Discurso del Presidente del Grupo Banco Mundial Jim Yong Kim: "América Latina y el Caribe: Preparándose para el próximo gran desafío".
Discurso del Presidente del Grupo Banco Mundial Jim Yong Kim: "América Latina y el Caribe: Preparándose para el próximo gran desafío".
Muchas gracias por recibirme hoy aquí en la Organización de Estados Americanos.
Antes que nada, tengo una confesión que hacer. Crecí en Iowa y no era muy adepto al “soccer”, o a lo que en el resto del mundo llaman fútbol. Pero como presidente del Grupo Banco Mundial, estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para mejorar nuestra relación con los países latinoamericanos. Quisiera aportar una prueba.
Sí, ese soy yo el año pasado durante mi primera visita como Presidente del Banco Mundial a Bolivia. Estando en Bolivia tuve la oportunidad de jugar al fútbol con nada menos que el Presidente Evo Morales. Quería estar ahí, aun a 3800 metros de altura. Pero luego del primer minuto de juego, Evo me demostró que no podía competir con quien se podría decir es el mejor futbolista entre todos los presidentes del mundo. Y digo podría porque luego del partido dije que estuve jugando con el mejor futbolista presidente del mundo. Luego, otros presidentes se me acercaron para discrepar, aduciendo que ellos eran mejores futbolistas.
Buenos días a todos.
Señor Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza,
Distinguidos embajadores,
Representantes del mundo académico y el sector privado,
Amigas y amigos todos:
Es un gran placer para mí estar aquí con ustedes, aceptando la amable invitación de José Miguel, para hablar sobre una región a la que le tengo especial cariño.
No, no voy a hablar de fútbol, aunque estamos a unas siete semanas del inicio de la Copa del Mundo en Brasil. En realidad creo que a los latinoamericanos les va a ir seguramente muy bien en el fútbol.
Por eso hoy les hablaré de otra competencia, también mundial, pero que tiene que ver con la eliminación de la pobreza y la búsqueda de una prosperidad que llegue a todos los ciudadanos de nuestro continente.
He compartido con ustedes la imagen del partido de fútbol con Evo, porque creo que encierra un simbolismo muy especial. Es, quizás, una muestra evidente de que entre el Banco Mundial y la región se ha abierto una era de cooperación. Y eso, como dijera Evo, sin condicionamientos. Y en beneficio de todos aquellos que en el pasado fueron excluidos de las oportunidades creadas por el crecimiento económico de la última década.
En la última década, América Latina y el Caribe avanzó enormemente en términos de reducción de la pobreza e impulso de una prosperidad compartida. La pobreza descendió a la mitad, hasta el 12,3 por ciento. La clase media — actualmente el 34 por ciento de la población — está creciendo. Por otra parte, la desigualdad en América Latina — históricamente la más alta del mundo — descendió, aun cuando ha crecido en casi todo el mundo.
Por primera vez, el número de personas de clase media supera el número de aquellos que viven en la pobreza.
De hecho, en ese mismo viaje a Bolivia, mientras intentaba seguirle el ritmo al Presidente Evo en el campo de juego, algunos de los pobladores que nos observaban tomaron fotos con sus teléfonos inteligentes. Estábamos en una de las regiones más remotas de Bolivia, pero incluso ahí las personas tienen acceso a tecnologías que les permiten conectarse al resto del mundo.
Esa fue un tremendo aprendizaje para mí. Aunque estén excluidos del progreso económico y sean mayormente invisibles para el mundo de los privilegiados, los pobres están muy al tanto de cómo viven estos últimos. Y con ese conocimiento, están exigiendo más oportunidades para ellos y en especial para sus hijos.
Si bien América Latina y el Caribe ha avanzado mucho en los últimos años, podríamos perder el impulso a menos que mantengamos — y profundicemos — nuestro enfoque en el crecimiento económico incluyente.
En los últimos dos años, el crecimiento en América Latina y en otros países en desarrollo se desaceleró como resultado de circunstancias mundiales en rápida mutación, incluyendo una caída relativa en el precio de las materias primas y el probable endurecimiento de las condiciones financieras internacionales. Al mismo tiempo, la reducción en la desigualdad se ha venido estancando. De hecho, la desigualdad está creciendo en varias economías emergentes de gran tamaño de todo el mundo.
