El código de barras cumple 35 años. El diseño era sencillo, 59 barras blancas y negras.Su inventor quería acelerar las filas en el supermercado
El código de barras se ha convertido en mucho más que esa simple invención desde aquella mañana de junio de 1974 en que se utilizó por primera vez para leer el precio de un paquete de diez chicles de Juicy Fruit (67 centavos). Ahora se usan para embarcar aviones y monitorizar la carga. Los códigos de barras ayudan a la gente con diabetes a calibrar la glucosa y a los investigadores a estudiar los hábitos de polinización de las abejas. En 1991, inspiraron un juego de vídeo, Barcode Battler.
Hasta jugaron un papel en la campaña electoral de 1992, cuando el entonces presidente George H. W. Bush, en una parada de campaña, parecía sorprendido por lo que ya se había convertido en un producto tecnológico básico de la vida diaria.
Hoy día, se escanean códigos de barras más de 10.000 millones de veces al día en todo el mundo. Y después de 35 años, son minucias mundanas de la vida moderna e iconos culturales de fría eficiencia, identificación y control.
“Era barato y necesario”, dice George J. Laurer, que ya era un veterano ingeniero en IBM en 1970 cuando se le pidió que dirigiera un equipo encargado de idear un sistema de comprobación para las tiendas de alimentación. “Y es fiable. Esas tres cosas probablemente contribuyeron más que ninguna otra a su éxito”.
Ahora, ya jubilado, con 84 años, Laurer sigue siendo un líder alabado por su invento, aunque al código de barras le está saliendo rivales nuevos y mucho más sofisticados. La identificación por frecuencia de radio, o RFID, es una de esas tecnologías.
Hay que tener en cuenta que los códigos de barras cuestan sólo medio céntimo cada uno, mientras que las etiquetas electrónicas utilizadas en RFID cuestan más de 5 cada una. En consecuencia, muchos de los proveedores de Wal-Mart rechazaron su orden de adoptar la tecnología más moderna.
Los códigos de barras han evolucionado para responder a la competencia. En los últimos años, matrices de dos dimensiones, que parecen tableros de ajedrez y llevan mucha más información que los códigos de barras, han empezado a usarse en Japón y han ganado presencia en Estados Unidos.
Cuando se propuso el diseño inicial a un comité de revisores en el Massachussets Institute of Technology en 1972, dice, fue devuelto sólo con una recomendación: que la fuente de los números que se encuentran debajo del código de barras se cambiara a otra fuente que se esperaba que pronto sería legible por máquinas y suplantaría el modelo de rayas.
“Estaban absolutamente seguros de que al cabo de pocos años nadie leería el código de barras”, dijo Laurer. “Estaban equivocados”. Laurer asegura que ni IBM ni ninguno de sus desarrolladores había patentado nunca el código de barras, aunque los fabricantes pagan una mínima tarifa anual a un grupo sin ánimo de lucro, GS1, para cubrir los costes administrativos de supervisar los estándares internacionales.
Sharon Buchanan era una cajera de 31 años en el supermercado Marsh de Troy, en Ohio, el día en que el código de barras hizo su debut. Había uno o dos empleados más que estaban trabajando ese día, pero ella fue la elegida para trabajar en la caja, contó el jueves en una entrevista.
“Estaba un poco nerviosa en ese momento. Pensaba ¿qué pasa si no funciona?” Todo el mundo estaba allí haciendo fotografías, los fotógrafos, la prensa local, gente de toda la ciudad. Pero funcionó perfectamente. Fueron mis 15 minutos de fama, supongo”.
Años de adaptación
A pesar de la excitación de ese día, la adopción del código de barras fue gradual. Durante años, las empresa se vieron coartadas por los compradores que se negaban a comprar productos con código de barras, temiendo ser engañados en la caja al no tener etiquetas de precios.
En ese momento, “se tenía bastante presente la idea del código de barras como un tipo de aparato de vigilancia con desagradables implicaciones sociales”, dice T. J. Jackson Lears, un historiador cultural en Rutgers University. Pero con la llegada de Google Earth y los aparatos de seguimiento global, “ahora parece inocuo en comparación”.
