Discurso de despedida del senado de Jovino Novoa

Después de dieciséis años en el parlamento, obviamente uno deja esta función con sentimientos encontrados. La primera es cierta tristeza, no por la decisión tomada -decidí hace un par de años el no repostularme y no me arrepiento de la determinación- sino porque sé que con el tiempo va a venir nostalgia, se va a echar de menos esta Sala de la Cámara Alta.

También, legítimo orgullo de haber pertenecido a una institución tan importante como es el Senado; un sentimiento de haber cumplido con lealtad, con esfuerzo y con  la mejor intención las tareas que me encomendó la ciudadanía.

Además, mucha gratitud. Gratitud hacia los electores de Santiago Poniente que me eligieron en dos oportunidades.

Gratitud a la Unión Demócrata Independiente (UDI) que me permitió ocupar el lugar de Jaime Guzmán.

Gratitud a todos los senadores, con quienes compartimos momentos muy importantes en nuestro país y, por cierto, gratitud hacia todos los funcionarios del Senado que siempre nos han colaborado, y particularmente yo me sentí muy apoyado por todos ellos y agradezco además el gran honor que tuve cuando fui electo presidente del Senado.

Me voy también con un sentimiento de confianza. Confianza en nuestro país y en las instituciones. Confianza en que la democracia, el diálogo, el respeto a los derechos, a los derechos humanos, a los derechos políticos y al Estado de Derecho, es lo que hace que Chile sea un país que se distingue en el concierto de América Latina.

Quisiera detenerme brevemente en estos últimos conceptos:

Confianza en Chile; creo que si miramos la historia estos últimos treinta años, han sido probablemente los treinta años más fructíferos de la historia de Chile y, de hecho, hay estudios e índices sobre esa materia. Treinta años que se traducen no en el PIB, no tanto en el crecimiento, como sí en la posibilidad que ha tenido Chile de darle acceso a la educación, a la educación superior a cientos de miles de jóvenes, a contar con una vivienda digna, a posibilitar el trabajo digno y estable.

Cuando uno mira el crecimiento y el desarrollo del país, no puede quedarse solo en las cifras. Tiene que mirar a los seres humanos que hay detrás de eso.

¿Y por qué esa confianza? Porque tengo el convencimiento de que nuestro país no se distingue tanto por las acertadas decisiones que se puedan tomar en el ámbito económico o en el ámbito administrativo, sino que quizás la causa, la razón de por qué hemos podido tener un ciclo virtuoso ya de tanto tiempo, está en la institucionalidad política.

Y creo que ahí está la clave. Creo que eso es lo que nos distingue de otros países de América Latina que, a lo mejor teniendo la misma capacidad humana, más recursos que nosotros, no logran solucionar los problemas de sus habitantes, porque les falta esa institucionalidad política que nosotros tenemos.

Lo único que me preocupa es que dentro de ese ciclo tan virtuoso, veinte años fueron gobernados por la Concertación y a veces veo que hay algunos que no se sienten orgullosos de lo que han hecho, que no les dan valor a ese trabajo. Y muchas veces aparece como que Chile está en un momento de crisis y que hay que cambiar todo.

Los países tienen que estar en constante evolución y perfeccionamiento, pero no creo que sea prudente, ni justo desechar todo lo que se ha hecho, repudiar todo lo que en su momento se construyó con tanto sacrificio y pretender construir de cero. Los países crecen cuando van evolucionando.

En ese sentido, espero que el próximo Gobierno mire con orgullo lo que han hecho los cinco Gobiernos anteriores, cuatro de los cuales fueron del mismo signo que el que comienza a gobernar el próximo martes.

Y con respecto a la fortaleza de las instituciones, quiero repetir en algo lo que dije cuando asumí la presidencia del Senado.

Soy un convencido de que la grandeza de las instituciones se apoya, más que en ningún otro valor, que en el respeto. Y en el Senado es clave el respeto a la Constitución, a la ley, a nuestro Reglamento, a nuestras tradiciones, a la forma en que nosotros durante décadas, siglos, hemos sabido llevar la política.

El respeto consiste no solo en tolerar la diversidad de los miembros, sino que en valorar la diversidad. El respeto exige no atribuirse jamás una falsa superioridad moral, imputando a las opiniones de los otros una doble intención. El respeto obliga a actuar sin dobleces, con la verdad, aunque a veces sea dura y no hay que pretender que uno es dueño de ésta, pero sí debe tener el convencimiento de que actúa con la verdad.

Creo firmemente que si se pierde el respeto entre nosotros, al final se le pierde el respeto a la institución. Y el Senado es una institución muy importante en la república como para que nosotros arriesguemos a que se pierda el respeto al Senado.

Para finalizar quisiera compartir una experiencia personal: siempre he sido muy claro en defender mis posiciones. He tenido muchas veces debates con quienes piensan distinto. Pero en dieciséis años he llegado a tener muchos amigos entre los que piensan distinto. Y eso es muy valioso.

Y a todos, especialmente a mis amigos, les doy las gracias. Y le doy las gracias a mi bancada, ellos saben que yo no me voy, voy a estar llamando de Santiago, molestando. La realidad es que me voy del Senado, pero no de la política, porque creo que la política es una labor muy noble, y hay que mantenerla.


Finalmente quiero agradecer a mi familia y hacer un homenaje a las familias de todos los senadores, de todos los políticos, porque realmente ellos son los que tienen que sufrir la parte más ingrata de nuestra labor.

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