Al mismo tiempo, muchas personas pertenecientes a la creciente clase media latinoamericana sienten que el Estado debería hacer más en términos de prestación de servicios de calidad y buena gobernanza. Estos ciudadanos han expresado su sentir de manera vehemente en las calles y en las redes sociales.
Irónicamente, y hasta cierto punto, los gobiernos de la región son víctimas de su propio éxito. Han avanzado mucho en términos de impulsar el crecimiento y reducir la desigualdad. Sin embargo, y precisamente gracias a este éxito, los ciudadanos ahora reclaman mucho más que antes, presionando a sus gobiernos para que brinden respuestas. Mantener este ritmo de crecimiento y reducción de la desigualdad requerirá de esfuerzos multifacéticos.
Para impulsar el crecimiento, América Latina debe aumentar la productividad, fomentar la innovación y adaptar su estructura productiva a las circunstancias cambiantes. Esto debe convertirse en una prioridad nacional para todos los países, independientemente del ciclo político y de la ideología.
Los avances sociales de la última década están en juego.
Me entusiasman líderes como Michele Bachelet en Chile, quien, a pesar del impacto económico y humano del reciente terremoto, sigue avanzando en una ambiciosa agenda de reformas para impulsar la prosperidad compartida entre todos los chilenos.
Mejorar la logística y la infraestructura, la educación y el ambiente contractual es crucial para promover el desarrollo de la región. El último informe insignia del Banco Mundial para América Latina, dedicado al espíritu empresarial, subrayó la necesidad de mejorar la competencia en una región donde muchas de sus industrias siguen estando protegidas.
Durante mi primera visita a Haití como Presidente del Grupo Banco Mundial, me reuní con representantes del sector privado. Como muchos de ustedes saben, he estado involucrado en Haití por más de veinticinco años. En esa reunión, les pregunté si realmente querían trabajar con nosotros para generar oportunidades para todos, en lugar de aferrarse a un sistema capitalista que solo beneficiaba a las élites. Luego de un momento de silencio, dijeron: “Trabajaremos junto a ustedes.” Confié en su palabra. Desde entonces, hemos estado trabajando con el Gobierno Haitiano y el sector privado para generar mejores prácticas en las asociaciones público-privadas y en la creación de oportunidades para la población haitiana, algo que han estado esperando hace mucho tiempo.
Haití, de hecho, puede encontrar ejemplos positivos de generación de más oportunidades económicas para todos en toda América Latina. Por ejemplo, es una buena noticia que los países de la región hayan fortalecido sus vínculos con Asia y estén intentando diversificar sus mercados de exportación hacia esa región. Para la mayoría de los países que conforman la Alianza del Pacífico, las exportaciones ya representan al menos un cuarto de su PIB.
Para estos países no hay vuelta atrás.
Durante mi visita a Perú el año pasado, tuve la oportunidad de observar de primera mano el progreso alcanzado por la ciudad de Carabayllo, donde trabajé más de 15 años para ayudar a erradicar una epidemia de tuberculosis altamente resistente. Me reuní con muchos de mis antiguos pacientes, que ahora llevan una vida saludable y productiva. Aprendimos de nuestra experiencia en Carabayllo que la lucha contra la tuberculosis poli-fármaco resistente era mucho más que un problema médico.
También era una lucha en favor de la justicia social y las oportunidades económicas.
La misma historia de Carabayllo se repite en toda América Latina, a medida que más y más líderes de la región intentan garantizar que el progreso social siga siendo una prioridad. La política fiscal puede ser utilizada para sostener y profundizar los enormes avances sociales de la región — en la última década, América Latina ha hecho uso de esta estrategia con una frecuencia cada vez mayor.
Entre 2000 y 2011, el gasto social como porcentaje del PIB aumentó de casi 12 a 14,5 por ciento, mientras que el gasto público en educación aumentó de 3,9 a 5 por ciento. El gasto en salud creció de 3 a casi 4 por ciento, de acuerdo a un estudio de 18 países.
De manera similar, el número de países de la región con programas de transferencia condicionada en efectivo se amplió a 18, mientras que los sistemas de pensiones no contributivas florecieron en toda la región, dándoles a millones de personas la oportunidad de ahorrar para el futuro y jubilarse con dignidad. Para poder financiar el gasto en transferencias condicionadas en efectivo, la región aumentó la recaudación impositiva de 16 a 20 por ciento del PIB entre 2000 y 2010. De manera significativa, estos aumentos provinieron principalmente de una mayor eficiencia en la recaudación y una ampliación de la base impositiva, en lugar de aumentar los impuestos empresariales y afectar su capacidad de expansión y generación de puestos de trabajo.
