y le dice también “aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”. Luego, otro encuentro con Jesús, cuando Jesús habla de la Eucaristía, ¿no?, comer el pan, Su Cuerpo, y algunos se alejaban, porque no comprendían», era un discurso «que no les gustaba». A quienes permanecieron, «Jesús pregunta: “¿También vosotros queréis marcharos?”. Y Pedro dice: “Pero… Señor, sólo Tú tienes palabras de vida eterna”».
El Santo Padre prosiguió luego con la descripción de los diversos encuentros entre el Señor y los discípulos, hasta el momento en que se entrecruzan de nuevo las miradas de Jesús y de Pedro, después de que este último, como lo había previsto el maestro, lo negó tres veces. «Esa mirada de Jesús, tan bella —dijo el Papa—, ¡tan bella! Y Pedro llora». Esta «es la historia de los encuentros» durante los cuales Jesús forja en el  amor el alma de Pedro.
Ese amor por el que Pedro llora cuando Jesús, en otro encuentro, «le pregunta tres veces: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”». Cada vez que Jesús repite esta pregunta a Pedro vuelve a su mente el hecho de la negación, cuando dijo no conocerlo «y se avergüenza. La vergüenza de Pedro, ¿no?».
En resumen, este Pedro «es un hombre grande. Pecador: pecador. Pero el Señor le hace sentir, a él y también a nosotros, que todos somos pecadores» y que «el problema no es ser pecadores», sino «no arrepentirse del pecado, no tener vergüenza de aquello que hemos hecho. Ese es el problema». Pero Pedro siente esta vergüenza, esta humildad, ¿no? El pecado...».
Pedro tenía un corazón grande, y esto «le conduce a un encuentro nuevo con Jesús, a la alegría del perdón, esa tarde, cuando lloró». El Señor no retrocede acerca de lo que había prometido, es decir, «“Tu eres piedra”, y también en este momento le dice: “Apacienta mis ovejas”» y entrega su rebaño a un pecador. «Pedro —precisó el Obispo de Roma— era pecador, pero no corrupto, ¿eh? Pecadores, sí, todos: corruptos, no».
Luego, el Papa Francisco contó, como sucede a menudo durante estas celebraciones matutinas, un episodio de su propia vida: «Un vez me enteré que un sacerdote, un buen párroco que trabajaba bien, había sido nombrado obispo, y él tenía vergüenza porque no se sentía digno, padecía un tormento espiritual. Y fue al confesor. El confesor le escuchó y luego le dijo: “No te asustes. Si con el comportamiento que tuvo Pedro, le nombraron Papa, tú sigue adelante”.  El Señor es así. El Señor nos hace madurar a través de muchos encuentros con Él, incluso con nuestras debilidades, cuando las reconocemos; con nuestros pecados. Él es así, y la historia de este hombre que se dejó modelar a través de numerosos encuentros con Jesús, nos sirve a todos nosotros, porque estamos en el mismo camino, siguiendo a Jesús para vivir el Evangelio. Pedro es un grande, pero no porque sea doctor en esto o porque sea bueno por haber hecho esto otro... No: es un grande, es noble, tiene un corazón noble, y esta nobleza le conduce al llanto, le lleva al dolor, a la vergüenza, pero también a acoger su trabajo de apacentar el rebaño».
Este hombre que se encuentra con el Señor es un ejemplo para todos, dijo el Papa Francisco concluyendo, quien «lo purifica, lo hace madurar» precisamente con estos encuentros. «Pidamos que nos ayude también a nosotros a seguir adelante buscando al Señor y a encontrarlo. Pero más que esto, es importante dejarse encontrar por el Señor: Él siempre nos busca, Él siempre está a nuestro lado. Pero muchas veces, nosotros miramos hacia otra dirección porque no tenemos ganas de hablar con el Señor o de dejarnos encontrar por el Señor: esto es una gracia. He aquí la gracia que nos enseña Pedro. Pidamos hoy esta gracia».
Participaron en la celebración de esta mañana, entre otros, el tercer grupo de empleados de los Museos Vaticanos y los encargados del Servicio de seguridad de los lugares de trabajo del Vaticano, acompañados por el arquitecto Pierpaolo di Mattia.




fuente: http://www.osservatoreromano.va/portal/dt?JSPTabContainer.setSelected=JSPTabContainer%2FDetail&last=false=&path=/news/vaticano/2013/113q13-Messa-del-Pontefice-a-Santa-Marta-La-nobilt.html&title=La%20nobleza%20del%20llanto&locale=es

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