Ortorexia: cuando la comida sana se convierte en una obsesión

Estar concienciado de la necesidad de comer sano es algo hoy en día comprensible e, incluso, conveniente para el adecuado funcionamiento de nuestro organismo, ya que es una forma de prevenir enfermedades. El problema surge cuando ese fin se convierte en una auténtica obsesión, y dicha conducta deriva en lo que se conoce como ortorexia, un trastorno que puede resultar peligroso para la salud física y mental.






El culto al cuerpo que vive nuestra sociedad hoy en día ha ido transformando los hábitos alimenticios de miles de personas, llegando incluso a desarrollar enfermedades tan graves como la anorexia y la bulimia, cuyo fin último consiste en comer lo menos posible para conseguir un cuerpo diez.

Sin embargo, en los últimos años, esta obsesión ha derivado en un nuevo trastorno que se ha denominado ortorexia, palabra que proviene del griego orthos (justo, recto) y exía (apetencia), por lo que podría definirse como apetito justo o correcto.

Se trata de preocupación extrema por la salud, centrada en comer lo más sano posible, que puede convertirse en un serio trastorno que afecta tanto a la salud física como mental de los pacientes.

El creador del vocablo en 1996 fue el médico estadounidense Steven Bratman, un profesional de las medicinas alternativas que experimentó en sus propias carnes las consecuencias que puede sufrir una persona que centra su vida en una alimentación estricta y severa.



¿Cómo se manifiesta este trastorno?
Las personas que sufren ortorexia acaban por centrarse casi exclusivamente en lo que comen; la comida es el centro de sus pensamientos y de su vida. Generalmente rechazan la carne, las grasas, los alimentos cultivados con pesticidas o herbicidas y los que contienen sustancias artificiales.

Pero su obsesión por comer sano va más allá y se preocupan incluso por la forma de preparación de los alimentos que van a ingerir, así como de los recipientes en que los cocinan, que deben ser preferiblemente de madera o cerámica, por lo que terminan haciendo de la comida todo un ritual.

Cada pequeña trasgresión alimenticia se acompaña de sentimientos de culpabilidad y frustración cada vez más fuertes. Además, se rechaza todo aquello que no es "natural", saludable o controlado, lo que influye de modo muy negativo en la vida social de la persona.

Todo tiene que estar perfectamente controlado y supervisado. Las víctimas de esta tendencia alimenticia son personas que leen hasta la letra pequeña del producto antes de comprarlo. Planifican sus menús con semanas de antelación; no comen fuera de casa, ni con los amigos, por temor a que contaminen su comida con algún producto no apto para su consumo. Y en el extremo, son capaces de quedarse sin comer si no están seguros de lo que van a ingerir.



Grupos de riesgo
Según los expertos, este trastorno suele manifestarse en personas con comportamientos obsesivo-compulsivos. Además, se ha observado también que muchos pacientes que han sufrido anorexia nerviosa al recuperarse optan por introducir en su dieta sólo alimentos de origen natural, probióticos, cultivados ecológicamente, sin grasa o sin sustancias artificiales que puedan causarles algún daño. Por eso, algunos especialistas dicen que la ortorexia se deriva de una anorexia mal curada.

La incidencia de este problema alimenticio es estimada, porque todavía no existen estudios epidemiológicos, aunque los expertos señalan una prevalencia del uno por ciento de la población española, y temen un aumento en los próximos años. Además, a diferencia de otros trastornos relacionados con la alimentación, la incidencia es la misma entre sexos, aunque mientras que en las mujeres suele subyacer el deseo de pérdida de peso, en los varones está el de mantenerse sano.

En este sentido, señalan que, normalmente, quienes sufren de ortorexia, son personas muy estrictas, controladoras y exigentes consigo mismas y con los demás. Las mujeres, la adolescencia y quienes se dedican a deportes tales como el culturismo, el atletismo y otros, son los grupos más vulnerables ya que en general son muy sensibles frente al valor nutritivo de los alimentos y su repercusión sobre la figura o imagen corporal.

En cuanto al diagnóstico, Bratman estableció unas pautas para diagnosticar esta patología, a través de una serie de preguntas como: ¿pasa más de tres horas pensando en su dieta sana?, ¿se preocupa más de la calidad de los alimentos que del placer y el disfrute de comerlos?, ¿conforme aumenta la calidad de su comida, cree usted que disminuye su calidad de vida?, ¿planifica hoy cada detalle de lo que va a comer mañana?, ¿le aísla socialmente su manera de comer?, ¿se ha vuelto más estricto consigo mismo?. Según este médico, si se responde afirmativamente a alguna de estas preguntas podemos estar ante un caso de ortorexia.



Consecuencias físicas y sociales
En la medida en que la dieta se hace más severa, si se excluyen alimentos considerados básicos para el normal funcionamiento del organismo, pueden darse situaciones más o menos graves tales como desnutrición, anemia, déficit múltiples de vitaminas y minerales, alto riesgo de infecciones, etc.

Y es que esa dieta saludable se puede transformar en una auténtica obsesión, lo que puede impedir que el cuerpo se beneficie de la nutrición básica, ya que el ortoréxico no sustituye los alimentos que rechaza por otros que puedan aportarle los complementos nutricionales que el organismo necesita.

En cuanto a las consecuencias sociales de la ortorexia, podemos destacar la pérdida de la sociabilidad por seguir una dieta estricta. Y es que estas personas rechazan cualquier comida que no sea la que ellos han preparado en su casa.

Esta actitud conlleva un distanciamiento de amigos y familiares, pues todo su mundo gira en torno a sus estrictas normas a cerca de la comida. Además, el ortoréxico sufre constantes cambios de carácter debido al aislamiento a que suele dar lugar este trastorno, y la persona adquiere un carácter irritable y amargo. Se crea, lo que podemos denominar, un círculo vicioso.



¿Cómo se puede actuar frente a la ortorexia?
A la hora de tratar este tipo de trastorno de la alimentación, se debe hacer hincapié tanto en la prevención como en el diagnóstico precoz; ya que cuanto antes se diagnostica, mejor es el pronóstico de la enfermedad.

Desde el punto de vista dietético y nutricional, los objetivos del tratamiento son, en primer lugar, cubrir los requerimientos nutricionales mínimos de la persona. Se ha de aportar progresivamente una mayor cantidad de alimentos básicos hasta llegar al nivel adecuado necesario para esa persona considerando la edad, sexo, talla y peso real que tenía al inicio del tratamiento.

Paralelamente se han de reestructurar los hábitos alimenticios de forma que su dieta sea completa, equilibrada y bien distribuida a lo largo del día. Los alimentos a incluir en la alimentación diaria deben establecerse con arreglo a lo que la persona ingiere espontáneamente, aumentando su variedad y cantidad según tolerancia y evolución, por lo que su motivación y disposición para aceptar las orientaciones dietéticas son esenciales. En este sentido, la introducción de alimentos inicialmente rechazados, debe realizarse gradualmente.

En líneas generales, lo importante es explicar la importancia de llevar a cabo una alimentación variada y completa, en la que se irá introduciendo cada día la cantidad suficiente de alimentos básicos necesarios para el buen funcionamiento de nuestro organismo.

Y para prevenirla, entre los consejos que los especialistas dan podemos citar: no dejar que la alimentación gobierne la vida, rechazar la idea de que la valía personal depende de la alimentación, no dejar que la pauta de alimentación se erija en emblema y rechazar etiquetas dietéticas.


FUENTE: http://www.saludalia.com

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