Edad Media: La conversión de Clodoveo

(Gregorio de Tours: Historia de los Francos)

La reina Cotilde no cesó de insistir ante Clodoveo para que conociese al verdadero Dios y abjurase de los ídolos. Más con ningún medio lograba que se convirtiera a la fe.

Clodoveo finalmente se vio arrastrado hacia una guerra contra los alemanes. La necesidad lo indujo entonces a creer lo que antes su corazón había negado. En el encuentro entre los dos ejércitos se produjo una tremenda matanza y el ejército de Clodoveo estuvo a punto de ser aniquilado. Al ver esto Clodoveo alzó sus ojos hacia el cielo, su corazón se sintió conmovido, sus ojos se llenaron de lágrimas y exclamó : “Oh Jesucristo, Clotilde dice que tú eres el Hijo de Dios vivo, que otorgas tu auxilio a los necesitados y que das la victoria a quienes depositan su esperanza en ti. Yo imploro humildemente tu poderosa ayuda. Si ahora me concedes la victoria y me pruebas de esta manera el poder que te atribuyen quienes se han consagrado a ti, yo creeré en ti y me haré bautizar en tu nombre. Pues yo he invocado a mis dioses, pero ellos me han abandonado. Ahora te invoco a ti y deseo creer en ti. Más primero arrebátame de las manos de mis adversarios”.

Apenas había dicho estas palabras los alemanes se retiraron y empezaron a huir . Cuando vieron que su rey había muerto, se sometieron a Clodoveo y dijeron: “Te rogamos que pongas fin a la matanza de nuestro pueblo; pues nosotros somos tuyos”. Clodoveo puso fin a la batalla, impuso su dominio a los alemanes y volvió en paz. De vuelta contó a la reina que había invocado el nombre de Cristo y que por eso había ganado la batalla. Ello ocurrió en el decimoquinto año de su gobierno.

La reina hizo llamar a San Remigio, obispo de Reims, y le pidió que introdujera en el corazón de su rey la palabra salvación. El obispo invitó a Clodoveo a reunirse con él y empezó a persuadirlo para que creyera en el verdadero Dios, creador del cielo y de la tierra, y para que le diera la espalda a los falsos dioses que no lo podían ayudar a él ni a los demás, más Clodoveo le contestó: “Me es grato escucharte santísimo Padre, pero todavía hay algo que me causa preocupación: el pueblo que me sigue no admite que abandone a sus dioses. Sin embargo iré y hablaré con ellos conforme a tus palabras”.

Luego se reunió con lo suyos, pero aun antes de que abriera la boca, todo el pueblo exclamó- pues el poder divino se le anticipó-: “Nosotros abandonaremos a los dioses mortales y estamos dispuestos a seguir al mismo Dios inmortal, de quien nos predica Remigio”. Ello fue comunicado al obispo quien lleno de alegría ordenó preparar el bautismo. Primero bautizaron al rey. Clodoveo, cual un nuevo Constantino, se dirigió hacia la pila bautismal para purificarse en el agua pura de las manchas que lo ensuciaban. Cuando se disponía recibir el bautismo, el Espíritu Santo le habló por la elocuente boca de San Remigio y le dijo : “Dobla la cerviz, fiero sicambro, adora lo que has quemado, y quema lo que has adorado”.

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