´No existe el vino perfecto´
Trabaja en la hostelería desde los dieciocho años. Ahora, con 45, Fuensanta Martín Cáceres –“que el apellido de mi madre no falte, que en mi familia pesa mucho”– puede presumir de regentar su propia bodega y de haber obtenido el título oficial de sumiller el pasado mes de mayo. Se trasladó a Granada siendo una niña, dejando atrás su Colomera natal. Por su trabajo en la hostelería, empezó a interesarse por el vino.
“En las mujeres era muy raro ser sumiller, pero yo entré detrás de la barra, lo descubrí y me enganchó”. “Lo he aprendido poco a poco”, dice. Por eso decidió abrir su bodega en 1992 y ya ha dejado de ser “extraño” ver a mujeres como ella en este tipo de actividades. Aunque Fuensanta reconoce que “es algo que viene ocurriendo como mucho desde hace una década, porque las mujeres solemos estar en la cocina, no cara al público”.
En este tiempo, ha aprendido a educar su nariz, su paladar y su vista “de la misma manera que quien se lleva flores a la nariz, es una práctica continua”. Pero lo principal para ser sumiller “es que guste”. Y ese gusto por el vino es lo que le ha llevado a obtener el título oficial de sumiller de la Escuela Superior de Hostelería catalana, avalado por la Generalitat y la Federación de Hosteleros de Cataluña. “Lo he logrado a distancia, a través de la Federación Andaluza de Sumilleres y de la Asociación de Sumilleres de Granada”.
Sin embargo, reconoce que ella es “autodidacta” y que obtenía la información para prepararse de “textos y revistas especializadas que he buscado por interés personal”. Aunque el impulso definitivo lo logró hace siete años cuando se unió a la Asociación de Sumilleres de Granada. “Fue un empuje de mayor interés, con una práctica más continua y centrada”. Ahora, con esta titulación, se plantea presentarse a algún concurso de esta modalidad. “Es una meta, pero tengo mucho trabajo”, admite. Es una nueva inquietud para Fuensanta, ésa que ella cree que debe caracterizar a un buen sumiller, “el cariño, el amor hacia el vino”.
“La búsqueda continua de ofrecer siempre lo mejor, de dar el mejor servicio, de ir descubriéndole al cliente lo que sale nuevo…” es lo fundamental para ella, aunque “el conocimiento es muy importante, pero lo es más que te guste lo que estás haciendo”. Recomendación.Aunque ya hace rato que tendría que haber cerrado, Fuensanta atiende a un grupo de amigas que llegan a su bodega para saborear los vinos que ella misma les recomienda.
“Está buenísimo –le dicen–, ¿nos sirves uno más?”. Ahí es donde Fuensanta da sentido a su negocio, pues “aquí no me piden un vino concreto, me piden que aconseje un vino” y, dependiendo “del cliente, de lo que haya probado y de lo que quiera probar, yo intento descubrirles un buen vino”. Eso sí, Fuensanta está convencida de que “no existe el vino perfecto” ya que considera que “el vino es arte y los ph del vino con los de las salivas o los momentos y los estados de ánimo de las personas no son los mismos”, por lo que, “aunque pueda existir un vino técnicamente perfecto, el vino no es la técnica, es quien lo bebe”, lo que significa que “hay un vino perfecto para cada momento”.
En su búsqueda de buenos caldos, reconoce que no hay que viajar necesariamente para descubrirlos. “Yo he buscado, he bebido y me he informado” y también ha acudido a ferias para conocer las variedades y novedades que surgen. “Una feria es un mundo encantador, increíble, con tantos vinos y todos juntos,... una auténtica maravilla. Es un planeta de éxtasis”, dice. Para su bodega hace “una selección personal” de los caldos que ofrece al cliente. “Voy catando y seleccionando la carta con criterio de lo que se me pide, más lo que yo quiero ofrecer y descubrir”, cuenta. Así, ha descubierto “vinos buenísimos de todo el mundo”.
Y esa riqueza “depende del tratamiento, desde el cuidado de la planta y durante todo el proceso. Tiene que ser un trabajo escrupuloso de principio a fin”, asegura. Vinos de Granada. Y no olvida que, entre esos caldos de calidad, también se encuentran los vinos de la provincia. “Son una maravilla. Por fin”. “Tenemos unas condiciones maravillosas, una latitud de las mejores del mundo. Se puede hacer buen vino en cualquier sitio de Granada”, declara. Fuensanta admite que “en la provincia se ha avanzado mucho en la última década y, sobre todo, en el último lustro”.
De buenos vinos, por tanto, puede presumir la provincia, aunque hay que buscar el momento para disfrutarlos. “Hay que estar relajado y querer tomarse el vino”, pero sobre todo, asegura Fuensanta, “el vino es comunicación, para compartirlo, para disfrutarlo con gente, cosa que a lo mejor otro tipo de alcoholes no se prestan”. Desde su punto de vista, “el buen vino es imposible no compartirlo. Sienta mucho mejor, es una embriaguez lo que da el buen vino, que debe estar acompañado por una buena tertulia y, claro, por una buena comida, por una tapita rica que realce y equilibre ese vino, eso siempre”, recalca.
