En Suiza a través de estudio de los cristales de nieve tratan de saber por qué se producen las avalanchas

El mundo de la nieve es el mundo de Martin Schneebeli, del Instituto de Investigaciones de Aludes, con sede en la localidad alpina de Davos. Pocos saben tanto como él acerca de las peculiaridades de la nieve y sus cristales.



En la cámara frigorífica del instituto impera una temperatura de 20 grados centígrados bajo cero. Allí se fabrica nieve sintética. Largas cuerdas sirven como material de soporte para que puedan formarse los cristales de hielo. Schneebeli asegura que “la nieve artificial tiene las mismas propiedades que la natural”.



Tomografías computarizadas



El investigador estudia pequeñas muestras mediante la tomografía computarizada, para averiguar qué ocurre cuando se forman grandes capas de nieve. El aparato permite obtener radiografías tridimensionales de este material compuesto de hielo y aire. Así se vuelve visible la estructura de los cristales.



“Si cambia la temperatura, se modifican también las ligazones entre los cristales”, explica el investigador. Esto puede ocasionar que la capa de nieve se quiebre en determinado lugar. Tal fisura se propaga luego y puede provocar el desprendimiento de una masa de nieve.



Pronóstico de avalanchas



Conocer el comportamiento del material tiene una gran utilidad práctica para Schneebeli y otros científicos del instituto, que elaboran cada mañana un pronóstico de aludes para los Alpes suizos. La situación es especialmente delicada durante la primavera, cuando las capas de nieve comienzan a reblandecerse. “Con las nuevas nevadas, los cambios de temperatura, y los vientos –puede haber cambios meteorológicos súbitos- se modifica la estabilidad de las capas de nieve y de ello se desprende el peligro de aludes para el día siguiente”, explica Christine Pielmeier, una investigadora que trabaja con Schneebeli.



Para pronosticar avalanchas, los expertos utilizan datos sobre la nieve y las condiciones meteorológicas de todo el país. Pero también salen a realizar observaciones sobre el terreno. “Cuando uno se desplaza sobre una capa de nieve en una ladera, simplemente debe estar consciente de que no tiene tierra firme bajo sus pies”, indica Pielmeier.




Muchas clases de nieve



El manto de nieve consta de diferentes capas, que pueden ser duras o blandas. Para ver su composición, los investigadores cavan con palas y sierras para hielo fosas de aproximadamente un metro de profundidad. En ellas se puede observar a simple vista cómo están configuradas las capas de nieve.



“Las diferencias entre las distintas capas pueden tener consecuencias serias”, explica Pielmeier. Y agrega: “Cuando hay capas blandas sobre otras duras, cristales grandes sobre cristales pequeños, se producen puntos débiles. En tal caso puede bastar una perturbación pequeña para que se produzca una grieta, que luego se puede extender y provocar un alud”.



No toda la nieve es igual: así lo constatan a diario los investigadores de Davos. Probablemente haya miles de clases. Tantas, como misterios quedan aún por descifrar en torno a los gélidos cristales de las cumbres alpinas.



Autor: Wolf Gephardt / Emilia Rojas

Editor: Pablo Kummetz

fuente: http://www.dw-world.de

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