La peste bovina podría ser declarada pronto oficialmente extinta: sería la primera vez que la humanidad logra erradicar una enfermedad animal

En los círculos de la sanidad animal se compara el evento con la llegada a la luna del Apolo 11: en algún momento, durante los próximos 18 meses, la FAO y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), junto a otros asociados, declararán oficialmente que la peste bovina -una de las más devastadoras enfermedades animales que se conocen-, ha sido erradicada.

Sería la primera vez en la historia que la humanidad tiene éxito a la hora de eliminar una enfermedad animal y tan solo la segunda en que el resultado de la acción humana logra acabar con una enfermedad (la primera fue la viruela, en 1980).

La victoria llega tras décadas de una intensa campaña -liderada por la FAO junto a un amplio abanico de socios- para aislar a la peste bovina en sus últimos y escasos reductos y luego eliminarla para siempre, de una vez por todas.

Un viejo enemigo

La peste bovina no afecta directamente a los humanos pero es letal para el ganado y los animales ungulados (con pezuña, ndr) de los que dependen para obtener alimentos, ingresos y fuerza de tiro. Los índices de mortalidad durante los brotes pueden alcanzar el 100%.

Causada por un virus y propagada por contacto y a través de materiales contaminados, la peste bovina ha acabado con millones de vacas, búfalos, yaks y sus parientes silvestres, causando cuantiosas pérdidas económicas y contribuyendo durante milenios a las hambrunas y a las revueltas sociales.

Llevada a Europa desde Asia por tribus invasoras, los brotes de peste bovina golpearon el Imperio Romano hacia el 376-386 d. de J.C y se supone que desempeñaron un papel importante en su declive y posterior colapso.

En Francia, las epidemias recurrentes durante el siglo XVII provocaron hambrunas y descensos en la productividad agrícola, alimentando la inestabilidad que culminó en la revolución de 1789.

Cuando la peste bovina llegó a África subsahariana a finales del siglo XIX, mató entre el 80 y el 90 por ciento del ganado vacuno de la región, reduciendo el sustento de los agricultores y pastores, provocando hambrunas generalizadas y debilitando la región frente a la colonización europea.

En su momento álgido en la década de 1920, la huella de la peste bovina se extendía desde Escandinavia hasta el Cabo de Buena Esperanza y desde la costa atlántica de África hasta las islas de Filipinas. Se llegaron a señalar brotes en Brasil y en Australia.

A principios de la década de 1980, la enfermedad todavía destruía rebaños en todo el mundo, provocando devastadoras epidemias en el sur de Asia, Oriente Medio y África. Las pérdidas en Nigeria en esa década alcanzaron los 2 000 millones de dólares EE.UU. Un brote en 1994 en el norte de Pakistán aniquiló a más de 50.000 vacas y búfalos antes de poder ser controlado con la ayuda de la FAO.

La FAO ayudó a que cambiaran las cosas

Aunque algunos países hicieron progresos durante el siglo XX en la lucha contra la peste bovina en sus propios territorios, la enfermedad sobrevivió y se mantuvo en otros, creando reservorios (reductos, ndr) desde los cuales se propagaba con regularidad.

Con el desarrollo de una nueva vacuna, desde 1960 se hicieron esfuerzos para combatir la peste bovina a gran escala a través de varias campañas regionales. Aunque satisfactorios en un primer momento, estos programas fueron suspendidos demasiado pronto, permitiendo que la enfermedad regresara en con fuerza.

Al igual que la gripe aviar altamente patógena de la variedad H5N1 o el actual virus pandémico H1N1/2009, la peste bovina parecía imparable.

Desde finales de la década de 1980, la FAO comenzó a mantener una serie de encuentros regulares con expertos en sanidad animal de todo el mundo, así como con organizaciones internacionales clave como la OIE y la Oficina Interafricana de Recursos Animales, que depende de la Unión Africana.

Era necesario que la ciencia se enfrentara a la peste bovina. Los éxitos alcanzados en el pasado a nivel regional demostraban que se podía combatir de forma efectiva. ¿Qué se tendría que hacer para acabar definitivamente con la enfermedad?, preguntó la FAO.

El debate llevó a la siguiente respuesta: un programa general de alto nivel que uniera actividades nacionales y regionales en una campaña mundial concertada contra la enfermedad. Los participantes en los encuentros coincidieron en que la FAO era la institución mejor capacitada para supervisar esa red de trabajo.

Así, en 1994 y tras una serie de consultas para obtener recomendaciones de expertos de todo el mundo, se lanzó el Programa mundial de erradicación de la peste bovina (PMEPB). El PMEPB se conformó como el centro de una gran telaraña: un mecanismo de coordinación global que permitiera a la comunidad internacional tomar conjuntamente el control de la peste bovina de forma sistemática y completa.

