HISTORIA DE CHILE: LOS NIÑOS EN LA GUERRA DEL PACÍFICO

 


LOS NIÑOS EN LA GUERRA DEL PACÍFICO

 

Por May. (R) Enrique Cáceres Cuadra 

 

Durante la Guerra del Pacífico, conflicto en que se vieron involucrados Chile contra Perú y Bolivia entre 1879 y 1884, se desarrolla una impresionante movilización que elevó al Ejército de Chile de 2.400 a 42.000, sin perjuicio que el total de hombres que integraron sus filas fue de 71.000.

 

Un gran aporte a la movilización, lo hizo la Guardia Nacional; aquí concurrieron hombres, mujeres y niños de todas las clases sociales y de todos los rincones de Chile. En el caso de éstos últimos, tema central del presente artículo, es necesario tener presente la legislación militar de la época, en especial la Ordenanza General del Ejército que decía en su título V, letra 3ª, con respecto al reclutamiento de los niños, lo que a continuación reproducimos:

 

"Para trompetas y tambores podrán reclutarse muchachos que no bajen de diez años; pero llegando a la de dieciséis quedarán sujetos desde entonces a las penas de ordenanzas, en inteligencia que deberá servirles de abono para obstar (sic) a los premios de constancia el tiempo que hubiesen servido antes de llegar a los dieciséis años".

 

De esta disposición podemos deducir que los menores de dieciséis años eran considerados niños, cumpliendo misiones como tambores o cornetas. Vistas las orgánicas de las Unidades, que consideran de ocho a diez tambores o cornetas por regimiento o batallón, y teniendo en consideración la participación de cerca de 50 batallones, podemos calcular un número aproximado de 500 niños, sólo considerando los tambores y cornetas, ya que es difícil determinar los niños que estaban encuadrados como Oficiales y Soldados en las Unidades de Línea, de la Guardia Nacional movilizada o en la Armada.

 

 

Muchos de estos niños son descritos por diversos historiadores y cronistas de la época; de éstos, llama la atención el interés que manifiesta en ellos el Oficial de la Marina francesa M. Le León, particularmente por su corta edad, de entre 9 y 10 años. Ellos, mayoritariamente eran hijos de soldados del mismo regimiento y, según el mismo autor, sentían una verdadera devoción por sus instrumentos. Esta situación, la confirma Mauricio Cristi en su relato del desembarco en Pisagua cuando describe un episodio en que un tambor protege más su instrumento musical que su vida.

 

Si bien es cierto que la legislación militar de la época no permitía que los niños fueran empleados como combatientes, era inevitable que muchos de estos se vieran involucrados en los hechos de armas; afortunadamente, algunos de nuestros historiadores han dejado escrito para la posteridad la participación de éstos, de los cuales destacamos los siguientes:

 

La primera acción de guerra en que se observa la participación de niños es en los combate navales de Iquique y Punta Gruesa, siendo el corneta del Regimiento de Artillería de Marina Gaspar Cabrales una de las prime[1]ras víctimas, falleciendo antes del abordaje de Prat, cuando tocaba "calacuerda". En el tercer espolonazo del Huáscar, que como en las otras ocasiones iba acompañado siempre del fuego de su artillería, el efecto de sus cañones barre de la cubierta semihundida de la Esmeralda cerca de 30 grumetes, todos menores de 16 años

 

 En Punta Gruesa se destaca la participación del grumete de la Covadonga Juan Bravo, que con certeros tiros de su fusil Comblain mantuvo a raya a los sirvientes del cañón de proa de la Independencia; además, en este combate se destaca el aprendiz de mecánico, de 13 años, Arturo Olid, que seguiría su brillante participación en la guerra como Oficial del Regimiento Artillería de Marina.

 

En el desembarco de Pisagua resalta la actuación del grumete del transporte Loa, de 12 años, José Sepúlveda, que combatió en forma excepcional junto a los soldados del Zapadores, hecho destacado en el parte oficial del Teniente 2° de la Armada, Juan Amador Barrientos, Oficial a cargo de lancha de desembarco que puso la primera bandera chilena en Pisagua.

