Vinos desconocidos de España

Hay buenos tintos más allá del Rioja y el Ribera. Son muchas las zonas vitivinícolas españolas castigadas por la indiferencia. Quizá se deba a la existencia de casi 70 denominaciones de calidad, lo que abre un abanico inmenso de posibilidades. Ribeiro, Andalucía, Extremadura y Canarias quieren romper los tópicos y ya han empezado a reinventarse.






Sylvia Resa

Pedir un blanco de Ribeiro, un tinto de Andalucía, un vino canario de la denominación Tacoronte-Acentejo u otro procedente de Extremadura? La respuesta afirmativa a esta pregunta bien podría ir seguida de una expresión de perplejidad por parte de nuestro acompañante, a poco que manejara las tendencias al uso acerca del consumo del vino en España.

Otras han sido desde siempre las zonas favoritas para muchos aficionados al vino, algunas tan clásicas que se han visto obligadas a reinventarse, como es el caso de Rioja y de Ribera del Duero. Esto ha sido así hasta ahora.

Y es que durante los últimos tiempos han sido precisamente aquellas áreas geográficas olvidadas las que han desarrollado un gran esfuerzo, en aras de la mejora y el reconocimiento de su buen hacer. El resultado, todo hay que decirlo, ha sido desigual, ya que no todos los nuevos vinos tienen todavía una calidad diferenciada.

Es lo que les ha pasado a los vinos de Ribeiro, a los que les ha costado más de una década iniciar un despegue que aún no está consolidado.

Albariño versus Ribeiro

Lo dicen los expertos. Es el caso de Enrique Calduch, periodista especializado en el mundo vitivinícola: “Ribeiro es una zona histórica en la elaboración de vinos en Galicia y tradicionalmente la mayor en producción, aunque a partir de una uva barata que les ha granjeado una mala imagen”.

Esto se explica porque años atrás, el empleo de la variedad de uva palomino, no apta para la elaboración de vino de mesa por aquellos lares, provocó producciones de gran volumen pero de escasa calidad.

La uva albariño utilizada por otra denominación vecina, Rías Baixas, consiguió tomar el relevo en el liderazgo al vino orensano, que desde la década de los 90 se afana por recuperar la variedad autóctona treixadura, junto a la loureiro, la torrontés, además de algunos escarceos con la albariño, hasta conseguir “dar un vuelco absoluto a la situación, con vinos competitivos en precio y muy ricos”, dice Calduch.

Tienen estas adegas, que es como se denomina a las bodegas en términos galaicos, una ventaja competitiva sobre sus vecinas de la comarca de O’ Rosal: el precio, que en el caso de los vinos procedentes de Rías Baixas, dado su alto coste de producción, es mayor.

Más de 30 bodegas pequeñas conforman un paisaje de vinos “frescos, de acidez equilibrada en boca, con aromas frutales, florales y toques balsámicos y de monte bajo”, dice Enrique Calduch.

Vitivinícola del Ribeiro, quizá la cooperativa de mayor tamaño, sorprende con su Viña Costeira Selección, mientras Viña Meín o Arsenio Paz hacen lo propio con sus respectivas marcas Casal de Meín y Vilerma. A todas les queda una asignatura endiente: los malos imitadores que han surgido en algunos polígonos industriales catalanes. Se trata de vinos turbios, etiquetados con marcas que aparentemente asemejan la etimología gallega y que forman parte de la oferta de los restaurantes galaicos de bajo nivel gastronómico.

Subirse a la sierra

En Andalucía el clima cálido propicia el aumento del grado alcohólico, lo que rebaja la calidad de los vinos. Es por esto que las bodegas que se han atrevido con la elaboración de tintos han encontrado una salida original, que no es otra que subirse a las sierras.

“Durante el día y por muy sierra que sea, predominan las altas temperaturas”, dice Enrique Calduch; “sin embargo durante la noche sucede lo contrario, lo cual favorece a la uva”.

La mayor concentración de bodegas se da en Ronda, en la Sierra de Málaga, al igual que en las de Sevilla y Granada.

