Diócesis de Puerto Montt celebra la Apertura del Año Jubilar de la Esperanza 2025 con la comunidad

 


El 24 de diciembre el papa Francisco abrió la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, dando inicio al Jubileo 2025 y dispuso que en cada Catedral de las Diócesis de todo el mundo se inicie este rito de apertura del año jubilar.


Cientos de fieles, en la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, se reunió en la Iglesia de los Padres Jesuitas para iniciar la procesión a la Catedral de Puerto Montt y dar inicio al Año Jubilar en la diócesis.


Al comienzo de la jornada el arzobispo Fernando Ramos entregó sus palabras, expresando la importancia de este acto y de la fe de los católicos.


El arzobispo de Puerto Montt, Fernando Ramos dijo que “con alegría nos reunimos esta tarde después de haber hecho una breve procesión de la Iglesia de San José, de la Compañía de Jesús, hasta acá. Nosotros para expresar nuestra fe, para tener también algunas certezas frente a la fe, utilizamos muchas veces un lenguaje simbólico, usamos símbolos que representan muchas de las expresiones de nuestra fe. Y la procesión que hicimos ahora no fue un simple caminar para llegar a la catedral, sino que también fue una expresión simbólica.



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Este breve caminar resumía nuestra vida que siempre está en movimiento, siempre estamos yendo de una parte a otra. Pero, así como el mundo es tan grande y son tantas las personas y hay tantos lugares donde uno está y hacia donde puede ir, con facilidad uno se puede perder del camino que va a emprender o tomar rutas que no nos sirven o rutas que son inútiles, o por el contrario, incluso más, que nos pueden hacer mucho daño o mucho mal. Por eso es importante que tengamos siempre alguien que nos acompañe en nuestro caminar.


Y en esta procesión, simbólicamente, había dos realidades muy importantes que nos acompañaban. Por una parte, este caminar no lo hicimos solo, lo hicimos en grupo, los que estamos acá, lo hicimos en comunidad. Y en esta comunidad tan variada hay adultos, hay niños, hay sacerdotes, hay religiosas, la gran mayoría laicos y laicas, representan lo que es la Iglesia.


La Iglesia es eso, un gran conjunto, una gran comunidad de personas, de hombres, de mujeres, de niños, adultos, religiosos, religiosas, sacerdotes, liacos, de personas donde todos los que estamos acá hemos sido bautizados y hemos recibido el don de la fe solo por gracia del Señor.  Y lo hemos recibido, este don,  para constituir una gran comunidad que es la Iglesia.  Este camino lo hemos hecho con otros,  y cuando vamos caminando con otros,  el camino es menos arduo, es más contenido,  es más protegido, es más acompañado, porque a veces el camino es fácil, a veces es difícil.


A veces hay sol, como hoy día, aunque no quema mucho, pero a veces hay lluvia, como también suele ocurrir en estas latitudes. O bien hay viento, o bien no ocurre nada de viento, hay distintas circunstancias que muchas veces nosotros no podemos prever ni podemos controlar. Por eso, caminando con otros, haciendo comunidad, nos encontramos acompañados, protegidos, resguardados, y en el fondo vamos constituyendo una gran comunidad que es el pueblo de Dios.


Pero por sobre todo, éramos acompañados por otra realidad mucho más importante que todos nosotros. Presidía nuestro caminar la cruz de Cristo. Cristo el Señor es quien nos conduce durante nuestra vida,  y cuando lo hacemos y dejamos que Él nos conduzca, es cuando encontramos el camino seguro.


Encontramos la senda que tenemos que recorrer.  Sabemos qué huella tomar, aunque puedan haber muchas otras al lado, pero sabemos que nos conduce a un destino. Y en este caso el destino era esta casa de todos, la casa del Señor, que nos revela que estamos ya entrando o preparándonos simbólicamente para ser moradores, residentes permanentes del reino que nuestro Padre nos está preparando.


En el Evangelio que escuchamos en la Iglesia de la Compañía de Jesús, nos retrataba un fragmento de las conversaciones que tuvo Jesús con sus discípulos en la última cena, según el Evangelio Juan, y le dice a sus discípulos en la casa de mi Padre, hay muchas habitaciones, y todos aspiramos a ser moradores de esas habitaciones. Y eso ha sido este caminar, esta procesión que hemos hecho para dar inicio a este Año Santo aquí en nuestra arquidiócesis de Puerto Montt. (5:09) ¿Qué significa un Año Santo? (5:12) ¿Por qué tenemos que hacer un Año Santo? (5:15) Llevamos siglos celebrando este Año Santo, (5:18) al principio era una vez al siglo, después cada 50 años, (5:23) y ahora se ha visto que mejor cada 25 años.


