Investigación del INIA permitió detectar producción de vinos con variedad Bonarda en Río Puelo: En los alrededores del lago Puelo, en un parque natural llamado Tagua Tagua en la región de los Lagos, se descubrió la presencia de una parra asilvestrada enrollada a un ciprés milenario.



Foto INIA 

Investigación de INIA permitió detectar producción de vinos con variedad Bonarda en Río Puelo


El hecho fue destacado por el medio especializado The Drink Business y está causando revuelo internacional. La caracterización de esta variedad se suma a otros importantes descubrimientos de INIA de vides viníferas en Chile.
Por  Federico Bierwirth, periodista INIA La Platina 
En los alrededores del lago Puelo, en un parque natural llamado Tagua Tagua en la región de los Lagos, se descubrió la presencia de una parra asilvestrada enrollada a un ciprés milenario. Un hallazgo que no dejó indiferente a nadie, no sólo por la peculiaridad del hecho, sino por las características de esta vid, la cual podría ser utilizada para elaborar vinos de excelente calidad. De esta manera, el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) no tardó en hacerse presente para analizar esta planta y realizar un perfil de ADN que entregara más antecedentes sobre su origen y principales atributos.
El investigador Patricio Hinrichsen, quien además es Subdirector de I+D del Centro Regional INIA La Platina, lideró el trabajo de análisis genético de la exótica parra. Los exámenes de laboratorio identificaron a la vid como ‘Douce Noire’ o ‘Bonarda’, una variedad que no está comúnmente presente en Chile, pero sí al otro lado de la cordillera. En Argentina se trata de una cepa utilizada en la industria vitivinícola, al igual que en Europa, situación que abre el debate sobre el cómo esta planta llegó a desarrollarse en un territorio tan extremo como es la Patagonia norte chilena. A pesar de esto, ya existían antecedentes de viñedos en la zona, en el sector de Las Murras donde hay una pequeña viña que produce ‘Pinot Noir’ y que por ahora sólo tiene una hectárea de extensión.
La parra “pérdida” mide ocho metros y produce entre 40 y 60 racimos al año. Por el momento no está siendo vinificada, a la espera de nuevos análisis para determinar su potencial enológico. Los expertos sugieren que es una  variedad que está adaptada a las condiciones del Valle de Puelo y que habría llegado para quedarse.
Respecto a esto, Maximiliano Morales, consultor de la aceleradora de negocios agrovitivinicolas de Agrowine Lab y fundador de Andes Wines, considera que determinar la edad de la parra es clave en esta etapa del proceso. “Estamos frente a una vid que está generando mucho interés. Sin embargo, aún quedan pruebas importantes que hacer. Lo primero es definir la edad a través de dendrocronologia para lo cual queremos traer al genetista Jose Vouillamoz desde Europa. Luego, se puede propagar en el mismo sector de Puelo para establecer un viñedo similar al Pinot Noir que existe en la zona y que alcanza los 90 mil pesos la botella. Se podría producir un vino único”, indica el consultor de marketing en vinos.
Por su parte, Patricio Hinrichsen, investigador de INIA, apunta a que este tipo de casos, si bien despiertan curiosidad, no son tan inusuales. “Hay que entender el contexto histórico-geográfico. ‘Bonarda’ es una variedad que es relativamente común en Argentina y que seguramente llegó al continente desde Europa junto con otras variedades franco-italianas, muchas de las cuales son pre-filoxéricas, es decir, llegaron la segunda mitad del siglo XIX. Es muy probable que la haya traído un colono a la zona y puso la planta ahí a modo de ensayo o simplemente por curiosidad. Casos como este hay muchos. La gente tiene sus plantas favoritas y las lleva a todas partes, y las parras suelen generar eso porque es una especie muy noble”, afirma el genetista.
Respecto al futuro de ‘Bonarda’, Hinrichsen postula la necesidad de un acucioso trabajo agronómico y enológico antes de determinar su potencial de comercialización. “La etapa que viene ahora es la producción del vino, para lo cual no basta con tener una buena cepa, sino que se deben hacer ensayos, evaluaciones, trabajo de enología, además de multiplicar la planta y evaluarla en distintas condiciones y ambientes. El que esté establecida en Puelo puede sorprender, pero no es sinónimo de éxito necesariamente”, sostiene el experto.
Trabajo investigativo de larga data
A pesar de lo asombroso que puede resultar este hallazgo a ojos del mundo y de algunos especialistas, no es la primera vez que una variedad “extranjera” llega a suelo nacional y se logra adaptar. El INIA lleva más de dos décadas trabajando en el estudio de diferentes cepas viníferas, en su caracterización, adaptación y desarrollo. Muchas de ellas son conocidas por todos y han resultado ser muy significativas para el desarrollo de la industria del vino en Chile.
Es el caso del ‘Carmenère’ que, a mediados de los años noventa, el mismo Patricio Hinrichsen con un equipo de investigadores franceses y norteamericanos confirmaron la presencia de esta cepa en nuestro país. En aquella oportunidad se logró identificar y caracterizar el cultivar a través de una comparación de marcadores moleculares de tipo microsatélites con bases de datos de repositorio de germoplasma de vid del INRA “Domaine de Vassal”, en Francia, así como de FPMS de California. Confundida previamente con ‘Merlot’, hoy en día es una de las cepas preferidas y más consumidas por los chilenos, siendo considerada una cepa emblemática de la viticultura chilena.
De igual forma, en ese mismo período, INIA analizó la trazabilidad de varios casos, siendo uno el que captó especial interés. Se trataba de determinar el origen de las cepas criollas ante la poca información empírica que se tenía en ese entonces. Con herramientas genéticas precisas la respuesta vino de manera directa: las cepas chilenas provienen del mismo material que vino desde España en la época colonial, conocido en Chile como ‘País’. Se trata de la antigua variedad española ‘Listan Prieto’, una cepa tinta que aún está en algunas colecciones en ese país, y que también se encuentra presente en el norte de África, en las islas Canarias Perú y Argentina. Esta variedad, junto con otra variedad primigenia ‘Moscatel de Alejandría’, se les considera como las cepas “fundacionales” de las vides criollas americanas, ya que dieron origen por hibridaciones espontáneas a una gran cantidad de genotipos que son propios de América y que no están en Europa. “Nosotros en INIA hemos documentado unos 15 genotipos nuevos. En Chile aún hay mucho que descubrir y trabajar en este tema y creo que recién estamos viendo la punta del iceberg” agrega Hinrichsen, sobre el trabajo investigativo de INIA en vides viníferas.
Chile representa una especie de “isla genética”, donde se pueden encontrar viñedos de 200 y hasta 300 años de antigüedad. Por eso, no es de extrañar lo sucedido con el caso ‘Bonarda’, que es una variedad de maduración tardía. Dentro de las próximas semanas surgirán nuevos antecedentes que permitirán conocer más sobre esta nueva parra del sur del mundo y su real potencial. De momento, la naturaleza y la ciencia seguirán a la par intentando explicar estos fenómenos que posibilitan ampliar las fronteras de la producción vitivinícola en el país, tanto en territorio como en nuevas variedades a explotar.

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