La Cultura Maya :Documento 2: “Un arqueólogo marcha a través de las selvas tropicales al Petén y Honduras” .
“ La
región abunda en cerros y la espesa floresta evitaba que el sol penetrara en el
follaje hasta el estrecho sendero, con lo cual las partes bajas del mismo
estaban cubiertas de una espesa capa de fango que nos llegaba a los tobillos y
en algunos sitios convertíanse en verdaderos pantanos. Grandes árboles de caoba
se elevaban imponentes por encima de nosotros, y las sapodillas de áspera y tosca corteza, de las cuales se
extrae la goma de mascar , abundan en profusión tal como para hacer agua la
boca de cualquier empleado de compañía de productora de dicha golosina……
El
territorio que cruzábamos era un verdadero paraíso de cazadores. Vimos
excremento de tapir, venado y pecarí y las huellas de un jaguar y el temprano
amanecer, cuando estábamos terminando de desayunar, pudimos escuchar la
gritería de bandadas de monos aulladores andando por aquella selva………….El
maya……….. conocedor de sus cuerpos llagados por engusanamientos, dice que los
monos aúllan de dolor por los feroces parásitos que se albergan en sus carnes.
Los loros chillaban parlanchines por encima
de nuestras cabezas, y los tucanes, con sus largos y ridículos picos…… volaban
torpemente de árbol en árbol, como si se tratase de sus primeras lecciones de
vuelo. Pero los más hermosos de todos eran los raros trogonos, primos hermanos
del quetzal, con su delicado plumaje azul verde y pechos rojos. Una abertura
ocasional del espeso follaje nos revelaba, allá en lo alto, los brillantes
rojos, azules y amarillos de los macaos, destacándose contra el cielo azul como
el manto de una Madona, en tanto que en las partes más sombrías de la floresta,
las mariposas gigantes Morfeo parloteaban por el sendero.
El sutil olor de la húmeda selva tropical
saturaba todo. Ese aroma es imposible de analizar, porque está compuesto de
varios elementos cuya intensidad varía a cada paso que se da.
Parece un potpurrí del fragante perfume del
pimiento silvestre, el acre olor de las hojas de la higuera, el leve, pero no
por ello menos desagradable aroma de los troncos de los árboles en
descomposición, la atmósfera vaporizante del invernáculo producidas por tantas
plantas húmedas que no pueden secar los rayos del sol, y otras docenas de
perfumes que desafían cualquier descripción. La perfumada brisa del trópico
figura a menudo en las novelas que
tienen como escenario esos parajes, pero el olor de las selvas de Honduras Británica y de El
Petén, en Guatemala , aunque no desagradable, rara vez es fragante; al
contrario de la creencia popular, las flores tropicales rara vez poseen el
dulce perfume de las que se dan en climas menos cálidos. Además, ni siquiera
abundan en las selvas. Las que allí crecen, de ordinario lo hacen en las copas
de los árboles, lejos de la vista de los
caminantes que pasan muy por debajo de ellas. Por dondequiera se encuentran las
bromelias y otras plantas aéreas.
……un
terrible aguacero nos empapó hasta los tuétanos. Ninguno llevábamos chaquetas,
menos aún impermeables, y tampoco teníamos a la mano palmas de guano con las
cuales improvisar, según la costumbre centroamericana un paraguas, sosteniendo
sobre nuestras cabezas dos o tres hojas de ellas, para lo cual se presta muy
bien su forma de abanico……..”
John Eric Thompson: “Arqueólogo Maya”, México.1965
Fuente: Krebs, Ricardo, et
al: “Ciencias Sociales e Históricas”. Vol. 3. CPEIP. Lo Barnechea, Santiago de
Chile abril de 1968, pp 18-19
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