De todas formas, estas políticas fiscales han tenido un impacto dispar en la desigualdad. Las transferencias en efectivo y los impuestos directos, como el impuesto a la renta, tienden a reducir la desigualdad. Pero la persistente dependencia de la región en los impuestos indirectos, como el impuesto al valor agregado (IVA), ha debilitado algunos de los avances en equidad.
La buena noticia es que aún queda espacio para utilizar la política fiscal y promover una sociedad más equitativa.
Vemos que la igualdad en el acceso a bienes y servicios básicos ha mejorado en los últimos años. Sin embargo, muchos países siguen preocupados por su calidad, particularmente en educación, salud, vivienda e infraestructura.
Obviamente existe una buena dosis de heterogeneidad en la región en torno a este tema. Al igual que con la reducción de la pobreza, la mayor parte de los avances en términos de ampliación del acceso a los servicios básicos a partir del 2000 ha tenido lugar en las sub-regiones del Cono Sur y los Andes, mientras que en América Central los países solo han registrado avances leves. Varios países caribeños tienen problemas por su nivel de endeudamiento, algo que podría entorpecer su capacidad de proporcionar servicios de calidad a todos los ciudadanos.
José Miguel, amigos -
América Latina y el Caribe registró avances notables en términos económicos y sociales en la primera década del siglo 21, pero aún hay mucho por hacer para asegurar que el progreso económico y social de la última década continúe y se expanda.
Los avances económicos y sociales se apoyan mutuamente. Garantizar el acceso a una educación de calidad a niños desfavorecidos aumenta su capacidad productiva y mejora la inclusión social a través de una mayor empleabilidad. Esto, a su vez, significa un mayor crecimiento las personas aún más recursos para mejorar su calidad de vida.
Como dice la Presidente Dilma, la inclusión social conlleva mayor inclusión social.
La época en que las oportunidades dependían del origen social, raza, género o lugar de nacimiento está claramente llegando a su fin en América Latina.
Junto a la familia interamericana de instituciones, seguiremos apoyando los esfuerzos de la región por acelerar el progreso económico y social en los próximos anos.
Espero poder trabajar junto a cada uno de ustedes en este importante proceso.
Muchísimas gracias.
Ahora, quisiera abrir la conversación.
fuente: Banco Mundial
Antes que nada, tengo una confesión que hacer. Crecí en Iowa y no era muy adepto al “soccer”, o a lo que en el resto del mundo llaman fútbol. Pero como presidente del Grupo Banco Mundial, estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para mejorar nuestra relación con los países latinoamericanos. Quisiera aportar una prueba.
Sí, ese soy yo el año pasado durante mi primera visita como Presidente del Banco Mundial a Bolivia. Estando en Bolivia tuve la oportunidad de jugar al fútbol con nada menos que el Presidente Evo Morales. Quería estar ahí, aun a 3800 metros de altura. Pero luego del primer minuto de juego, Evo me demostró que no podía competir con quien se podría decir es el mejor futbolista entre todos los presidentes del mundo. Y digo podría porque luego del partido dije que estuve jugando con el mejor futbolista presidente del mundo. Luego, otros presidentes se me acercaron para discrepar, aduciendo que ellos eran mejores futbolistas.
Buenos días a todos.
Señor Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza,
Distinguidos embajadores,
Representantes del mundo académico y el sector privado,
Amigas y amigos todos:
Es un gran placer para mí estar aquí con ustedes, aceptando la amable invitación de José Miguel, para hablar sobre una región a la que le tengo especial cariño.
No, no voy a hablar de fútbol, aunque estamos a unas siete semanas del inicio de la Copa del Mundo en Brasil. En realidad creo que a los latinoamericanos les va a ir seguramente muy bien en el fútbol.
Por eso hoy les hablaré de otra competencia, también mundial, pero que tiene que ver con la eliminación de la pobreza y la búsqueda de una prosperidad que llegue a todos los ciudadanos de nuestro continente.
He compartido con ustedes la imagen del partido de fútbol con Evo, porque creo que encierra un simbolismo muy especial. Es, quizás, una muestra evidente de que entre el Banco Mundial y la región se ha abierto una era de cooperación. Y eso, como dijera Evo, sin condicionamientos. Y en beneficio de todos aquellos que en el pasado fueron excluidos de las oportunidades creadas por el crecimiento económico de la última década.
