Las radas más importantes de Europa se preparan para una economía sin tanto petróleo

El paisaje que ofrecen las carreteras y autovías que bordean el puerto de Róterdam es todo un espectáculo: kilómetros y kilómetros de inmensas refinerías y de plantas petroquímicas, en un inmenso polígono portuario e industrial que se desarrolló sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial, gracias al dinero del Plan Marshall. Desde entonces, la ciudad, que fue prácticamente destruida durante los bombardeos de la contienda, es una de las más confortables y afortunadas de Europa.
Cerca del 20% del volumen total de carga que se maneja en la rada de Róterdam corresponde al tráfico de petróleo crudo, pero el porcentaje se eleva al 68% si se añaden sus derivados, los aceites minerales y otros graneles químicos. Hay correspondencias similares en Amberes, Hamburgo, Marsella, Bremen, Le Havre... La economía europea está basada en el oro negro, y los puertos no son sino el mejor reflejo de esa dependencia.
«Aún faltan entre cuarenta y cincuenta años para que pasemos de la economía del petróleo a la economía verde. Pero en ese tiempo tenemos que prepararnos para un profundo cambio estructural», advierte Minco Van Heezen, portavoz de la Autoridad Portuaria.
A lo largo del puerto de Róterdam, construido en torno a un inmenso canal que salva lo que antaño era una inhóspita zona pantanosa con decenas de miles de hectáreas anegadas que separaban la ciudad del mar, se suceden ahora kilómetros y kilómetros de refinerías, factorías químicas y centrales térmicas de carbón.
Su estampa nocturna, iluminada de blanco y rojo, compone un portentoso cuadro difícil de interpretar, a medio camino entre el feísmo más industrioso y voraz, y la belleza fría y metálica de la ingeniería fabril de vanguardia.
Entre todas esas muestras del desarrollismo basado en la economía del petróleo, se han empezado a colar algunos ejemplos de la economía verde: está previsto que a finales de este año empiece a funcionar una planta de bioetanol de la firma española Abengoa, mientras los responsables de la Autoridad Portuaria han empezado a diseñar una estrategia que pretende convertir al puerto en el centro de referencia de Europa para el tratamiento y almacenamiento de CO2.
Enterrar ese gas contaminante en la bolsas petrolíferas vacías del mar del Norte es una de las estrategias en la batalla contra el cambio climático que más adeptos está ganando, porque ayudaría a solucionar el problema de la polución sin necesidad de recortar las emisiones.
Y Róterdam ha pensado en especializarse en esa materia: «Estamos dejando de considerar el dióxido de carbono como un problema para empezar a verlo como un negocio», señala el representante del puerto


fuente. http://www.lavozdegalicia.es

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