Ingeniera sub-23 inventa sensor para detectar la marea roja. Innovación chilena de alcance mundial aspira a prevenir intoxicación por mariscos contaminados

Ingeniera sub-23 inventa sensor para detectar la marea roja.
Innovación chilena de alcance mundial aspira a prevenir intoxicación por mariscos contaminados
A Emilia Díaz le gusta cantar, cocinar, jugar tenis y escribir cuentos cuando la inspiración la acompaña. Pero esta joven de 23 años y sonrisa fácil destaca por algo más: puede conversar de igual a igual con cualquier gringo y está desarrollando un proyecto que la situó entre los 100 jóvenes líderes en biotecnología de todo el mundo que se reunirán el próximo mes en Cambridge, Inglaterra.
Emilia quiere radicarse afuera. Para ello ideó un plan maestro que la llevó a congelar 5° año de Ingeniería Civil en Biotecnología en la UC y dedicarse 100% a su proyecto. “Vale la pena arriesgarse por lo que uno quiere”, reflexiona la investigadora, quien trabaja junto a sus compañeros Cristóbal Aller y Felipe Varea.
Esa temeraria decisión se debe a RTDK (sigla en inglés de “kit de detección de marea roja”). Este dispositivo contiene una bacteria sintética capaz de identificar agua y mariscos contaminados con esta toxina, causada por la hiperfloración de algas nocivas que envenenan a los moluscos y causan multimillonarias pérdidas a la pesca y el turismo en todo el mundo.
“Es similar a un test de embarazo, una especie de varilla plástica con un visor. Contiene una bacteria modificada genéticamente capaz de sentir toxinas en el agua. Si pasa el umbral de lo seguro para consumo, cambia de color. La gracia es que puede usarlo alguien que nunca haya estudiado biología. Basta ver si cambia de color y con eso se sabe si la muestra está o no contaminada”, explica Emilia.
Este biosensor podría revolucionar los actuales métodos para detectar la marea roja: ensayos con ratones a los que se les inyectan muestras de agua (con resultados entre 24 y 72 horas) y la cromatografía líquida, prácticamente inaplicable en Chile por su alto costo (unos $250 millones). “La idea es generar un cambio en un problema importante a nivel de salud humana con un aparato rentable”, dice.
Hay grandes expectativas en torno a este avance. Así lo demuestra el apoyo que ha recibido: $5 millones del concurso Jump Chile, la asesoría de negocios por parte de IncubaUC y un capital de $180 millones de Corfo, que será entregado a medida que desarrollen avances.
El proyecto está en etapa de investigación técnica, estudio de mercado y plan de negocios, aunque lo que más necesitan es un laboratorio para implementar la teoría. Hoy concretan la validación nacional con Sernapesca y el Instituto de Salud Pública, para luego apuntar al extranjero. En una gira, RTDK será dado a conocer a los líderes en biología sintética de Inglaterra, Suiza y Australia.
“El plan es hacer realidad esto en 2 o 3 años, para que nunca más alguien muera por consumir mariscos contaminados. Además, ayudaríamos a solventar las millonarias pérdidas que se producen en la industria pesquera al desechar todo lo contaminado, ya que evitaríamos actividad en lugares tóxicos”, concluye Emilia.



3 tipos de veneno
Desde parálisis hasta amnesia

A partir de los tipos de algas que contaminan aguas chilenas, especialistas han identificado tres tipos de toxinas de la marea roja:
-Veneno paralizante: El más dañino, pues provoca parálisis muscular, que puede llevar a la muerte por parálisis respiratoria, compromiso cardíaco y del sistema nervioso central. Se produce por la microalga “Alexandrium catenella” y su foco está desde la región de Los Lagos al sur.
-Veneno diarreico: Producido por microalgas del género “Dinophysis sp”. Su veneno causa cuadros de diarrea y deshidratación. Se ha encontrado en las zonas extremas (norte y sur).
- Veneno amnésico: La responsable es la microalga “Pseudonitzchia australis” y provoca pérdida temporal o permanente de la memoria. Si bien en Chile se ha detectado su presencia, aún no hay casos comprobados con este trastorno.



Cuidado: no sirve cocinar los mariscos
Opina Leonardo Guzmán, biólogo marino y director del “Proyecto Marea Roja” (que reúne a las regiones australes más afectadas por este fenómeno): “La relevancia del biosensor de toxinas sería aún mayor si se le agrega un mecanismo para analizar en directo los mariscos y certificar su cantidad de toxinas, que en los filtradores -choritos, cholgas y almejas- son altísimas”. Junto a esto, descarta una clásica creencia gastronómica: “No crea que si cuece, hierve o le pone harto aliño al marisco estará fuera de riesgo. Las toxinas no desaparecen ni disminuyen”, advierte.


fuente: Diario Las Últimas Noticias, domingo 23 de febrero de 2014,pp35

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