Empresa sueca: Compromiso medioambiental se traduce en ganancias

Las características de los muebles Ikea, exportados a 44 países en el mundo, son famosas: muebles con buenas líneas de diseño y a precio conveniente.

Y si hoy el coloso sueco de la decoración puede sonreir frente a una facturación de 21,2 mil millones de euros (dato de 2007), gran parte del éxito se debe sobre todo a la idea de base: vender muebles en paquetes esenciales, confecciones livianas que el cliente sube al automóvil e instala entre los muros de casa.

Así cada cliente da vida en poco tiempo a sillas, mesas, librerías. Una alternativa que hasta hoy ha permitido a Ikea mantener los precios con pleno respeto de la esencia de la filosofía comercial del fundador de la sociedad. El millonario sueco Ingvar Kamprad, para quien nada se despedicia.

Los datos son claros: un camión cargado de sillas reducidas en paquetes “planos” puede transportar el equivalente de seis camiones cargados de sillas ya ensambladas.

El compromiso de Ikea con el medio ambiente actualmente va más allá de las cajas reducidas al máximo. Entre las ideas de la empresa sueca, se está delineando la consciencia de que el compromiso en el frente ambiental puede traducirse en un mayor volumen de negocios. No es casual que el coloso nord-europeo haya prometido comprar cantidades siempre mayores de madera proveniente de bosques sostenibles, pero también que hay que contar cada vez con mayor frecuencia con materias primas recicladas y utilizar fuentes energéticas renovables.

Sólo para dar un ejemplo, a partir de este año, Ikea ha eliminado las bolsas de plástico de sus 35 lugares de venta repartidos en los Estados Unidos.

No es sólo una cuestión de marketing. El cuidado dedicado al ambiente puede resultar una actitud empresarial, explica Dahlvig. Pero el problema es entender cuán velozmente habría que moverse en esta competición hacia el “verde sostenible”, con qué costos y con cuáles respuestas.

El ejemplo más claro se refiere a la adquisición de la madera certificada por el Forest Stewardship Council, un organismo independiente que verifica que las fibras utilizadas deriven de los bosques cuya gestión se acuerde con los criterios de la ecosostenibilidad. Según las intenciones de la empresa sueca, toda la madera utilizada deberá tener el sello Fsc.

Hasta hoy, sin embargo, sólo el 5-6% comprado por Ikea encuentra estos standard. Detrás de las dificultades se esconde el problema de los costos. Para desinflar los precios, Ikea compra madera a bajo costo a los productores de Rusia, Europa del Este, Asia. Países que, difícilmente, pueden elaborar políticas activas en el frente de la tutela ambiental, Dahlving sin embargo espera que el 30% de la madera comprada por Ikea en los próximos años sea certificada Fsc.

Para la empresa también es necesario reducir el volúmen de la madera utilizada. En lugar de la madera sólida, ya ahora los establecimientos Ikea repartidos en el mundo están prefiriendo la madera aglomerada, análoga en resistencia y funcionalidad.

Dahlvig no excluye ni siquiera que “la madera natural pueda ser totalmente eliminada en nuestros productos en los próximos años”. Y así podría suceder también en el frente de la cuestión energética, donde, para reducir su “huella climática”, Ikea utilizará las energías renovables para el 45% de su consumo de calefacción y el 20% para la iluminación.

Y para hacer todo esto, ni decirlo, el impulso más fuerte viene desde el interior de la sociedad, de los empleados. “Son ellos sobre todo – concluye Dahlvig – quienes lo solicitan”.

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