Medicina y sensibilidad social.Por Mario Fernández Gutiérrez.Decano Medicina y Biociencias.Universidad San Sebastián


OPINIÓN






Es deber de las escuelas de Medicina formar a profesionales que, además de tener los conocimientos y habilidades propias de su especialidad, sean capaces de vincularse con el medio donde ejercerán. De esta manera, la universidad estará haciendo un real aporte a la renovación y al desarrollo de la práctica médica de la comunidad donde se erige.



Los estudiantes de Medicina y de las carreras del área de la salud deben cultivar la vocación de servicio para así transformarse en verdaderos aportes en la búsqueda de equidad en el acceso a los servicios sanitarios y contribuir al mejoramiento en la calidad de vida de la población donde se desempeñen. Sólo si formamos a médicos con ese nivel compromiso y sensibilidad social podremos asegurar que existe una relación efectiva entre la enseñanza de la Medicina y el desarrollo de las comunidades.



Pero, ¿cuál son los desafíos de las escuelas de Medicina en el Chile de hoy?



En un país altamente centralizado y que presenta un déficits de 1.400 médicos especialistas, carencia que se concentra en las zonas más extremas y pobres, es deber moral de las universidades vincular la enseñanza de la Medicina a aquellos hospitales de comunidades vulnerables y que presentan mayores dificultades para la solución de su problemática sanitaria.



Considero que las universidades se enfrentan al desafío ético de implementar programas de formación de especialidades no sólo en las zonas alejadas de los principales centros urbanos, sino que también en aquellas disciplinas en que el país requiere un mayor desarrollo. Las escuelas de Medicina deben responder a las necesidades y a las tendencias de la población.



En ese sentido, tienen que involucrarse en los temas relacionados con el aumento en las expectativas de vida de la población que enfrenta un cambio epidemiológico caracterizado por la emergencia de enfermedades vinculadas al envejecimiento celular.



Es así que materia de preocupación deben ser aquellas patologías del adulto mayor que limitan el desarrollo de una existencia plena en los años postreros de la vida. Las enfermedades degenerativas del aparato locomotor, del sistema neurológico y los trastornos relacionados con la expresión genética de enfermedades regresivas tales como el cáncer obligan a los equipos de salud a adquirir nuevas herramientas.



Asimismo, deben darle a la medicina preventiva la importancia que hoy requiere fortaleciendo la promoción de la salud como instrumento para mejorar la calidad de vida de la población.



Las escuelas de Medicina se ven enfrentadas al desafío de re adecuar sus programas de estudio a los cambios epidemiológicos de las últimas décadas, fortaleciendo el rol del médico como articulador de los equipos de salud que deben asumir la labor de fomentar el autocuidado y la práctica de hábitos saludables.



Las universidades hoy tienen que desarrollar sus programas de formación en sintonía con las necesidades de las comunidades donde se insertan y sobre todo inculcar en sus educandos la vocación, el espíritu de servicio y solidaridad como deberes irrenunciables de la práctica medica.

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