El código de barras “casi ha adquirido cierto atractivo de antigüedad como expresión pionera del impulso de ordenar por categorías en el marketing y las ventas basados en la informática”, añade. “Tiene un cierto encanto de icono arcaico”.
fuente. http://www.cope.es
Hasta jugaron un papel en la campaña electoral de 1992, cuando el entonces presidente George H. W. Bush, en una parada de campaña, parecía sorprendido por lo que ya se había convertido en un producto tecnológico básico de la vida diaria.
Hoy día, se escanean códigos de barras más de 10.000 millones de veces al día en todo el mundo. Y después de 35 años, son minucias mundanas de la vida moderna e iconos culturales de fría eficiencia, identificación y control.
“Era barato y necesario”, dice George J. Laurer, que ya era un veterano ingeniero en IBM en 1970 cuando se le pidió que dirigiera un equipo encargado de idear un sistema de comprobación para las tiendas de alimentación. “Y es fiable. Esas tres cosas probablemente contribuyeron más que ninguna otra a su éxito”.
Ahora, ya jubilado, con 84 años, Laurer sigue siendo un líder alabado por su invento, aunque al código de barras le está saliendo rivales nuevos y mucho más sofisticados. La identificación por frecuencia de radio, o RFID, es una de esas tecnologías.
Hay que tener en cuenta que los códigos de barras cuestan sólo medio céntimo cada uno, mientras que las etiquetas electrónicas utilizadas en RFID cuestan más de 5 cada una. En consecuencia, muchos de los proveedores de Wal-Mart rechazaron su orden de adoptar la tecnología más moderna.
Los códigos de barras han evolucionado para responder a la competencia. En los últimos años, matrices de dos dimensiones, que parecen tableros de ajedrez y llevan mucha más información que los códigos de barras, han empezado a usarse en Japón y han ganado presencia en Estados Unidos.
Cuando se propuso el diseño inicial a un comité de revisores en el Massachussets Institute of Technology en 1972, dice, fue devuelto sólo con una recomendación: que la fuente de los números que se encuentran debajo del código de barras se cambiara a otra fuente que se esperaba que pronto sería legible por máquinas y suplantaría el modelo de rayas.
“Estaban absolutamente seguros de que al cabo de pocos años nadie leería el código de barras”, dijo Laurer. “Estaban equivocados”. Laurer asegura que ni IBM ni ninguno de sus desarrolladores había patentado nunca el código de barras, aunque los fabricantes pagan una mínima tarifa anual a un grupo sin ánimo de lucro, GS1, para cubrir los costes administrativos de supervisar los estándares internacionales.
Sharon Buchanan era una cajera de 31 años en el supermercado Marsh de Troy, en Ohio, el día en que el código de barras hizo su debut. Había uno o dos empleados más que estaban trabajando ese día, pero ella fue la elegida para trabajar en la caja, contó el jueves en una entrevista.
“Estaba un poco nerviosa en ese momento. Pensaba ¿qué pasa si no funciona?” Todo el mundo estaba allí haciendo fotografías, los fotógrafos, la prensa local, gente de toda la ciudad. Pero funcionó perfectamente. Fueron mis 15 minutos de fama, supongo”.
Años de adaptación
A pesar de la excitación de ese día, la adopción del código de barras fue gradual. Durante años, las empresa se vieron coartadas por los compradores que se negaban a comprar productos con código de barras, temiendo ser engañados en la caja al no tener etiquetas de precios.
En ese momento, “se tenía bastante presente la idea del código de barras como un tipo de aparato de vigilancia con desagradables implicaciones sociales”, dice T. J. Jackson Lears, un historiador cultural en Rutgers University. Pero con la llegada de Google Earth y los aparatos de seguimiento global, “ahora parece inocuo en comparación”.
El código de barras “casi ha adquirido cierto atractivo de antigüedad como expresión pionera del impulso de ordenar por categorías en el marketing y las ventas basados en la informática”, añade. “Tiene un cierto encanto de icono arcaico”.
fuente. http://www.cope.es
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