España: Vinos. Un blanco para recordar

En muchas ocasiones se le ha recriminado a los bodegueros españoles que, a la hora de elaborar un vino, siempre pensaran en crear un tinto. En él volcaban toda su experiencia y sabiduría y se olvidaban por completo de los blancos, privándonos de poder comparar sus vinos con los grandes borgoñas franceses, los riesling alemanes o los chardonnay californianos del Valle de Napa. Una decisión difícilmente explicable.

Pero, ¿por qué esta omisión a la hora de crear un gran blanco? No lo hace porque la gastronomía española armonice mejor con los tintos, en absoluto. La riqueza y variedad de nuestra cocina puede complementarse a la perfección con ambos, tintos y blancos. Otra cuestión podría venir determinada por el precio a aplicar, pues los bodegueros podían pensar que, mientras por una botella de vino tinto se pagan 25 o 30 euros, por un blanco no lo pagarían. Argumento tampoco valido, pues el nivel del comensal español ha subido muchos enteros en los últimos años.

Estas dos interrogaciones se disiparon hace unos años gracias a la aparición en la Denominación de Origen Rueda de Didier Belondrade, un francés enamorado de España y, por supuesto, de sus vinos, en los que vio desde el primer momento el enorme potencial de la variedad verdejo, la más implantada en la zona. Así, en 1994 creó la Bodega Belondrade, que dio lugar a la aparición de Belondrade y Lurton, un vino 100% verdejo, criado en barricas de roble francés durante medio año y que reposó durante seis meses en botella antes de aparecer en el mercado. De aquella primera añada sólo se elaboraron 10.000 botellas; en la actualidad son 80.000 las botellas que llegan al público, y el tiempo que pasan en barrica supera los diez meses.

15 años han pasado entonces y para celebrar tan memorable circunstancia Didier ha querido realizar un aniversario inolvidable, una conmemoración de ensueño, celebrando una cena cata en el Kabuki Wellington de Madrid, donde Ricardo Sanz elaboró un menú de corte japonés. Durante la misma se produjo el momento más histórico del acontecimiento, pues los vinos que acompañaban pertenecían a las últimas nueve añadas de Belondrade y Lurton: 99, 00, 01, 02, 03, 04, 05, 06 y 07. La tildo de histórica porque ninguna bodega ha celebrado una cata vertical de un vino blanco en la que se haya disfrutado de sus últimas diez añadas.


Cata vertical
En esta cata encubierta se demostraron varias cuestiones fundamentales a la hora de disfrutar de un blanco con añada: el conseguido mantenimiento y desarrollo del mismo; pues, aunque las añadas más jóvenes -07, 06 y 05- demostraban una mayor vivacidad y persistencia con tonos amarillos brillantes, las añadas de principio de siglo -99, 00, 01 y 04- ofrecían una intensidad singular, prueba de una conseguida estructura y una integración de la madera absoluta, ofreciendo unos matices ámbar enamoradizos.

Sería complejo decir cuál de todas las añadas me gusto más, porqué todas ellas tienen algo de especial, algo de seductor y un mucho de la personalidad de Didier, que ha querido ofrecernos un vino que cuando lo degustemos, nos recree hacia recuerdos propios y personales.

Los blancos se complementan a la perfección con todo tipo de gastronomía y de cocina, por muy compleja que ésta sea. Buena prueba de ello fue la conseguida armonización que desarrollaron las distintas añadas de Belondrade y Lurton con los platos que había preparado para la ocasión Ricardo Sanz.

Ricardo ofrece una cocina japonesa con alma española y que se trasluce en los acompañamientos y adobos típicamente hispanos, tratados desde su visión personal y que destacan a la hora de componer el plato.

Los primeros platos fueron unos usuzukuri -pescado cortado en lonchas-. Uno, de dentón aderezado con aceite de Argán -frutos secos y proveniente de Marruecos- y piñones y, el otro, de mero con adobe gaditano. Luego ofreció un toro cortado, sobre el cual había depositado pulpa de tomate, aderezado con miga de pan, en una reconstrucción del típico pa amb tomaca catalán. Después llegó un surtido de nigiri -cortadas de pescado sobre una base de arroz-, de pez mantequilla, trucha y de mero con panceta -interesante contraste-. Finalizó con maguro teriyaki -atún braseado con salsa teriyaki- y el afamado buey wagyu a la plancha.

gastronomia@lasprovincias.es
fuente. http://www.lasprovincias.es

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