Aunque hace algunos años, más o menos 10, tuvimos un Año Santo extraordinario de la misericordia. Ahora, el Santo Padre, nos invita a vivir este Año Santo bajo el lema de peregrinos de la esperanza.  A nosotros los seres humanos nos pasa una cosa muy rara,  nunca en la historia de la humanidad habíamos sido tantos, nunca había habido tanta riqueza, nunca tanto conocimiento científico, nunca tantos médicos o sistemas hospitalarios o terapias para arreglar nuestras enfermedades.


La esperanza de vida, cuando los niños que nacen ahora  en nuestro país es de 80 años o más,  los que serán más viejitos, cuando nacimos era menos.  ¿Por qué? Porque hay menos, había menos atención médica y tantas cosas. Con todos estos avances y con todos estos progresos,  como quizás nunca, había tanta desesperanza en la gente,  tanta tristeza, tanto dolor, tanta angustia por el futuro.


En otras latitudes hay problemas tremendamente grandes, como guerras, nosotros tenemos problemas de seguridad, de desconfianza de unos con otros, y así nos podemos dejar atrapar por la desesperanza, por el miedo, por los sombríos, andar refunfuñando todo el día. Y por eso el Papa nos invita a que seamos testigos, peregrinos de la esperanza. Nosotros tenemos una riqueza infinita, que es nuestra fe, que ninguno compró, ninguno fabricó, ninguno se la apropió por sí mismo, es un regalo que el Señor nos da.


Y esta fe se funda en que Cristo, el Señor padeció lo que padecen  todos los seres humanos en grado supremo, que vivió haciendo el bien, que fue castigado, que fue torturado, que fue juzgado injustamente, que fue llevado al patíbulo de la cruz, que murió. Él resucitó, eso es nuestra fuente de esperanza. Él resucitó, venció todo aquello que le hizo mal a Él, y nos puede hacer mal a nosotros. El mal, la violencia, la desesperanza, el temor, la violencia y también la falta de seguridad, nunca, nunca, nunca son la última palabra.


Eso nos lo regala nuestra fe, y por eso le agradecemos al Señor que así sea. Por eso este Año Santo quiere subrayar el valor de la esperanza, que nosotros vamos en la vida como peregrinos comunicando esperanza. ¿Por qué? Porque nosotros hemos recibido primero esa esperanza por la fe, y hemos recibido, y podemos recibirlo en este Año Santo, la gracia de la misericordia y de la indulgencia de Dios, que colma todo mal, toda violencia, todo pecado, que ha largamente superado por la misericordia del Señor.


Para eso, entonces, el Santo Padre nos invita a vivir este Año Santo. Y nosotros, en nuestra humilde arquidiócesis de Puerto Montt, queremos vivirlo también con intensidad.  Yo he escrito una carta pastoral que ya se ha ido extendiendo y difundiendo en las parroquias.


También la vamos a transmitir por las redes sociales en formato PDF, en donde se explica más en detalle qué es este año pastoral, Año Santo,  y en donde también se dicen cuáles son las iglesias jubilares. Bueno, naturalmente, nuestra iglesia Catedral,  también la iglesia del Monasterio Las Carmelitas, la iglesia del Monasterio de Las Adoratrices, (10:05) la iglesia parroquial de Frutillar, la iglesia parroquial de Los Muermos, la iglesia parroquial de Calbuco, y creo que son esas.  Si me olvido de uno, me recuerda.


Son lugares a donde nosotros podemos ir visitando  o peregrinando y poder, durante todo este año,  ganar la indulgencia plenaria para uno mismo o también para los difuntos que están en el purgatorio. Eso es lo que el Señor nos pide. ¿Y cuáles son los requisitos?


Primero, expresar el arrepentimiento por los propios pecados a través del sacramento de la confesión. Segundo lugar, participar en la Eucaristía y comulgar en ella. Y en tercer lugar, rezar por las intenciones del Santo Padre.


Esas tres condiciones tienen que darse en conjunto en un momento de visita a una iglesia jubilar para poder uno ganar esa indulgencia. También el Papa ha definido otras características que están descritas, ya son con mayor detalle, en esta Carta Pastoral, pero como son actos de misericordia o de vida espiritual que vayan preparando nuestro corazón para vivir de mejor forma este año santo. Queridos hermanos y hermanas, con alegría, entonces, damos inicio a este año santo.


Confiados que la misericordia del Señor es siempre mucho más que cualquier problema, que el mal y cualquier que podamos experimentar. A Él sea todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”. Amén.

Fuente: Arzobispado de Puerto Montt

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