España: El Hotel Alfonso XIII acoge el tercer Concurso Internacional de Vinos y Espirituosos

Un fuerte aroma a morapio mezclado impregna las paredes de la sala Andalucía del Hotel Alfonso XIII. Tras sus puertas se esconde un universo ajeno a los servicios propios de un hotel. Más de 40 reconocidos catadores, enólogos y expertos a nivel mundial analizan decenas de vinos al día. Durante las tres jornadas que dura el III Concurso Internacional de Vinos y Espirituosos (Cinve), el jurado catará un total de 648 muestras, un tercio de ellas procedentes de fuera de España, concretamente de Argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Francia, México, Túnez o Alemania.

Conforme pasa el tiempo, el olfato se acostumbra al aroma dominante y la atención se centra en las seis mesas distribuidas en la sala. Cada una está formada por siete personas, cuatro extranjeras y tres españolas, con la intención de que las conclusiones sean lo más objetivas posibles. "Cada mesa tiene un presidente, nombrado por su mayor experiencia", explica Alejandro Hernández, profesor de la Universidad Católica de Chile y miembro del jurado. "Los camareros sirven los vinos envueltos en una funda para que no veamos la etiqueta, sólo se nos comunica el año que se cosechó y si es tinto o blanco, ni siquiera su precio".

El proceso de análisis suele ser el mismo en los distintos catadores: mueven la copa, huelen el caldo, vuelven a moverlo y lo saborean. "Cada miembro del jurado dispone de una hoja por vino dividida en los parámetros de los cinco sentidos y donde puntúan de 0 a 100", comenta María Isabel Mijares, directora técnica del concurso. Se trata de hojas universales reguladas por diferentes órganos internacionales vitivinícolas.

Pero en las mesas no sólo destaca el vino. Botellas de agua y canastas con picos y pan se mezclan entre las numerosas copas. "Es para que cambien de sabor y puedan analizar mejor los vinos", susurra para no alterar el silencio reinante Francisco Rodríguez, uno de los alumnos de la Universidad de Sevilla, institución que colabora desde hace dos años con Cinve. "Recogemos las hojas con las puntuaciones de cada caldo y se las entregamos a otros compañeros de una sala anexa, que introducen los resultados en el sistema informático". Éste es el único aspecto del que no se encarga María Isabel Mijares, gracias al acuerdo con el grupo de investigación Color y Calidad de Alimentos de la Universidad de Sevilla.

La directora técnica ideó este concurso hace tres años junto a Jesús Guirau, presidente de Insoc-Ferial. "Vivimos un momento económico difícil y este tipo de eventos ayudan a las bodegas a promocionarse. Éstas mandan sus mejores muestras al concurso, por eso tenemos tanto problemas para elegir al mejor, todos son buenísimos", afirma Mijares, que participó en su primera cata alrededor de 1970, "cuando aún se consideraba un mundo de hombres". Isabel hace una mención especial a las bodegas de Félix Solís, extendidas por varias regiones españolas. "Ofrecen los mejores vinos en calidad precio". No obstante, los premiados no se conocerán hasta el martes. La cata continúa.

Alejandro Hernández asegura que el jurado juega con algunos trucos. "Después de tantos años -la primera vez que participó en un concurso fue en 1961- se pueden distinguir algunos vinos a ciegas en las catas: suelen empezar con los más jóvenes, los más caros lo dejan para el final, o si saben mucho a madera es propio de La Rioja", comenta risueño este profesor chileno propietario de un viñedo. Su pasión por la viticultura le viene de familia. "Mis hijos, que trabajan conmigo, pertenecen ya a la quinta generación".

Después de tantos años, Alejandro ha vivido los éxitos y fracasos de las diferentes bodegas. "Hoy en día, gustan mucho los tintos suaves que huelen a fruta madura; y, entre los blancos, los refrescantes, con olores a melocotón, piña y con burbujas". Hoy, el salón de Andalucía vuelve a tener un aroma especial.

fuente: http://www.diariodesevilla.es

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