Desde Westfalia al lago Llanquihue . Los alemanes católicos.
Por Eduardo Tampe s.j
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La emigración germana hacía el sur de Chile, a mediados del
siglo XIX, incluye un importante grupo de familias westfalianas.
Los primeros inmigrantes germanos arribaron al puerto de
Melipulli el 28 de noviembre de 1852, “primer Domingo de Adviento””. Era un
grupo más bien heterogéneo, toda vez que estaba formado por familias
procedentes de Sajonia, Silesia, Prusia, etc.
A las pocas semanas se fundó la ciudad de Puerto Montt y en
los años siguientes continuaron llegando nuevos inmigrantes. La población
crecía y se construían nuevas casas.
Faltaba, sin embargo, un sacerdote que les hablara en su
propio idioma a los inmigrantes. El único sacerdote de Puerto Montt desconocía
el alemán. El Obispo de Ancud, monseñor Francisco de Paula Solar y el Arzobispo
de Santiago, invitó entonces a trabajar en su Diócesis a los Padres Jesuitas.
El 22 de marzo de 1859 llegaron los primeros sacerdotes PP.
Teodoro Schwerter y Bernardo Engbert, naturales ambos de Westfalia, acompañados
del Hermano José Schroer, S.J .
Los tres religiosos prestaron muy buenos servicios en esos
tiempos a la colonia. Al año siguiente arribó otro westfaliano, Fernando
Schwerter, hermano del Padre Teodoro, el cual se dedicó a la enseñanza en la
escuela que los jesuitas habían fundado y destinado a los hijos de los colonos.
El P. Teodoro Schwerter, nació en Werl el 2 de junio de
1819. Concluidos sus estudios humanísticos ingresó a los Seminarios de Münster
y Paderborn, donde cursó la teología; se ordenó presbítero el 26 de julio de
1844.
Después de 8 años de labores parroquiales en Bielefeld y
Westonia, solicitó su ingreso a la Compañía. Fue recibido en el Noviciado en
Munster el 1 de septiembre de 1853.
Son los años en que el Provincial de Alemania, P. Enrique
Bahrens recibe el pedido de enviar sacerdotes al sur de Chile, a fin de ayudar
a la colonia germana que estaba estableciéndose. Decidido el envío de una
misión, la responsabilidad recayó en el P. Schwerter. En compañía del P.
Engebert y del Hno Schroer ,tomó la nave en Burdeos el 24 de octubre de 1858,
llegando a Puerto Montt el 23 de marzo de 1859. Con ellos surgió la residencia
de Puerto Montt .
Por influjo y cartas de estos primeros westfalianos, llegaron entre los años 1862 y 1864, treinta
familias provenientes de Westfalia; fue este un avance decisivo en la
colonización después que desde 1860-62 no hubo inmigración. La presencia, pues
de estos tres religiosos fue determinante para el progreso de la colonización.
Este grupo de inmigrantes westfalianos, claramente
delimitado entre enero de 1862 y marzo de 1864, provenía de 15 localidades
situadas entre las ciudades de Soest y Dortmund, donde la distancia no es mayor
que un centenar de kilómetros.
Por designar solamente algunos de aquellos lugares como:
Werl, del cual procedían 13 familias: Biewer, Potthof, Bohle
(3), Billike, Brahm, Fehring, Freibose, Kamann, Marx, Rehbein , hermanos
Schwerter, Werner, Koert y Koch.
O bien como Welwer, y del cual procedían las familias: Belz,
Glade, Haeger, Hering, Jünemann.
Y finalmente como Buderich, de donde procedían :Los hermanos
Dropppelmann, Schnettler, Gerdes, hermanos Kapstein, Loos, Kortmann y Menge.
Y para trasladarse al sur de Chile, utilizaron algunas de
las siguientes naves que zarparon desde el puerto de Hamburgo:
“Steinwaerder”: llegó a Puerto Montt el 25 de enero de 1862;
“Helene”: llegó a Corral el 21 de enero de 1863 (los
pasajeros se trasladaron a Puerto Montt días después);
“Augusto”, llegó a Puerto Montt el 6 de marzo de 1864.