 

En la batalla de Tarapacá mueren la mayoría de los cornetas del 2° de Línea. De esta acción conocemos la trágica historia de los hermanos José y Serapio González, que según el parte oficial del Comandante del 2° de Línea, Coronel Mauricio Muñoz (había asumido el mando por la muerte de Ramírez), relata que el muchacho Serapio no formaba parte del regimiento y que había seguido a su hermano que era soldado del mismo; al resultar herido éste último, Serapio lo arrastró hasta el improvisado refugio de heridos al que los peruanos prendieron fuego, muriendo quemados todos sus ocupantes. Los hermanos González, posteriormente fueron encontrados abrazados y calcinados.

 

En esta batalla nuevamente se destacó el ahora Alférez Arturo Olid.

 

En la Batalla de Tacna conocemos el testimonio del Sargento 2° Arturo Benavides Santos, que llevaba una de las banderas guía de su regimiento, el Cívico Movilizado Lautaro. Este muchacho contaba entonces con 16 años, pero su reclutamiento había sido a los 15, después de una tenaz resistencia de su padre, ya que solo éstos podían autorizar el reclutamiento cuando los voluntarios eran menores de la edad exigida por la ordenanza; por su actuación en Tacna, Benavides obtuvo el grado de Subteniente.

 

En esta misma batalla se destaca el joven Subteniente del Esmeralda, Joaquín Contreras, de 15 años de edad.

 

En Chorrillos y Miraflores muere el Subteniente José María Claro perteneciente a la dotación del Regimiento Cívico Movilizado Concepción. Con apenas 14 años, su deceso produjo un profundo dolor en la ciudad que da nombre a este regimiento, atendido que pertenecía a una de las familias más destacadas de la sociedad penquista. Se destacan, además, nuestros conocidos Subtenientes Olid y Benavides, el Subteniente Arturo Pérez Canto, de 15 años y un joven Sargento del Cuneó, de 13 años, Luis Cruz Martínez.

 

La Campaña de la Sierra agrega nuevos nombres al listado de niños-héroes, muchos de los cuales llegaron a la zona de operaciones después de la ocupación de Lima, como reemplazo de los veteranos que habían hecho las campañas anteriores. Esta campaña se compone de varias expediciones realizadas con la finalidad de batir montoneras, las que atacaban a las pequeñas guarniciones chilenas que cubrían los pueblos del interior.

 

Nuevamente no resulta extraña la participación de niños pudiendo citar como ejemplo, en el combate de Sangrar, la acción del corneta Ávila que alternaba sus toques de "calacuerda" con los tiros de su fusil, ganándose el apodo de "águila", que va pegada al dicho "donde pone el ojo, pone la bala". En esta acción también se destaca un niño chileno que no formaba parte de la dotación de la compañía del Buin, y que seguía a la tropa en condición similar a Serapio González en Tarapacá; a los niños que acompañaban a las tropas los soldados los llamaban "perros", apodo cariñoso por su semejanza a su condición de mascota.

 

Sin duda el combate de Concepción, mal llamado "La Concepción" por la mayoría de los historiadores chilenos, es la muestra más clara de la participación de jóvenes y niños. Sólo mencionaremos a nuestro héroe el Subteniente Luis Cruz Martínez , de 15 años 11 meses, si bien no podemos olvidar al niño de 5 años y al recién nacido que fueron asesinados, sus miembros mutilados y ensartados en lanzas por el solo hecho de ser hijos de chilenos.

 

En la batalla de Huamachuco, los reemplazos, que llegaron unas pocas horas antes del inicio de la acción a reforzar los batallones Talca y Concepción, eran todos de muy corta edad. A pesar de su inexperiencia y su básico nivel de instrucción se comportaron como verdaderos veteranos, y junto a sus experimentados compañeros decidieron la batalla con una arrolladora carga de bayoneta.

 

Conclusiones

Los relatos que preceden este apartado son fiel reflejo de la heroica participación de adolescentes y niños en la Guerra del Pacífico. Ellos que se enrolaron y siguieron a las tropas durante todas las campañas de la guerra, demostraron con su accionar que no se requiere ni edad ni condición social para defender a la Patria; fueron, combatieron, vencieron o murieron con un solo objetivo, el honor y la gloria de Chile.

 

Fuente: Academia de Historia Militar, s/f, pp  113-116

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