Desastre de Rancagua, 1 y 2 de octubre de 1814 : Fin a la Patria Vieja

Osorio al frente de 5.000 hombres, entre los cuales venía el famoso batallón español de Talavera, avanzó al norte y pasó el Cachapoal antes de que Carrera, reconocido como general en jefe, hubiese adoptado un plan serio. Por esto fue que las divisiones de O’Higgins y de Juan José Carrera ( 1.700 hombres) se encerraron en Rancagua, donde aquél construyó trincheras de adobes en las cuatro calles que conducen a la plaza del pueblo.


El 1 de octubre las tropas realistas cayeron sobre Rancagua, acometiéndola por las cuatro calles. El combate se trabó entonces con singular ardor: los patriotas se batieron con resolución heroica, poniendo en sus banderas jirones de trapo negro para anunciar que no querían capitular. Al anochecer, los realistas estaban rendidos de cansancio y aun pensaron en retirarse; pero el temor de ser acometidos por la espalda los retuvo en sus puestos.
El día siguiente se renovó e combate. Los realistas comenzaron por cortar las acequias que dan a agua a la ciudad. En seguida prendieron fuego a varios edificios para abrirse paso, pero O’Higgins no desmayó un solo instante. Había esperado que Carrera viniera en su auxilio con otra división, y en efecto había divisado que el general en jefe se acercaba por el norte, pero luego vio que éste se retiraba de nuevo, a causa que sus tropas eran muy escasas y carecían de instrucción. O’Higgins, sin embargo mantuvo el combate con gran ardor, despreciando la muerte que lo amenazaba por todas partes.


Por fin, en la tarde, la defensa de la plaza parecía insostenible. El incendio de las casas ahogaba a los sitiados. Faltaba el agua con que refrescar los cañones que estaban caldeados. De los 1.700 hombres que defendían la ciudad solo quedaban vivos trescientos. Cuando toda resistencia era completamente inútil, y cuando al parecer no quedaba otro arbitrio que rendirse. O’Higgins reunió a sus soldados y cargó sobre los realistas abriéndose paso con el filo de los sables . Aquel movimiento de heroica desesperación los salvó de una muerte segura. En la ocupación del pueblo los realistas no perdonaron la vida ni aun a los heridos y muchos prisioneros fueron fusilados en el momento.


La derrota de Rancagua dio por resultado la ruina completa de los patriotas. La capitla era el teatro de una espantosa confusión. Las gentes pensaban sólo en abandonar el país para sustraerse a las venganzas de los vencedores. No había más camino que tomar que el de la cordillera, que conduce a Mendoza; pero la cordillera estaba en esa estación cubierta de nieve. Sin embargo, los patriotas no pensaron en los peligros con que los amenazaba la naturaleza. Los últimos restos de ejército marcharon a su retaguardia para favorecer la retirada.


La reacción realista que iba a sobrevenir después del Desastre de Rancagua no haría sino robustecer la ideología revolucionaria y despertar en la masa popular, hasta entonces indiferente, el sentimiento antiespañol.


Fuente: Frías Valenzuela, Francisco: “Manual de Historia de Chile”, 10ª edición, Editorial Zig Zag, Santiago de Chile, 1990, pp 212-214

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