En la última década, América Latina y el Caribe avanzó enormemente en términos de reducción de la pobreza e impulso de una prosperidad compartida. La pobreza descendió a la mitad, hasta el 12,3 por ciento. La clase media — actualmente el 34 por ciento de la población — está creciendo. Por otra parte, la desigualdad en América Latina — históricamente la más alta del mundo — descendió, aun cuando ha crecido en casi todo el mundo.
Por primera vez, el número de personas de clase media supera el número de aquellos que viven en la pobreza.
De hecho, en ese mismo viaje a Bolivia, mientras intentaba seguirle el ritmo al Presidente Evo en el campo de juego, algunos de los pobladores que nos observaban tomaron fotos con sus teléfonos inteligentes. Estábamos en una de las regiones más remotas de Bolivia, pero incluso ahí las personas tienen acceso a tecnologías que les permiten conectarse al resto del mundo.
Esa fue un tremendo aprendizaje para mí. Aunque estén excluidos del progreso económico y sean mayormente invisibles para el mundo de los privilegiados, los pobres están muy al tanto de cómo viven estos últimos. Y con ese conocimiento, están exigiendo más oportunidades para ellos y en especial para sus hijos.
Si bien América Latina y el Caribe ha avanzado mucho en los últimos años, podríamos perder el impulso a menos que mantengamos — y profundicemos — nuestro enfoque en el crecimiento económico incluyente.
En los últimos dos años, el crecimiento en América Latina y en otros países en desarrollo se desaceleró como resultado de circunstancias mundiales en rápida mutación, incluyendo una caída relativa en el precio de las materias primas y el probable endurecimiento de las condiciones financieras internacionales. Al mismo tiempo, la reducción en la desigualdad se ha venido estancando. De hecho, la desigualdad está creciendo en varias economías emergentes de gran tamaño de todo el mundo.
Al mismo tiempo, muchas personas pertenecientes a la creciente clase media latinoamericana sienten que el Estado debería hacer más en términos de prestación de servicios de calidad y buena gobernanza. Estos ciudadanos han expresado su sentir de manera vehemente en las calles y en las redes sociales.
Irónicamente, y hasta cierto punto, los gobiernos de la región son víctimas de su propio éxito. Han avanzado mucho en términos de impulsar el crecimiento y reducir la desigualdad. Sin embargo, y precisamente gracias a este éxito, los ciudadanos ahora reclaman mucho más que antes, presionando a sus gobiernos para que brinden respuestas. Mantener este ritmo de crecimiento y reducción de la desigualdad requerirá de esfuerzos multifacéticos.
Para impulsar el crecimiento, América Latina debe aumentar la productividad, fomentar la innovación y adaptar su estructura productiva a las circunstancias cambiantes. Esto debe convertirse en una prioridad nacional para todos los países, independientemente del ciclo político y de la ideología.
Los avances sociales de la última década están en juego.
Me entusiasman líderes como Michele Bachelet en Chile, quien, a pesar del impacto económico y humano del reciente terremoto, sigue avanzando en una ambiciosa agenda de reformas para impulsar la prosperidad compartida entre todos los chilenos.
Mejorar la logística y la infraestructura, la educación y el ambiente contractual es crucial para promover el desarrollo de la región. El último informe insignia del Banco Mundial para América Latina, dedicado al espíritu empresarial, subrayó la necesidad de mejorar la competencia en una región donde muchas de sus industrias siguen estando protegidas.
Durante mi primera visita a Haití como Presidente del Grupo Banco Mundial, me reuní con representantes del sector privado. Como muchos de ustedes saben, he estado involucrado en Haití por más de veinticinco años. En esa reunión, les pregunté si realmente querían trabajar con nosotros para generar oportunidades para todos, en lugar de aferrarse a un sistema capitalista que solo beneficiaba a las élites. Luego de un momento de silencio, dijeron: “Trabajaremos junto a ustedes.” Confié en su palabra. Desde entonces, hemos estado trabajando con el Gobierno Haitiano y el sector privado para generar mejores prácticas en las asociaciones público-privadas y en la creación de oportunidades para la población haitiana, algo que han estado esperando hace mucho tiempo.
