LA FAMILIA EN EL CHILE DE HOY. Por María Fernanda Soza. Directora de Derecho, Universidad San Sebastián



OPINIÓN  
LA FAMILIA EN EL CHILE DE HOY.
Por: María Fernanda Soza
Directora de Derecho
Universidad San Sebastián


Cualquier análisis de cifras nacionales referente al tema de la familia resulta tremendamente sorprendente, por el cambio vertiginoso que podemos evidenciar en las últimas décadas en esta institución fundamental de la sociedad.
Sólo a modo de ejemplo, podemos señalar que en 1960 el promedio de hijos por mujer era de alrededor de 5; hoy no llegamos ni siquiera a dos. La tasa de natalidad ha caído en picada, tema que se ve tremendamente preocupante, sobre todo para un país de pocos habitantes como el nuestro y donde el recurso humano es cada vez más escaso. Somos una población que envejece a paso acelerado, donde el grupo de mayores de 65 años ha aumentado a alrededor de dos millones y medio de personas, representando el 15,6% de la población (versus el 7,2% del año 2000). Las proyecciones para 2050 es que las personas de la tercera edad constituirán más de un cuarto de nuestra población.
Pero hay más signos de alarma evidente en nuestro país: Cada vez nacen menos niños. Cada vez se celebran menos matrimonios. Nuestra tasa de divorcio es la más alta del continente. Dos niños de cada tres nacieron el año pasado fuera del matrimonio, siendo esta cifra mucho más elevada que la de los países europeos o Estados Unidos. La tasa de niños reconocidos por sólo uno de sus progenitores se elevó peligrosamente.
¿Qué está pasando entonces en nuestra sociedad que cada día nacen menos niños? ¿Por qué tenemos núcleos familiares cada vez más disgregados, pese a que la familia es percibida por la gran mayoría de los chilenos como su eje de referencia y fuente de felicidad? Sabemos que la familia es esencial para la estabilidad emocional de los hijos, para darles una mejor educación y que ella es un factor protector de muchos problemas sociales como la delincuencia y la drogadicción. Pero también sabemos que hay muchos factores que pueden estar afectándola, como la pérdida de valores tradicionales, el stress propio de nuestra vida actual,  ideas consumistas que centran el concepto de felicidad sólo en lo material y políticas públicas que no la apoyan, e incluso, directamente la dañan, como es el caso de determinados beneficios sociales creados con muy buena intención, pero que van generando incentivos perversos.
Por eso llegó la hora que como sociedad enfrentemos, con seriedad y con la urgencia que amerita, el tema trascendental de la familia. Este ya dejó de ser un tema moral o religioso: es un tema país, que puede afectar seriamente nuestras posibilidades de desarrollo y es necesario que intentemos todas las vías necesarias para revertir las tendencias señaladas.
Con el gobierno y nuestros legisladores debiéramos buscar la creación y el desarrollo de políticas públicas serias que incentiven y apoyen decididamente a la familia.

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