Granada ,España: Bebés prematuros:«La pelea es por un minuto más de vida»

Vanesa perdió a los tres meses en un aborto natural a su primer hijo. Tenía que haber nacido en abril del año pasado. Se volvió a quedar embarazada. Esta vez de Paula, quien se adelantó tanto tanto tanto en nacer que lo hizo en el mismo mes y en el mismo año en que tenía que haber nacido su hermanito. Así son las cosas de la naturaleza, de la vida y de la muerte; de la debilidad y de la fortaleza.
Y esta es la historia de Paula, una pequeña granadina que tenía que haber nacido en julio pero que vino en abril.
Son las vicisitudes de un bebé que en vez de un pan bajo el brazo se presenta con un cuerpecito de apenas mil gramos y 23 semanas de gestación de las cuarenta pertinentes. Era Paula y un embrollo de cables, sondas, electrodos, parches, vías y pulsómetros dentro de una incubadora. En vez de pan llevaba abrazada Paula la determinación de seguir viviendo.
Es la historia de unos seres humanos, los prematuros, que nacen a mitad de gestación y que, gracias a la Medicina y a los profesionales del Hospital Materno Infantil de Granada, ahora viven, ríen, alborotan, crecen Es la historia del milagro necesario de arrebatar a la muerte lo que no es más que un feliz signo de vida.
Es la historia de la superación ante la mayor de las barreras posibles, la que por nacimiento te impone la propia naturaleza. Son minibebés que caben apenas en la palma de una mano que por descontado ni ven ni oyen ni andan pero que tampoco pueden comer y que por poner tan solo un ejemplo más se les olvida hasta respirar. ¿Son historias de debilidad? No. Rotundo. Son historias de fortaleza en las que unos seres que son reclamados en otro sitio se convierten en los más fuertes de toda la naturaleza.
Vanesa, la madre de Paula, los conoce bien: «Parecen tan frágiles Pero nada ni nadie puede con ellos». Son supervivientes natos porque «la pelea -su pelea-, es por un minuto más de vida». Y quien resiste, vence.
La vida después
Un viernes de finales de noviembre a la hora del café en una urbanización de la metrópoli de Granada. Una vivienda unifamiliar con vistas, impresionantes, a Sierra Nevada. Paula reina soberana en risas y en los corazones de sus papás. No siempre fue así.
-¿Cómo fue el momento en que conoció a su hija recién nacida?
-Fue un impacto. Acababa de ser mamá y me daba miedo, pánico cruzar las puertas y verla. Cuando entré en la Unidad de Neonatología se me cayó el mundo a los pies. Estaba llena de electrodos, de cables, de parches. Estás acostumbrada a ver niños normales y yo no me lo esperaba. No me imaginaba algo así. Te quedas fría. Su cabeza era una naranja. No sabía cogerla. Era demasiado pequeña. Crees que le vas a hacer daño por todos los sitios.
-Su primer día como padre fue un día poco frecuente
-Yo estaba 'acojonao'. Paula nació y hasta los diez minutos no lloró, y lo hizo como un gatillo, pero muy muy apagado. Era padre y estaba muerto de miedo. Nadie me decía 'ná'. Nació con la infección y su vida estaba más allí que aquí. Pensaba que era como una lotería. Y en el mes que estuvo en cuidados intensivos vimos irse a dos bebés, y en los meses siguientes supimos que otros seis se habían ido también
Pero Paula está aquí gracias a su tremenda fortaleza y a los profesionales del Hospital materno Infantil de Granada. Los papás de Paula, al respecto, son solo sonrisas tras unos meses de lágrimas.
«Se portaron fenomenal», cuentan. «Los médicos, las matronas, las enfermeras. Todos, todo el equipo, los de Pediatría, Neonatología » enumeran de carretilla.
«Durante el parto, podía haber perfectamente treinta personas en el equipo. Había tantas que muchas estaban fuera del paritorio e iban entrando según las necesidades Al final éramos como una familia ». Pasa Paula como un rayo que interrumpe la conversación.
«Esta Paula Es un terremoto», dice su madre. «Yo no sé si es que los que nacen así quieren disfrutar más».
fuente: http://www.ideal.es

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