En dichas zonas algunas de las bodegas han conseguido un buen nivel, como es el caso de Pasos Largos, de la que es asesor el enólogo Ignacio de Miguel o también Cortijo Los Aguilares, con el vino Pago El Espino, ambas en la Sierra de Málaga.

Otros ejemplos son los de Colonias de Galeón, con sus vinos de maceración carbónica, ubicada en la sierra sevillana y Señorío de Nevada, con su Vendimia Selección 2005, en la de Granada.

Ahora también en la Sierra de Cádiz destacan bodegas como Finca Moncloa, del grupo González Byass, mientras a Huerta de Albalá se le puede perdonar el elevado precio de sus vinos debido a la alta valoración dada por el gurú Robert Parker.

Una región vecina, la extremeña, apunta también alto en la elaboración de sus vinos, tanto los tintos como los blancos.

En los últimos años, diversos proyectos bodegueros se han concretado en Bodegas y Viñedos de Trujillo con Habla. Se trata de un vino que sorprende por su frescura y originalidad.

Etiquetados consecutivamente con los números 1 a 3, dan nombre a monovarietales cabernet sauvignon, tempranillo y syrah, respectivamente. La marca se explica porque según sus responsables se trata de un vino “al que sólo le falta hablar”.

Otro proyecto bodeguero ha sido el del empresario Antonio Banús, que en la localidad cacereña de Alía ha radicado Carabal Viñedos y Bodega. Como asesor enológico, de nuevo sale el nombre de Ignacio de Miguel.

Ambas bodegas se suman a otra que ya hace años apostó por las tierras extremeñas, Palacio Quemado, del grupo Bodegas Alvear. Lo más nuevo es Alunado, un blanco elaborado por Pago Los Balancines.
Un total de seis son las denominaciones vinícolas en tierras Canarias. Entre ellas destaca Tacoronte-Acentejo, en Tenerife, donde pocos conocen el dato de que la plantación de viñedo supera en extensión la de plátanos.

Al tratarse de producciones pequeñas, no hay suficiente vino para el autoabastecimiento y aún menos para la exportación. Esta situación ha provocado que sean los vinos peninsulares los que hayan ido comiendo terreno.

El objetivo de las bodegas tinerfeñas consiste en conseguir mayor prestigio dentro del territorio insular, para así poder elevar el precio y obtener una mayor rentabilidad.

Bodegas como Cráter, Domínguez Cuarta Generación, Monje, El Lomo, Insulares Tenerife o Bodegas y Viñedos 2005 luchan por esa diferenciación. De momento, están siendo capaces de darse a conocer.

Buscando los mejores: de guía en guía

Algunas publicaciones como las editadas por Peñín, Proensa o la de Paco Berciano orientan al aficionado. "Ni son todos los que están, ni están todos los que son". La frase bien podría resumir el contenido de las guías de vinos, elaboradas por prestigiosos profesionales con puntuaciones que pretenden ser objetivas en la valoración de los vinos internacionales más afamados.

En cualquier caso, tales vademécum vínicos pueden orientar al consumidor algo despistado. Lo cual, por otra parte, está justificado ante las 69 denominaciones de calidad vitivinícolas existentes hoy por hoy en el mercado español.

A éstas hay que sumar los vinos procedentes de otros países y que compiten con los elaborados en tierra española.

Son varias las publicaciones existentes. La ‘Guía Peñín de los vinos de España’, la roja ‘Proensa’, que cuida sobre todo el lenguaje sencillo y didáctico, o la personalísima selección del catálogo comentado ‘Almavinosunicos’, del experto Paco Berciano son algunos ejemplos.

Puntuaciones que van desde los modestos 70 puntos hasta los 90, a partir de los que empieza a valorarse la excelencia, ponen nota a una selección variable según la guía de que se trate.

En la de Peñín, por ejemplo, a lo largo de sus 1.500 páginas se hace una selección para la que previamente se han catado más de 8.500 vinos procedentes de casi 3.000 bodegas.

En la edición de Proensa correspondiente a 2008 se han seleccionado 762 vinos procedentes de un total de 308 bodegas. Cinco de ellos han obtenido la máxima puntuación.
fuente. http://www.gaceta.es

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