Turismo low-cost: Una Inglaterra de película
La magia de Londres es que se trata a la vez de un pueblo y del centro del universo, del campo y de la metrópoli más cosmopolita, donde zorros y ardillas campan a sus anchas y se hablan más de doscientas lenguas.
--------------------------------------------------------------------------------
Es una de las ciudades más caras del mundo, pero sin embargo se puede pasar un día inolvidable sin apenas gastar dinero. Con tal de no utilizar el transporte público, no ir al pub ni al restaurante, pasar sin cine, sin teatro y sin fútbol, resistir las mil y una tentaciones con las que uno se tropieza en cada esquina... Un día en Londres haciendo cosas a coste cero (o casi) es un buen desafío para esos encantadores días del suave verano inglés, alrededor de veinte grados, sol a ratos y a ratos nublado, e incluso algún chaparrón. Difícil, pero no imposible.
El destino elegido es Hampstead, encantador barrio del noroeste de la ciudad, hogar de artistas e intelectuales, con una comunidad judía muy importante, territorio de Dick Turpin, donde Sigmund Freud tuvo su consulta y Charles de Gaulle lideró la resistencia francesa, hogar de famosos como Martin Amis, Gwyneth Paltrow, Tim Burton o Helena Bonham-Carter, y fabulosas vistas de toda la urbe.
Para que el día salga de verdad gratis hay que llegar a pie o en bicicleta, y conviene tener en cuenta que el barrio está en lo alto de una colina (cuando las grandes plagas de peste bubónica, los embajadores extranjeros solían establecerse ahí en busca de aires más limpios). El paseo desde Piccadilly Circus y zonas adyacentes lleva alrededor de hora y media, a través del Regents Park, el zoológico y el siempre bullicioso mercadillo de Camden.
Un buen comienzo es Parliament Hill, donde una placa recuerda, en la casa más próxima al parque de Hampstead Heath, que allí vivió George Orwell. Desde la colina de las Cometas, en un día claro, se divisan la noria, la estación de Saint Pancrass - desde donde salen los trenes del Eurostar a París-,la torre de comunicaciones de la BT, los rascacielos de la City y el Canary Wharf. Un agradable paseo lleva a los Ponds, los tres estanques de la época victoriana donde algunos londinenses se bañan todo el año desafiando el frío invernal. Juntos pero no revueltos: hay uno masculino, otro femenino y un tercero mixto para las familias. El fondo de barro da un color oscuro a un agua gélida que en realidad está muy limpia. Zambullirse y nadar bajo las ramas de los sauces llorones es privilegio reservado a los buenos nadadores, porque la profundidad es considerable. Pero es absolutamente gratis.
Después de un chapuzón y de tomar el sol (si es que se digna hacer acto de presencia), tampoco cuesta nada darse una vuelta por los callejones del pueblo de Hampstead, ver la casa donde residieron T. E. Lawrence y Robert Louis Stevenson (autor de La isla del tesoro) y mirar los escaparates de los comercios de la calle principal. Tomarse una cerveza en alguno de los encantadores pubs puede resultar sin embargo una tentación peligrosa. El colofón es una visita a la casamuseo de Kenwood House y su fabulosa biblioteca. Pero el concierto veraniego al aire libre en la gran explanada verde que se extiende frente a la mansión, en un paisaje que parece sacado de Retorno a Brideshead o Lo que queda del día, habrá que escucharlo a distancia, con un picnic y una mantita, para evitar pagar la entrada, porque en la vida casi todo tiene un precio. En cualquier caso, misión cumplida...
fuente. http://www.lavanguardia.es
--------------------------------------------------------------------------------
Es una de las ciudades más caras del mundo, pero sin embargo se puede pasar un día inolvidable sin apenas gastar dinero. Con tal de no utilizar el transporte público, no ir al pub ni al restaurante, pasar sin cine, sin teatro y sin fútbol, resistir las mil y una tentaciones con las que uno se tropieza en cada esquina... Un día en Londres haciendo cosas a coste cero (o casi) es un buen desafío para esos encantadores días del suave verano inglés, alrededor de veinte grados, sol a ratos y a ratos nublado, e incluso algún chaparrón. Difícil, pero no imposible.
El destino elegido es Hampstead, encantador barrio del noroeste de la ciudad, hogar de artistas e intelectuales, con una comunidad judía muy importante, territorio de Dick Turpin, donde Sigmund Freud tuvo su consulta y Charles de Gaulle lideró la resistencia francesa, hogar de famosos como Martin Amis, Gwyneth Paltrow, Tim Burton o Helena Bonham-Carter, y fabulosas vistas de toda la urbe.
Para que el día salga de verdad gratis hay que llegar a pie o en bicicleta, y conviene tener en cuenta que el barrio está en lo alto de una colina (cuando las grandes plagas de peste bubónica, los embajadores extranjeros solían establecerse ahí en busca de aires más limpios). El paseo desde Piccadilly Circus y zonas adyacentes lleva alrededor de hora y media, a través del Regents Park, el zoológico y el siempre bullicioso mercadillo de Camden.
Un buen comienzo es Parliament Hill, donde una placa recuerda, en la casa más próxima al parque de Hampstead Heath, que allí vivió George Orwell. Desde la colina de las Cometas, en un día claro, se divisan la noria, la estación de Saint Pancrass - desde donde salen los trenes del Eurostar a París-,la torre de comunicaciones de la BT, los rascacielos de la City y el Canary Wharf. Un agradable paseo lleva a los Ponds, los tres estanques de la época victoriana donde algunos londinenses se bañan todo el año desafiando el frío invernal. Juntos pero no revueltos: hay uno masculino, otro femenino y un tercero mixto para las familias. El fondo de barro da un color oscuro a un agua gélida que en realidad está muy limpia. Zambullirse y nadar bajo las ramas de los sauces llorones es privilegio reservado a los buenos nadadores, porque la profundidad es considerable. Pero es absolutamente gratis.
Después de un chapuzón y de tomar el sol (si es que se digna hacer acto de presencia), tampoco cuesta nada darse una vuelta por los callejones del pueblo de Hampstead, ver la casa donde residieron T. E. Lawrence y Robert Louis Stevenson (autor de La isla del tesoro) y mirar los escaparates de los comercios de la calle principal. Tomarse una cerveza en alguno de los encantadores pubs puede resultar sin embargo una tentación peligrosa. El colofón es una visita a la casamuseo de Kenwood House y su fabulosa biblioteca. Pero el concierto veraniego al aire libre en la gran explanada verde que se extiende frente a la mansión, en un paisaje que parece sacado de Retorno a Brideshead o Lo que queda del día, habrá que escucharlo a distancia, con un picnic y una mantita, para evitar pagar la entrada, porque en la vida casi todo tiene un precio. En cualquier caso, misión cumplida...
fuente. http://www.lavanguardia.es
Comentarios