Haití, de hecho, puede encontrar ejemplos positivos de generación de más oportunidades económicas para todos en toda América Latina. Por ejemplo, es una buena noticia que los países de la región hayan fortalecido sus vínculos con Asia y estén intentando diversificar sus mercados de exportación hacia esa región. Para la mayoría de los países que conforman la Alianza del Pacífico, las exportaciones ya representan al menos un cuarto de su PIB.
Para estos países no hay vuelta atrás.
Durante mi visita a Perú el año pasado, tuve la oportunidad de observar de primera mano el progreso alcanzado por la ciudad de Carabayllo, donde trabajé más de 15 años para ayudar a erradicar una epidemia de tuberculosis altamente resistente. Me reuní con muchos de mis antiguos pacientes, que ahora llevan una vida saludable y productiva. Aprendimos de nuestra experiencia en Carabayllo que la lucha contra la tuberculosis poli-fármaco resistente era mucho más que un problema médico.
También era una lucha en favor de la justicia social y las oportunidades económicas.
La misma historia de Carabayllo se repite en toda América Latina, a medida que más y más líderes de la región intentan garantizar que el progreso social siga siendo una prioridad. La política fiscal puede ser utilizada para sostener y profundizar los enormes avances sociales de la región — en la última década, América Latina ha hecho uso de esta estrategia con una frecuencia cada vez mayor.
Entre 2000 y 2011, el gasto social como porcentaje del PIB aumentó de casi 12 a 14,5 por ciento, mientras que el gasto público en educación aumentó de 3,9 a 5 por ciento. El gasto en salud creció de 3 a casi 4 por ciento, de acuerdo a un estudio de 18 países.
De manera similar, el número de países de la región con programas de transferencia condicionada en efectivo se amplió a 18, mientras que los sistemas de pensiones no contributivas florecieron en toda la región, dándoles a millones de personas la oportunidad de ahorrar para el futuro y jubilarse con dignidad. Para poder financiar el gasto en transferencias condicionadas en efectivo, la región aumentó la recaudación impositiva de 16 a 20 por ciento del PIB entre 2000 y 2010. De manera significativa, estos aumentos provinieron principalmente de una mayor eficiencia en la recaudación y una ampliación de la base impositiva, en lugar de aumentar los impuestos empresariales y afectar su capacidad de expansión y generación de puestos de trabajo.
De todas formas, estas políticas fiscales han tenido un impacto dispar en la desigualdad. Las transferencias en efectivo y los impuestos directos, como el impuesto a la renta, tienden a reducir la desigualdad. Pero la persistente dependencia de la región en los impuestos indirectos, como el impuesto al valor agregado (IVA), ha debilitado algunos de los avances en equidad.
La buena noticia es que aún queda espacio para utilizar la política fiscal y promover una sociedad más equitativa.
Vemos que la igualdad en el acceso a bienes y servicios básicos ha mejorado en los últimos años. Sin embargo, muchos países siguen preocupados por su calidad, particularmente en educación, salud, vivienda e infraestructura.
Obviamente existe una buena dosis de heterogeneidad en la región en torno a este tema. Al igual que con la reducción de la pobreza, la mayor parte de los avances en términos de ampliación del acceso a los servicios básicos a partir del 2000 ha tenido lugar en las sub-regiones del Cono Sur y los Andes, mientras que en América Central los países solo han registrado avances leves. Varios países caribeños tienen problemas por su nivel de endeudamiento, algo que podría entorpecer su capacidad de proporcionar servicios de calidad a todos los ciudadanos.
José Miguel, amigos -
América Latina y el Caribe registró avances notables en términos económicos y sociales en la primera década del siglo 21, pero aún hay mucho por hacer para asegurar que el progreso económico y social de la última década continúe y se expanda.
Los avances económicos y sociales se apoyan mutuamente. Garantizar el acceso a una educación de calidad a niños desfavorecidos aumenta su capacidad productiva y mejora la inclusión social a través de una mayor empleabilidad. Esto, a su vez, significa un mayor crecimiento las personas aún más recursos para mejorar su calidad de vida.
Como dice la Presidente Dilma, la inclusión social conlleva mayor inclusión social.
La época en que las oportunidades dependían del origen social, raza, género o lugar de nacimiento está claramente llegando a su fin en América Latina.
Junto a la familia interamericana de instituciones, seguiremos apoyando los esfuerzos de la región por acelerar el progreso económico y social en los próximos anos.
Espero poder trabajar junto a cada uno de ustedes en este importante proceso.
Muchísimas gracias.
Ahora, quisiera abrir la conversación.
fuente: Banco Mundial
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