Misa del Pontífice en Santa Marta. La alegría de la paternidad pastoral

Misa del Pontífice en Santa Marta.

La alegría de la paternidad pastoral

La gracia de la paternidad. Fue el tema en que se centró la reflexión del Papa Francisco durante la misa del miércoles 26 de junio, por la mañana, en la capilla de la Domus Sanctae Marthae. El Pontífice destacó en particular que «todos nosotros, para ser maduros, debemos sentir la alegría de la paternidad». Un tema —agregó a continuación— que es válido también en el caso del celibato sacerdotal, porque «paternidad es dar vida a los demás»: para los sacerdotes será, por lo tanto, «la paternidad pastoral, la paternidad espiritual», que es siempre y de todas formas «un dar vida, convertirse en padres».
Concelebraron, entre otros, el cardenal Salvatore De Giorgi, acompañado por amigos y cerca de ochenta sacerdotes cercanos a él para festejar su 60° aniversario de ordenación sacerdotal, que tuvo lugar el 28 de junio de 1953.
El Papa Bergoglio en su homilía hizo referencia a las lecturas del día, deteniéndose sobre todo en la primera, tomada del libro del Génesis (15, 1-12.17-18), que habla de la alianza de Abrahán con el Señor. Nuestro padre en la fe —explicó—  «sentía que el Señor le quería mucho, que le había prometido muchas cosas, pero sentía la necesidad de un hijo»; percibía dentro de sí «ese grito propio de la naturaleza: yo quiero tener un hijo». Entonces —recordó el Pontífice— habló con el Señor de su «deseo de convertirse en padre». Porque —afirmó— «cuando un hombre no tiene este deseo» hay algo que falta en él, «algo no funciona».
La paternidad de Abrahán —recordó el Papa— se ve de nuevo en otro episodio: el momento «muy bonito en el que prepara el sacrificio: toma los animales, los divide, pero llegan las aves rapaces. Y a mí me conmueve verdaderamente —confesó— ver a este hombre de noventa años con el bastón en la mano que defiende el sacrificio, que defiende lo que es suyo». Se trata de una imagen que el Papa Francisco asocia a la de «un padre cuando defiende a la familia», de «un padre que sabe» qué significa «defender a los hijos». Y ello —prosiguió— «es una gracia que nosotros sacerdotes debemos pedir: la gracia de la paternidad pastoral, de la paternidad espiritual». En efecto, si bien todos pueden tener pecados, incluso muchos, el no tener hijos espirituales, el hecho de no llegar a ser pastores, equivale a vivir una vida que no llega «al final, deteniéndose a mitad del camino».
El Santo Padre relacionó luego el tema de la homilía con la presencia del cardenal De Giorgi y de los amigos que estaban con él. «Hoy —dijo— el Señor nos da también la gracia de este pasaje de la Biblia en esta misa en la que festejamos a un padre. Yo no sé lo que ha hecho el querido Salvatore, pero estoy seguro de que ha sido un padre»; y la participación en su alegría de tantos sacerdotes «es un signo» de ello. Al respecto, confió haber visto desde la ventana de su residencia, antes del inicio de la misa, la llegada del grupo de sacerdotes  «con los regalos, con tantas cosas», y pensó: «vienen a saludar al padre». Porque —explicó— «hay gestos que son claros», son «gestos de hijos dirigidos al padre». Y el cardenal De Giorgi, por su parte, «puede dar gracias al Señor por esta gracia que le ha dado». Una «hermosa vida», la definió el Papa, refiriéndose al ministerio del purpurado en varias diócesis de la región de Puglia y en la archidiócesis de Palermo; una vida en la cual «la cosa más bella es que él es padre; es padre, apostó por la paternidad y venció».
El Santo Padre se dirigió a los sacerdotes presentes. «Ahora —les dijo, en términos futbolísticos— el balón está en vuestro campo», porque el Señor dice que «todo árbol da el propio fruto, y si él es bueno, lo frutos deben ser buenos». Y «también vosotros —les exhortó— llevad adelante la paternidad de los sacerdotes, la paternidad que habéis visto en este hombre».
Finalmente, el Papa quiso sintetizar la propia reflexión recurriendo a tres imágenes. Dos proceden directamente de la primera lectura: «la imagen de Abrahán que pide un hijo» y «la imagen de Abrahán con el bastón en la mano, que defiende a la familia». La tercera es la del anciano Simeón en el templo —concluyó—, quien «cuando recibe la vida nueva, hace una liturgia espontánea, una liturgia de la alegría».
 
27 de junio de 2013

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