Con la FAO actuando como Secretaría de coordinación e involucrando a un amplio grupo de asociados entre gobiernos, agencias y organizaciones, el PMEPB se centró inicialmente en determinar la verdadera distribución geográfica de la peste bovina, entender mejor sus características epidemiológicas y ayudar a los países a enfrentarse a situaciones de emergencia.

La segunda fase implicó una acción con objetivos concretos a nivel local en los lugares donde circulaba el virus.

La FAO canalizó un gran volumen de ayuda técnica hacia los países con el fin de ayudarles en primer lugar a extinguir los brotes y luego a establecer las medidas y sistemas necesarios para que no volvieran a producirse.

Las actividades incluyeron: enseñar a los campesinos a reconocer e informar de la enfermedad, establecer planes de respuesta ante las emergencias, protocolos de bioseguridad y programas nacionales de control y vigilancia; formar veterinarios para el diseño e implementación de campañas para la recogida de muestras de sangre que estuvieran acompañadas de vigilancia clínica y el establecimiento de laboratorios (ver texto a la derecha)

La división conjunta de la FAO y la Agencia Internacional de la Energía Atómica (FAO/AIEA) de Viena trabajó para desarrollar y transferir a los países en desarrollo nuevas tecnologías para el diagnóstico de la peste bovina. El PMEPB, la OIE y FAO/IAEA desarrollaron además indicadores para evaluar los progresos de la campaña.

Como consecuencia de este esfuerzo conjunto, la peste bovina empezó a retroceder de forma lenta pero segura. (ver gráfico).

El objetivo del PMEPB consiste ahora en asistir a los países para llevar a cabo el concienzudo trabajo de asegurarse que el patógeno de la peste bovina es totalmente erradicado de su población animal y obtener así el estatus de "libre de la enfermedad" de la OIE, el organismo internacional encargado de certificar la presencia o no de las enfermedades animales.

Entre 1994 y 2009, cerca de 170 países y territorios lograron eliminar la peste y obtuvieron esta certificación, gracias al apoyo del PMEPB.

A principios de 2000, el virus de la peste bovina se limitaba a partes del "ecosistema somalí", un área que cubre el sur de Somalia y zonas adyacentes de Etiopia y Kenia, donde su huella podría todavía encontrarse en el flujo sanguíneo de ciertas poblaciones animales. El último brote de la enfermedad se registró en Kenia en 2001.

Hoy parece que el último reservorio de la peste ha sido eliminado, abriendo la puerta para certificar la total erradicación de la peste bovina a nivel mundial. La FAO se ha comprometido a completar las últimas actividades de control para el año próximo, en alianza con la OIE y todos las partes implicadas.

Aumentos de los ingresos y la producción alimentaria

La FAO estima que la producción adicional como consecuencia de la erradicación de la peste bovina alcanzó solo en India, entre 1965 y 1998, cerca de 289 000 millones de dólares EE.UU. Los beneficios en África se calculan en alrededor de 1 000 millones de dólares EE.UU. anuales durante el mismo periodo. Sin duda se han generado miles de millones de dólares adicionales en otros muchos países como Sri Lanka, Pakistán, Afganistán, Irán, Iraq y Turquía.

"Lo más importante es que la protección del ganado en África subsahariana, Oriente Próximo y Asia ha mejorado tanto la alimentación como las fuentes de ingresos para cientos de miles -si no millones-, de pastores y pequeños campesinos, y ayudado a evitar las hambrunas y la pérdida de tracción animal en comunidades agrícolas", señala Felix Njeumi, de la Secretaría del PMEPB en la FAO.

Imaginando lo imposible

"Cuando lo piensas, es bastante extraordinario que estemos donde estamos hoy", afirma Juan Lubroth, Jefe del Servicio Veterinario de la FAO. "Se trata de una enfermedad -añade- que ha sido un auténtico azote para la agricultura durante milenios".

"Pero si se mira desde otro punto de vista, la solución era simple. Teníamos los conocimientos. Teníamos la vacuna. Lo que hacía falta era, en primer lugar, una inversión adecuada y bien orientada y, en segundo, lograr un mecanismo cohesivo de coordinación global. Una vez que los tuvimos, solucionar el problema fue tan sólo una cuestión de tiempo. Las cuantiosas inversiones de muchos socios en el desarrollo de este programa -en primer lugar la Comisión Europea-, y el sólido compromiso de los gobierno nacionales y de las organizaciones regionales han sido fundamentales para en esta historia de éxito", asegura Lubroth.

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