Misa del Papa en Santa Marta. Por una comunidad abierta a los valores del Espíritu


Misa del Papa en Santa Marta.

Por una comunidad abierta
a los valores del Espíritu

Está quien afronta el sufrimiento manteniendo viva la alegría que nace del Espíritu – por ejemplo los cristianos perseguidos todavía hoy en tantas partes del mundo– y quien, en cambio, «usa el dinero para comprar favores» y pactar, o «la calumnia para difamar y buscar ayuda en los poderosos de la tierra» e incluso burlarse de quienes buscan vivir en la alegría cristiana su propio sufrimiento.En tal comparación se detuvo el Papa Francisco el sábado 27 de abril por la mañana, en la homilía de la misa celebrada en la Domus Sanctae Marthae. Entre los concelebrantes se contaban el arzobispo Mario Zenari, nuncio apostólico en Siria, y monseñor Dražen Kutleša, obispo de  Poreč i Pula, Croacia. Asistieron a la misa entre otros, el personal del servicio de correos del Vaticano y un grupo de voluntarios del dispensario pediátrico Santa Marta en el Vaticano.
El Papa se detuvo particularmente en el pasaje de los Hechos de los apóstoles (13, 44-52) que narra precisamente la confrontación entre las dos comunidades religiosas: la de los discípulos y la que el Pontífice definió: «de los judíos cerrados, porque no todos los judíos eran así». En la comunidad de los discípulos, explicó, se cumplía el mandato de Jesús –“Id y predicad”– y por lo tanto se predicaba y casi toda la ciudad se congregaba para escuchar la palabra del Señor. Y, notó el Papa Francisco, entre la gente se había difundido un ambiente de felicidad que «parecía no terminar jamás». Cuando los judíos vieron tanta felicidad «se llenaron de celos y comenzaron a perseguir» a esta gente que «no era mala; eran buenas personas, que tenían una actitud religiosa».
«¿Por qué lo han hecho?», se preguntó. Lo hicieron «sencillamente porque tenían el corazón cerrado, no estaban abiertos a la novedad del Espíritu Santo. Creían que todo estaba dicho, que todo sería como ellos pensaban que debía ser, y por ello se sentían como defensores de la fe. Comenzaron a hablar contra los apóstoles, a calumniar. La calumnia».  Esto es una actitud que se da en el camino de la historia; es propio de los «grupos cerrados pactar con el poder; resolver las cuestiones “entre nosotros”. Como hicieron aquellos que, en la mañana de la resurrección, cuando los soldados fueron a decirles: “Hemos visto esto”, les impusieron “¡No digáis nada! Tomad...” y con el dinero cubrieron todo.  Esta es precisamente la actitud de esta religiosidad cerrada, que no tiene la libertad de abrirse al Señor». En su vida pública «para defender siempre la verdad, porque creen que defienden la verdad», eligen «la calumnia, la crítica. Verdaderamente son una comunidad charlatana, que hablan contra, destruyen al otro» y se miran sólo a sí mismos. «En cambio la comunidad libre —puso de relieve el Papa— con la libertad de Dios y del Espíritu Santo, iba adelante. Incluso en las persecuciones. Y la palabra del Señor se difundía por toda la región. Es propio de la comunidad del Señor seguir adelante, extenderse, porque el bien es así: se difunde siempre. El bien no se repliega dentro. Este es un criterio, un criterio de Iglesia. También para nuestro examen de conciencia: ¿cómo son nuestras comunidades, las comunidades religiosas, las comunidades parroquiales? ¿Son comunidades abiertas al Espíritu Santo, que nos conduce siempre hacia adelante para difundir la Palabra de Dios o son comunidades cerradas?».
La persecución —agregó luego el Pontífice— comienza por motivos religiosos, por celos, pero también por cómo se habla: «la comunidad de los creyentes, la comunidad abierta al Espíritu Santo, habla con la alegría. Los discípulos estaban llenos de alegría del Espíritu Santo. Hablan con la belleza, abren caminos: adelante siempre, ¿no? En cambio la comunidad cerrada, segura de sí misma, la que busca su seguridad precisamente en el pactar con el poder, con el dinero, habla con palabras injuriosas: insultan, condenan».
Y para hacer notar la falta de amor en las comunidades llamadas cerradas, el Papa Francisco expresó la duda de que esta gente «tal vez olvida las caricias de la madre, cuando eran pequeños. Estas comunidades no conocen las caricias; conocen el deber, el hacer, el cerrarse en una observancia aparente. Jesús les había dicho: “Vosotros sois como una tumba, como un sepulcro, blanco, bellísimo, pero nada más”. Pensemos hoy en la Iglesia, muy bella. Esta Iglesia que sigue adelante. Pensemos en los numerosos hermanos que sufren por esta libertad del Espíritu y sufren persecuciones, ahora, en tantos lugares. Pero estos hermanos, en el sufrimiento, están llenos de alegría y de Espíritu Santo. Estos hermanos, estas comunidades abiertas, misioneras, rezan a Jesús porque saben que es verdad lo que dijo y hemos escuchado ahora: “Lo que pediréis en mi nombre, lo haré”. La oración es Jesús. Las comunidades cerradas rezan a los poderosos de la tierra para que les ayuden. Y ese no es un buen camino. Miremos a Jesús que nos envía a evangelizar, a anunciar su nombre con alegría, llenos de alegría. No tengamos miedo a la alegría del Espíritu. Y nunca, nunca nos mezclemos con estas cosas que, a la larga, nos llevan a cerrarnos en nosotros mismos. En esta cerrazón no está la fecundidad y la libertad del Espíritu».




fuente: http://www.osservatoreromano.va/portal/dt?JSPTabContainer.setSelected=JSPTabContainer%2FDetail&last=false=&path=/news/vaticano/2013/098q13-Messa-del-Papa-a-Santa-Marta-Per-una-comuni.html&title=Por%20una%20comunidad%20abierta%20%20a%20los%20valores%20del%20Esp%C3%ADritu&locale=es

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