El envejecimiento suma problemas a la economía

Por Ricardo Arriazu, economista
Una Nación “próspera” es aquella en la que sus habitantes se sienten felices y seguros, y encaran el futuro con la esperanza de consolidar los logros actuales y de mejorarlos. La abundancia de bienes y servicios es un componente importante de esta sensación de prosperidad, pero no es el único elemento que la define; el gozo pleno de la libertad (en el sentido más amplio de la palabra), la sensación de seguridad y la plena garantía de todos los derechos individuales y colectivos (incluyendo los derechos de propiedad) son factores igualmente importantes.


Un país no puede asegurar una disponibilidad abundante y sostenida de bienes y servicios si esta oferta no está basada en la producción, y una mayor abundancia de bienes está siempre asociada al crecimiento económico. La magnitud y calidad de la producción es el resultado del esfuerzo de cada individuo (ya sea en su función de empresario o de trabajador), de su interacción con otros individuos, de una creciente disponibilidad de máquinas, equipos e infraestructura (inversión) y de la eficiencia con la que se encara el proceso productivo (productividad), concepto que incluye los efectos sobre la producción de la capacitación de los individuos a través de la educación y la incorporación de avances tecnológicos.

El ritmo de crecimiento promedio de la economía mundial durante los últimos treinta años ha sido relativamente estable (3,3% por año), pero este promedio esconde grandes diferencias entre países. Durante estas décadas el ritmo de crecimiento de los países que integran el denominado grupo de los siete (G7) se redujo en forma persistente (de un promedio del 3,09% por año durante la década de 1980 a sólo 1,34% durante la última década), lo que fue compensado por una aceleración del ritmo de crecimiento del resto de los países (el que se elevó del 3,48% en la década de 1980 al 6,55% durante la última década).


Como reflejo de estas tendencias la participación de los principales países industrializados en el PBI mundial también se redujo en forma significativa (del 68% en 1992 al 52% en la actualidad).


El menor ritmo de crecimiento conjunto del G-7 está explicado básicamente por la gran caída en su tasa de inversión (en particular en Japón, Alemania y los Estados Unidos) y por un menor crecimiento del empleo. Al contrario de la creencia popular, los “avances” tecnológicos no han contribuido mayormente a acelerar el ritmo de crecimiento económico de estos países.
La baja de la inversión está parcialmente explicada por una caída del ahorro y por la canalización de una porción de estos ahorros hacia otros países, caída que a su vez está asociada no sólo a cambios culturales sino también al proceso de envejecimiento de la población (los “jóvenes” tienden a ahorrar y los “viejos” a reducir sus ahorros).


Durante los últimos treinta años, el crecimiento de la población en los países del G-7 fue apenas del 20,7%, y el de la totalidad de los países desarrollados fue aún menor.


El verdadero impacto económico y demográfico del envejecimiento sólo comenzó a manifestarse hacia fines del período, puesto que el crecimiento de la población con edades superiores a los 65 años (56%) fue compensada por la baja en el segmento de menores de 15 años (-15,5%), por lo que el crecimiento de la población en condiciones de trabajar (aquellos entre 15 y 64 años de edad) fue inicialmente superior al de la población total.


Esta situación se agravará sensiblemente en las próximas décadas. Las proyecciones de las Naciones Unidas muestran un crecimiento previsto de sólo el 3% de la población total en los países industrializados, al mismo tiempo que muestran que la población en edad de trabajar se reducirá casi un 11% y el segmento de mayor edad se incrementará en un 70%.


Esta situación afectará el futuro crecimiento de estos países a través de los dos mecanismos mencionados anteriormente: la reducción en el empleo y una caída en la tasa de ahorro (y, por consiguiente, en la tasa de inversión). En este contexto la implementación de medidas oportunas y efectivas por parte de los gobiernos se torna imprescindible, pues en caso contrario los problemas fiscales, financieros y sociales serán muy severos.


Las medidas de corto plazo son obvias: cambiar hábitos de consumo (incrementar el ahorro), incentivar la inversión, mejorar la productividad y elevar la edad de retiro.


Para solucionar los problemas de mediano y largo plazo será necesario incrementar la tasa de natalidad a niveles que tornen sustentable el esquema demográfico-económico.


La reciente crisis griega terminó siendo lo mejor que le pudo haber pasado a Europa. Grecia era un ejemplo extremo de los problemas económicos asociados al envejecimiento y a la cultura de “gastar de más”, pero al mismo tiempo no era lo suficientemente grande desde un punto de vista económico como para afectar a la totalidad de la economía europea. La crisis griega llevó a la implementación de medidas no sólo en ese país sino en la casi totalidad del resto de Europa. Alemania dio el ejemplo con un severo “ajuste preventivo”.


Por otro lado, los problemas económicos asociados al envejecimiento son casi universales (afectan a casi todos los países, incluyendo al nuestro), pero muchos países están en las etapas iniciales en las que la población económicamente activa todavía no se reduce, por lo que todavía tienen tiempo para implementar las medidas correctivas. En este contexto es prácticamente inevitable que la tasa de crecimiento de la economía mundial se desacelere gradualmente, al mismo tiempo que los países industrializados perderían participación en la economía (y en la geopolítica) mundial en una forma muy significativa.


Me llama la atención que en nuestro país se hayan encarado reformas al sistema de retiro, que se utilicen los “excedentes” de la ANSES y se discuta acaloradamente la forma de mejorar los beneficios a las personas en retiro, sin prácticamente ninguna discusión de los efectos económicos de largo plazo de nuestro propio proceso de envejecimiento.

fuente: http://www.clarin.com

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