Partiendo el año 2014. Por Sergio Melnick
OPINIÓN .
Les deseo a todos de corazón lo
mejor para este año, y en particular al país y al nuevo gobierno.
Necesitamos más cohesión social y menos pugnas ideológicas. Vamos todos
en el mismo barco.
A partir de marzo le veremos la mano a
una administración que ha ofrecido tres grandes ejes de trabajo:
Constitución, educación y reforma tributaria. La economía mundial
repuntará un poco más el 2014, de modo que eso ayudará
significativamente a Chile.
Diversos personeros de la DC han dado
por muerta la asamblea constituyente, lo que muestra la prudencia de ese
sector, y han acotado los cambios a tres temas: los quórums, el
tribunal constitucional y el sistema binominal. Cualquiera sea el camino
que adopte el nuevo gobierno, es fundamental que entienda que las
constituciones, para ser legítimas, requieren un apoyo del 75% o más de
la población. Eso es lo que obliga a ponerse de acuerdo realmente y a
considerar de manera efectiva a las minorías. Buscar esos grandes
consensos es señal de madurez de un gobierno.
La reforma tributaria irá sí o sí, ya
que la Nueva Mayoría tiene los votos. Hay que tener presente que esos
cambios no son neutros para la economía, más allá del voluntarismo de
algunos sectores de izquierda. Nuevamente, la prudencia es fundamental.
Jorge Awad, destacado bacheletista DC, ya ha puesto una gota de cordura
al señalar en una entrevista de televisión que el cambio del FUT quizás,
podría, eventualmente, ocurrir el cuarto año del gobierno, deslizando
así que es una muy mala idea. Si leemos entre líneas, lo da por
terminado, dando un aire de esperanza a la mediana empresa, que no tiene
posibilidad alguna de repartir dividendos por restricciones permanentes
de la caja, y sería ridículo pagar impuestos por dividendos no
distribuidos.
Piñera entregará el gobierno con las
cuentas fiscales ordenadas, habrá corregido casi todo el déficit fiscal
heredado de Velasco (4%, según el FMI), y habrá restituido el
fondo del cobre, dilapidado también por Velasco, a una cifra en torno a
los US$ 23.000 millones.
Por eso, el verdadero partido de
Bachelet se juega en la educación, donde está difícil la pista. La Nueva
Mayoría cayó un poco en la trampa del populismo al ofrecer tres
condiciones que compiten entre sí: calidad, gratuidad y carácter
público. Para mí, lo correcto era ofrecer enfáticamente calidad y que
nadie quedara afuera por problema de recursos. En efecto, sólo la
calidad es el objetivo central y fundamental en la educación, todo el
resto es instrumental, ideológico; poner los tres objetivos a la misma
promete tempestades.
De las nueve asociaciones estudiantiles,
sólo una es liderada por la Nueva Mayoría, y eso es una mala señal para
el gobierno. Todos deberemos apoyarlo para tratar de neutralizar esa
marea, que en algunos casos se autodefine como anarquista, pues si bien
está calificada legítimamente para representar el problema, no tiene ni
cerca la capacidad de definir las soluciones. Son sin duda inteligentes,
pero aún muy jóvenes, con poco conocimiento y ninguna experiencia en
esas ligas. Los políticos deben comportarse como adultos y poner los
límites adecuados.
La discusión sobre calidad, que debe ser
anterior a la propuesta de cualquier reforma, ni siquiera ha empezado,
aunque hoy se trata de un debate a nivel mundial. La clave de la
educación en el siglo 21 es el lenguaje post simbólico, que tiene que
ver con la nueva sociedad digital, la cual funciona con otros códigos.
Lenguaje no es lo mismo que idioma, una diferencia que los estudiantes
quizá ni sospechan. Nuestro sistema de titulación universitaria está
claramente obsoleto, es muy rígido y obliga a los alumnos a
especializarse a los 16 años, lo que es un absurdo. Eso obliga a la PSU,
una aberración que transforma toda la educación media en una fábrica
para pasar esa prueba, en desmedro del sentido profundo de la educación.
La brecha digital debe ser una prioridad, pues ése es el verdadero
analfabetismo del siglo 21.
Pensar que la educación va a mejorar
porque pasa de los municipios al gobierno central es un serio error;
pensar que se pueden fijar aranceles universitarios comunes para todas
las universidades y mantener la calidad es otro. Esperemos que
prevalezcan la sabiduría, la cordura y los acuerdos.
FUENTE: RENOVACIÓN NACIONAL
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