Fuente. http://www.laopiniondegranada.es
“En las mujeres era muy raro ser sumiller, pero yo entré detrás de la barra, lo descubrí y me enganchó”. “Lo he aprendido poco a poco”, dice. Por eso decidió abrir su bodega en 1992 y ya ha dejado de ser “extraño” ver a mujeres como ella en este tipo de actividades. Aunque Fuensanta reconoce que “es algo que viene ocurriendo como mucho desde hace una década, porque las mujeres solemos estar en la cocina, no cara al público”.
En este tiempo, ha aprendido a educar su nariz, su paladar y su vista “de la misma manera que quien se lleva flores a la nariz, es una práctica continua”. Pero lo principal para ser sumiller “es que guste”. Y ese gusto por el vino es lo que le ha llevado a obtener el título oficial de sumiller de la Escuela Superior de Hostelería catalana, avalado por la Generalitat y la Federación de Hosteleros de Cataluña. “Lo he logrado a distancia, a través de la Federación Andaluza de Sumilleres y de la Asociación de Sumilleres de Granada”.
Sin embargo, reconoce que ella es “autodidacta” y que obtenía la información para prepararse de “textos y revistas especializadas que he buscado por interés personal”. Aunque el impulso definitivo lo logró hace siete años cuando se unió a la Asociación de Sumilleres de Granada. “Fue un empuje de mayor interés, con una práctica más continua y centrada”. Ahora, con esta titulación, se plantea presentarse a algún concurso de esta modalidad. “Es una meta, pero tengo mucho trabajo”, admite. Es una nueva inquietud para Fuensanta, ésa que ella cree que debe caracterizar a un buen sumiller, “el cariño, el amor hacia el vino”.
“La búsqueda continua de ofrecer siempre lo mejor, de dar el mejor servicio, de ir descubriéndole al cliente lo que sale nuevo…” es lo fundamental para ella, aunque “el conocimiento es muy importante, pero lo es más que te guste lo que estás haciendo”. Recomendación.Aunque ya hace rato que tendría que haber cerrado, Fuensanta atiende a un grupo de amigas que llegan a su bodega para saborear los vinos que ella misma les recomienda.
“Está buenísimo –le dicen–, ¿nos sirves uno más?”. Ahí es donde Fuensanta da sentido a su negocio, pues “aquí no me piden un vino concreto, me piden que aconseje un vino” y, dependiendo “del cliente, de lo que haya probado y de lo que quiera probar, yo intento descubrirles un buen vino”. Eso sí, Fuensanta está convencida de que “no existe el vino perfecto” ya que considera que “el vino es arte y los ph del vino con los de las salivas o los momentos y los estados de ánimo de las personas no son los mismos”, por lo que, “aunque pueda existir un vino técnicamente perfecto, el vino no es la técnica, es quien lo bebe”, lo que significa que “hay un vino perfecto para cada momento”.
En su búsqueda de buenos caldos, reconoce que no hay que viajar necesariamente para descubrirlos. “Yo he buscado, he bebido y me he informado” y también ha acudido a ferias para conocer las variedades y novedades que surgen. “Una feria es un mundo encantador, increíble, con tantos vinos y todos juntos,... una auténtica maravilla. Es un planeta de éxtasis”, dice. Para su bodega hace “una selección personal” de los caldos que ofrece al cliente. “Voy catando y seleccionando la carta con criterio de lo que se me pide, más lo que yo quiero ofrecer y descubrir”, cuenta. Así, ha descubierto “vinos buenísimos de todo el mundo”.
Y esa riqueza “depende del tratamiento, desde el cuidado de la planta y durante todo el proceso. Tiene que ser un trabajo escrupuloso de principio a fin”, asegura. Vinos de Granada. Y no olvida que, entre esos caldos de calidad, también se encuentran los vinos de la provincia. “Son una maravilla. Por fin”. “Tenemos unas condiciones maravillosas, una latitud de las mejores del mundo. Se puede hacer buen vino en cualquier sitio de Granada”, declara. Fuensanta admite que “en la provincia se ha avanzado mucho en la última década y, sobre todo, en el último lustro”.
De buenos vinos, por tanto, puede presumir la provincia, aunque hay que buscar el momento para disfrutarlos. “Hay que estar relajado y querer tomarse el vino”, pero sobre todo, asegura Fuensanta, “el vino es comunicación, para compartirlo, para disfrutarlo con gente, cosa que a lo mejor otro tipo de alcoholes no se prestan”. Desde su punto de vista, “el buen vino es imposible no compartirlo. Sienta mucho mejor, es una embriaguez lo que da el buen vino, que debe estar acompañado por una buena tertulia y, claro, por una buena comida, por una tapita rica que realce y equilibre ese vino, eso siempre”, recalca.
Fuente. http://www.laopiniondegranada.es
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