«Intelectuales sin talento,«eticistas» sin bondad, portadores de bellezas de museo»: éstas son las categorías de «hipócritas que tanto reprende Jesús». Las indicó el Papa Francisco en la misa del miércoles 19 de junio, por la mañana, en la capilla de la Domus Sanctae Marthae, deteniéndose en la hipocresía, que existe también en la Iglesia, y en el daño que produce.

La gracia de la alegría y de la magnanimidad

«Intelectuales sin talento,«eticistas»  sin bondad, portadores de bellezas de museo»: éstas son las categorías de «hipócritas que tanto reprende Jesús». Las indicó el Papa Francisco en la misa del miércoles 19 de junio, por la mañana, en la capilla de la Domus Sanctae Marthae, deteniéndose en la hipocresía, que existe también en la Iglesia, y en el daño que produce. Concelebraron, entre otros, el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los obispos, y el arzobispo Vincenzo Paglia, presidente del Consejo pontificio para la familia, quienes acompañaban a dos grupos de oficiales y colaboradores de los respectivos dicasterios.
El Pontífice recordó en la homilía que «el Señor en el Evangelio habla numerosas veces de la hipocresía» y «contra los hipócritas», enumerando los tres episodios más significativos. El primero cuando los fariseos quieren poner a prueba a Jesús preguntando si era lícito pagar los impuestos al César (Mateo 22, 15-22); el segundo cuando los saduceos le presentan el caso de la mujer que enviudó siete veces (Mateo 22, 24-30). De estos primeros episodios, según el Papa, emerge una categoría específica de hipócritas; aquellos que «iban por el camino de la casuística» y, de este modo, «querían hacer caer a Jesús en una trampa».
 La tercera vez que se hace referencia a los hipócritas —de modo «más fuerte aún», indicó el Santo Padre— es en el capítulo 23 del Evangelio de Mateo, cuando Cristo se dirige a los escribas y fariseos con una llamada que el Pontífice resumió así: «Hipócritas, vosotros que no entráis en el Reino de los cielos, no dejáis entrar a los demás; hipócritas que alargáis las filacterias y agrandáis las orlas del manto». Esta tipología de hipócritas, según el Papa Francisco, se clasifica en una segunda casuística: la de los que van por el camino de los preceptos, a través de «tantos preceptos que hacen que la Palabra de Dios no parezca fecunda»; y «también por el camino de la vanidad», las filacterias y las orlas. «Se hacen vanidosos y acaban siendo ridículos», comentó.
 En conclusión, «los primeros —resumió sus pensamientos el Santo Padre— son los hipócritas de la casuística, son los intelectuales de la casuística», que «no cuentan con la inteligencia de encontrar y explicar a Dios»; permanecen sólo en la «casuística: hasta aquí se puede, hasta aquí no se puede». Son «cristianos intelectuales sin talento» —dijo actualizando el discurso—. Los segundos en cambio son los de los preceptos, que «llevan al pueblo de Dios por un camino sin salida. Son «eticistas» sin bondad. No saben lo que es la bondad. Son «eticistas»: se debe hacer esto, esto, esto... Llenan de preceptos» pero «sin bondad». Se adornan con «mantos, con tantas cosas para aparentar ser majestuosos, perfectos»; y sin embargo «no tienen sentido de la belleza. Llegan sólo a una belleza de museo».
 Pero «la historia no se acaba» —advirtió el Papa Francisco—. En el Evangelio del día (Mateo 6, 1-6. 16-18) «el Señor habla de otra clase de hipócritas, quienes se mueven en ámbito sacro». Este caso es el más grave —advirtió—, porque roza el pecado contra el Espíritu Santo. «El Señor habla de ayuno, oración y limosna —dijo—: los tres pilares de la piedad cristiana, de la conversión interior que la Iglesia nos propone a todos en Cuaresma. Y en este camino están los hipócritas, que presumen al hacer ayuno, al dar limosna, al rezar. Pienso que cuando la hipocresía llega a ese punto, en la relación con Dios estamos bastante cerca del pecado contra el Espíritu Santo. Éstos no saben de belleza, no saben de amor, no saben de verdad; son pequeños, viles».
Sin embargo no todo está perdido. Una ayuda para emprender «el camino contrario» viene de lo que dice Pablo en la primera lectura (2 Corintios 9, 6-11). El apóstol, en efecto, «nos habla de largueza, de alegría —prosiguió el Santo Padre—. Todos hemos tenido la tentación de la hipocresía. Todos. Todos los cristianos. Pero todos tenemos también la gracia, la gracia que viene de Jesucristo, la gracia de la alegría, la gracia de la magnanimidad, de la largueza». Pues bien, si «el hipócrita no sabe lo que es la alegría, no sabe lo que es la largueza, no sabe lo que es la magnanimidad», Pablo nos indica un camino alternativo hecho precisamente «de alegría, largueza y magnanimidad».
 De aquí la referencia del Papa Francisco «a la hipocresía en la Iglesia». «¡Cuánto mal nos hace a todos!» —exclamó—. Incluso porque «todos nosotros tenemos la posibilidad de convertirnos en hipócritas». Por ello el Pontífice invitó a pensar en Jesús, «que nos habla de rezar en lo secreto, perfumar la cabeza el día del ayuno y no tocar la tromba cuando hacemos una obra buena». En esto, en la oración —aseguró citando la parábola de Jesús del Evangelio de Lucas (18, 9-14)—, «nos hará bien la imagen tan bella del publicano: ten piedad de mí, Señor, que soy un pecador. Y esta es la oración que nosotros debemos hacer todos los días, con la conciencia de que somos pecadores, con pecados concretos, no teóricos», —exhortó.

En la misma parábola, por lo demás, hay otra actitud que se debe evitar, la del fariseo, que el Papa resumió así: «Pero Señor, yo hago esto, estoy en esta asociación... No funciona». Al contrario —concluyó— «pidamos al Señor que nos salve de toda hipocresía y nos dé la gracia del amor, de la largueza, de la magnanimidad y de la alegría».



fuente: http://www.osservatoreromano.va/portal/dt?JSPTabContainer.setSelected=JSPTabContainer%2FDetail&last=false=&path=/news/vaticano/2013/140q13-Messa-del-Papa-a-Santa-Marta-La-grazia-dell.html&title=La%20gracia%20de%20la%20alegr%C3%ADa%20y%20de%20la%20magnanimidad&locale=es

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