A medida que se acercaban a puerto de destino, sus ojos
captaban la diferencia de la naturaleza existente entre el país que dejaron con
el que estaban viendo. La “loca geografía” los conducía por lugares jamás
imaginados. La topografía era totalmente diversa, pues la cercanía de la
cordillera con sus volcanes al alcance de la mano, rompía toda experiencia que
hasta entonces poseían. Sólo el verde de los bosques era similar al verde de la
patria lejana.
Ese grupo de westfalianos fue también el primero de un
contingente totalmente católico, para ellos la oración y la piedad ocupaban un
lugar importante en la vida diaria. El hecho tan trascendental para la vida de
una familia, como es la emigración, encontró consuelo también en las Sagradas
Escrituras: “ El Señor protege a los emigrantes” (Ps.145,9), aumentando así su
confianza en el porvenir. Esa experiencia de iglesia católica encarnada en
ellos, no la abandonaron en los años siguientes y fue motivo de discordias para
los autores protestantes.
Fácil será comprender además que la presencia en Puerto
Montt de los religiosos jesuitas aliviaría el arribo de sus compatriotas sobre
todo durante los primeros días o semanas, cuando se necesitaba un descanso para
reponer el organismo, tras una navegación de tres o más meses, como acontecía
en aquellos años.
En las semanas siguientes las familias fueron tomando
posesión de las tierras que les entregaban. La mayoría de ellas cercanas al
Lago Llanquihue; fundaron las colonias de “Línea Vieja” y “Línea Nueva” en
dirección de Puerto Varas al desagüe del río Maullín, entre otras fueron las
familias Schwerter, Brintrup, Kneer, Rehbein, Kortmann, Langenbach, Ricke,
Holtheuer, Glade, Schnettler, Wiehoff,etc. Y otras como las Brahm y Schwerter
en distintas ramas, se ubicaron en Puerto Montt y alrededores.
Sin embargo, los tres grupos anteriores no fueron los
primeros ni tampoco los últimos inmigrantes westfalianos. En los meses de
octubre y diciembre de 1851 habían llegado los Wulf y los Klagges,
respectivamente al puerto de Corral y pocas semanas después se ubicaron en
Playa Maitén al norte del Lago Llanquihue.
No constituyó una familia, pero, fue notable su influencia
en la educación de muchos discípulos que pasaron por las aulas del colegio “San
Francisco Javier” de Puerto Montt. Fue el caso del Hno. Caros Degener S.J.,
quien llegó en el “Augusto” en 1864: abandonó la Westfalia natal y se embarcó
hacia América del Sur en busca de trabajo. Dios, empero, tenía asignada otra
misión para este hombre.
Desembarcó en Puerto Montt y allí conoció a los jesuitas; en
ellos vio la mano de Dios y al poco tiempo solicitó su ingreso al noviciado. Se
ganó el aprecio y la confianza de cuantos lo conocieron en las distintas
ciudades donde vivió, sean éstas en Chile, Argentina y Uruguay. En las
celebraciones fueron siempre celebradas las felicitaciones del Hermano Degener:
empezaba con una dedicatoria en castellano, seguía con unos versos en alemán,
continuaba con un buen párrafo en latín, y concluía con un afectuoso saludo en
francés.
Cerca de 28 años continuos ejerció el magisterio en el
Colegio de Puerto Montt. “ De trato exquisito, su conversación y sus lecciones
eran amenísimas, su expresión bondadosa, su inteligencia y escrutadora mirada,
eran dones naturales perfeccionados con el estudio y la práctica de las grandes
virtudes cristianas”. El Hermano Degener fue un verdadero misionero del
evangelio.
Igualmente procedentes de Westfalia, más precisamente de
Paderborn, eran las Hermanas de la Inmaculada Concepción, quienes en 1875
llegaron a Puerto Montt. Comenzaron cuidando enfermos del hospital “Santa
María”, al año siguiente iniciaron el colegio “ San José”, destinado a niñas
huérfanas y más tarde se amplió con internado para las hijas de los colonos.
Pues la “presencia femenina” no sólo es para acompañar al esposo y asegurar la
descendencia; había otras necesidades ”espirituales”, como la educación de las
hijas, el cuidado de los enfermos, la formación cristiana,etc., absolutamente
necesarias
Fuente: Diario El Llanquihue de Puerto Montt, miércoles 29
de octubre de 1997 pp A7.
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